Quienes conocen a Pedro Juan Caballero la describen como una ciudad de avenidas anchas y edificios elegantes. Algunos de sus barrios mantienen ese aire residencial, pero otros han comenzado a llenarse de la opulencia que les ha comenzado a dejar el tráfico de marihuana y coca y que le ha impregnado un tufillo de ciudad de narcos.
Dicen las estadísticas oficiales que solo tiene 100.000 habitantes, pero Pedrojuán, como es conocida la capital del departamento paraguayo de Amambay, se ha convertido en una pasarela en la que convergen todo tipo de personas, y la razón es solo una: la Secretaría Nacional Antidrogas (Senad) señala a esta población fronteriza con Brasil, como el principal productor de cannabis “y las tierras son propicias para este menester y su productividad es altísima, en volumen como en calidad”.
En tan solo 20 años, Pedrojuán pasó de tener 15.000 hectáreas de marihuana sembrada a 70.000. Esta producción, y los 400 kilómetros de una frontera seca y porosa con Brasil, convirtieron a esta ciudadela en el territorio perfecto para el negocio de los carteles de drogas y, en esa vía, en un pequeño infierno donde los ilegales imponen su ley.
No en vano, hace tan solo un año y días antes de morir por covid-19, el exdiputado Robert Acevedo aseveró a medios locales que “el 50 por ciento de esa población vive del narcotráfico”.
También lo advirtió hace poco menos de un mes su hermano José Carlos Acevedo, alcalde de Pedrojuán, atacado por tres sicarios el pasado martes 17 de mayo al salir de una reunión de la alcaldía. Las primeras hipótesis señalan a “Minotauro” como responsable del ataque, todo por que el funcionario, al igual que Pecci, adelantaba una cruzada contra el narcotráfico. Hoy Acevedo lucha contra su vida en un hospital de Paraguay.
Manda alias Minotauro
Pedrojuán se ha convertido en un pequeño Oeste. La facilidad de los sicarios para esfumarse al cruzar la avenida Dr. Francia, que separa a esta localidad de Ponta Porã, Brasil, hacen que las balaceras sean constantes y la disputa del territorio un desangre sin fin.
Por las calles patrullan los hombres de quien hoy es el principal sospechoso del asesinato del fiscal antimafia paraguayo, Marcelo Pecci: le dicen Minotauro, pero su nombre es Sergio de Arruda Quintiliano Netto. Aunque fue capturado el 4 de febrero de 2019 en un complejo lujoso en una operación liderada por el fiscal Pecci, continúa mandando sobre su ejército de 400 personas agrupadas bajo el nombre de Primer Comando Capital, PCC. Estos están sumidos en una guerra contra la estructura ilegal Comando Vermelho, todo por las rentas ilegales del tráfico de estupefacientes.
La confrontación entre ambas facciones de la mafia se desató en 2016 cuando las balas asesinaron a integrantes de ambos bandos y se juraron venganzas que seis años después continúa cobrándose en las calles de Pedrojuán.
Esa guerra que no discrimina, se ha llevado por delante a civiles e inocentes. El 12 de febrero de 2020, el periodista brasilero Leo Veras cayó asesinado por orden de “Minotauro”. Un escuadrón de hombres armados llegaron en una camioneta y, con su identidad escondida bajo pasamontañas, descargaron las pistolas sobre el reportero.
Él intentó escapar por el patio de la vivienda ubicada en uno de los barrios de Pedrojuán, pero los sicarios le descargaron 11 tiros en la espalda. La razón aparente de su orden de muerte fueron las investigaciones que adelantó sobre el narcotráfico en la frontera entre Brasil y Paraguay.
Con todo este poder desatado desde la prisión brasileña, y con los antecedentes de una solicitud que hizo el fiscal Pecci un mes antes de viajar de vacaciones a Cartagena, donde fue asesinado en la Isla de Barú, la Fiscalía paraguaya dio un giro hacia “Minotauro” para no descartarlo como uno de los sospechosos de dar la orden para matar al fiscal.
Entre las primeras pesquisas de los investigadores están las posibles alianzas de políticos paraguayos con narcos como alias “Minotauro”. Sobre ese aspecto trabajaba Pecci antes de morir en una playa colombiana. La orden parece haber llegado desde Pedrojuán, la pequeña capital que, dicen las mismas autoridades paraguayas, se está convirtiendo en la capital narco de América Latina.