Aunque una emergencia como la de Armero es imposible de evitar, lo más seguro es que hoy en día –35 años después de que la avalancha tapara todo el municipio– el país estaría mucho mejor preparado para responder a ella y mitigar sus efectos.
Tras la emergencia, Colombia aprendió la importancia de fortalecer sus capacidades para la atención de tragedias de esta magnitud. Por ejemplo, en 1985 el país no tenía una estructura institucional para enfrentar estas situaciones, pero tres años después se creó ó el Sistema Nacional de Prevención y Atención de Desastres.
Además, Colombia ya cuenta con una política integral de gestión de riesgo y con la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres, encargada de su coordinación, tanto a nivel privado como comunitario, y de atender emergencias naturales como la ocurrida en Armero en el 85.
A esto se le debe sumar que el país tiene tres observatorios vulcanológicos ubicados en Manizales, Popayán y Pasto, que monitorean los 21 volcanes activos que existen y evalúan en tiempo real las alertas de cada uno de ellos.
La Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres se ha encargado de coordinar protocolos de actuación frente a posibles erupciones de los nevados y lidera la Estrategia Nacional de Comunicación del Riesgo Volcánico, para comprender y actuar frente al riesgo que viven las comunidades expuestas a los fenómenos de este tipo.
Sin embargo, para Francisco González, creador de Fundación Armando Armero, en el caso de Armero fueron muchas las deudas que quedaron y esta es una lección que podría servir para otras tragedias. Dijo que hizo falta una ley de víctimas para los afectados, que creara un protocolo de rescate y tenencia de menores ante un desastre natural, para garantizar que los niños solo fueran entregados bajo cotejos de parentesco.
Quedó pendiente, además, reagrupar a los armeritas en una región en la que pudieran construirse de nuevo como una sociedad. “Unos viven en Armero, Guayabal; otros en Lérida; otros viven en Ibagué; otros en San Mateo, Soacha. Es como una diáspora, todos los armeritas nos dispersamos por todo el mundo y eso también hizo perder esa capacidad de unión, de lucha. Todos salimos a ver cómo sobrevivíamos”, expresó.
Este año, como medida de prevención por la pandemia de la covid-19, la conmemoración de los 35 años de la noche del 13 de noviembre de 1985 será una exposición virtual, denominada “Que no nos vuelva a pasar”. Un cubo de vidrio puesto sobre Armero al que las personas podrán ingresar y hacer un recorrido para conocer su historia y cómo se pudo evitar la tragedia.
La exposición tendrá una sala con 501 televisores que representan la historia de cada familia que llegó a la Fundación en busca de sus niños, y un callejón del duelo en homenaje a las más de 25.000 víctimas del peor desastre natural en la historia del país.