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“Las peleas de antes y el poder de Benedetti se han sobredimensionado”: exministro Cristo

El exministro del Interior habla del accidentado Consejo de Ministros y del futuro del Gobierno Petro. Entrevista.

  • Cristo elevó un llamado a que el gabinete se concentre en dar resultados en lo que queda del Gobierno. FOTO Colprensa
    Cristo elevó un llamado a que el gabinete se concentre en dar resultados en lo que queda del Gobierno. FOTO Colprensa
19 de febrero de 2025
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Pasados 10 días de su salida del Gobierno de Gustavo Petro, tras el accidentado Consejo de Ministros de principios de mes, el exministro del Interior, Juan Fernando Cristo, parece haberse quitado un peso de encima.

Luce tranquilo y entusiasmado, aunque reconoce que quiso haberse quedado hasta mayo, como lo acordó en un principio con el mandatario. En diálogo con EL COLOMBIANO, reclama que dentro del propio gabinete y sectores petristas lo señalaban de usar el despacho como plataforma electoral, por ello, prefirió dar un paso al costado.

Se refirió también al rol de Armando Benedetti como jefe de despacho presidencial, advirtiendo que “se han sobredimensionado” sus peleas y poder. Hoy insta a que el gabinete se concentre en dar resultados y dejar de lado la pelotera, al tiempo que habla de sus gestiones a favor del Acuerdo de Paz y lo que falta para reformar el Sistema General de Participaciones (SGP) para hacer realidad la descentralización.

El país ha visto una avalancha de renuncias en el gabinete del presidente Gustavo Petro. De hecho, fue usted quien invitó a que hubiese una renuncia protocolaria masiva, pero hay quienes lo han hecho de forma irrevocable. Antes que nada, ¿su renuncia fue protocolaria –simbólica, podría decirse– o irrevocable?

Yo planteé la renuncia protocolaria de todos los ministros, que finalmente no se abrió camino. En mi caso, presenté la renuncia irrevocable. Yo ya lo había conversado con el presidente y lo acordamos en su momento.

¿Por qué fue irrevocable? ¿Qué lo llevó a apartarse del todo del Gobierno Petro?

Conversé largamente con el presidente y le hice la reflexión. La razón fundamental es que en el ambiente que se había creado en el Gobierno, incluso antes del Consejo de Ministros y con tanto enfrentamiento interno, hubo suspicacias de que supuestamente se estaba haciendo política electoral al mismo tiempo que se ejercía el Ministerio. Eso no es sano ni era conveniente dejar cualquier duda al respecto.

Desde diciembre le había comentado al presidente la necesidad de replantear el gabinete, de abrir espacio y de construir un nuevo escenario de coalición con otros partidos. Hay que decir que también se había generado en ciertos sectores radicales del Pacto y del propio Gobierno la idea de que el ministro del Interior estaba utilizando el cargo para sacar una ventaja política y electoral en provecho propio y no en aras de la gobernabilidad.

El punto de quiebre fue el Consejo de Ministro, ¿estuvo de acuerdo con que fuera televisado?

Francamente me opuse, se lo dije al presidente. No estuve de acuerdo con el manejo de ese Consejo, desde la agenda hasta la transmisión en televisión hasta la reacción de los propios funcionarios, que consideró inadecuada.

En medio de todo este ambiente, consideré que era mejor dar un paso al costado, anticipando un poco lo que habíamos acordado con el presidente, con quien dijimos que me iría en abril o a comienzos de mayo. Para mí era mejor dejar en libertad al presidente para la reconfiguración también del gabinete, de su recta final y de cómo va a organizar el Gobierno.

¿Quién o quiénes le hacían estos señalamientos de usar el Ministerio como plataforma política?

Eran sectores y gente en distintos frentes del Gobierno. Por eso era mejor cortar por lo sano, porque el compromiso que yo asumí con el presidente se cumplió a cabalidad y así lo acordamos frente a la agenda legislativa, el Acuerdo de Paz, el Sistema General de Participaciones.

No le hacen bien al Gobierno ni al presidente quienes estando allí se dedican a generar toda clase de suspicacias y no a trabajar, y a cumplir los programas de Gobierno. Por todo ello, decidí salir con tranquilidad.

¿Los señalamientos eran solo sectores radicales?

Eran sectores de todo tipo, radicales seguramente, pero no solamente en el Gobierno, también en el Congreso. El ambiente no era el más propicio. Yo esperaría, por el bien del país y del Gobierno, que el presidente pueda hacer un buen cambio de gabinete.

Este es el cambio de gabinete tal vez más importante que ha tenido el presidente durante todo su Gobierno. Yo confío en que el presidente pueda realmente reorganizar el Gobierno, dar una línea clara y que el gabinete se pueda concentrar en este año y medio en dar resultados y en mostrar resultados, porque hay campos en los cuales se han venido cumpliendo los compromisos del presidente y los planes del gobierno, pero en otros no tanto. Lo cierto es que en medio de tanta controversia y tanto fuego mediático se pierden.

Recuerdo que habíamos hecho una jornada de dos días con los ministros al comienzo del año, un balance de gestión y allí técnicamente se habían mostrado unos indicadores en unos casos buenos, en otros regulares, y en otros muy quedados, pero daban una idea más clara de en lo que se ha avanzado y lo que hay que rematar.

¿Ese informe del que habla difiere del que presentó el presidente en el Consejo de Ministros y que, al parecer, elaboró Armando Benedetti?

No, ese es totalmente distinto, no tiene nada que ver. El informe que se hizo seria y juiciosamente sin transmisión de televisión durante dos días era cada sector y cada ministerio frente a los indicadores del Plan Nacional de Desarrollo y las metas. En cambio, en el del Consejo de Ministros –según entendí, yo no conozco el documento–, era una serie de compromisos que el presidente había hecho en jornadas de gobierno con el pueblo, en discursos y en plaza pública en distintas regiones. Eso no era de lo más técnico que se haya visto. Lo cierto es que son dos balances totalmente distintos.

¿Cree que el balance que terminó televisado tenía algunos sesgos?

No sé porque no lo conozco y allí hubo cuestionamientos en varios sectores específicos que no son nuevos. El presidente ha mostrado su frustración en algunos casos por la lentitud en el avance de ciertos de compromisos del Plan de Desarrollo.

Pero un informe de incumplimiento de compromisos no derivados de indicadores del Plan, sino de discursos del presidente es más difícil de medir y de valorar.

Retomando lo del Consejo de Ministros, usted –que ocupó la cartera del Interior en el Gobierno de Juan Manuel Santos–, ¿alguna vez había visto una reunión de este calibre con esos enfrentamientos? ¿O son normales?

Yo le he dicho a varios amigos que llaman escandalizados, incluso excompañeros de gabinete, ‘hombre, recuerden tal fecha, tal encuentro’. A mí ese tema me parece medio de doble moral y medio absurdo con gente rasgándose las vestiduras.

En los gobiernos de coalición, que hay en Colombia ya desde hace tiempo, hay necesariamente confrontaciones de visiones de país. Siempre uno trata, por lo menos en mi caso personal, de tramitarlas de la manera más adecuada. Esta no fue la mejor manera. Pero han sucedido esos episodios, lo único es que no se transmitían por televisión.

A mí me tocó en el Gobierno Santos, por ejemplo, con el ministro de Justicia de la época, con Yesid Reyes, estar sentados en la Comisión Primera de la Cámara y que llegara el ministro de la Presidencia de entonces a oponerse a una iniciativa que nosotros estábamos liderando y eso sí fue con televisión y públicamente. Pero así le puedo citar 10 ejemplos. Eso es natural en cualquier gobierno.

El Consejo de Ministros coincidió con que se estaba pensando ya en un ajuste de gabinete y de hecho lo aceleró. Lo que sería importante es que el presidente logre cohesionar un equipo de Gobierno para el último año y medio de mandato. Falta todavía un tiempo importante y se pueden hacer cosas y mostrar resultados de lo que se ha avanzado.

Usted era el ministro encargado de la política y sé que esta decisión fue comunicada por el presidente minutos antes, ¿pero tuvo la oportunidad de comentarle que esa transmisión por televisión tenía que meditarse muy bien?

Sí alcancé a enterarme unas horas antes y planteé que una transmisión del Consejo de Ministros tenía que meditarse y evaluarse muy bien, no se podía improvisar.

La génesis de todos estos roces fue el arribo de Armando Benedetti al gabinete. De hecho, compartieron porque él era asesor legislativo del presidente. En su caso personal, ¿cree inconveniente haberlo sentado en el Consejo de Ministros?

Me parece que reducir un tema de una visión del país y unas diferencias al interior del gabinete simplemente al nombre de una persona no es justo con el país ni con el Gobierno.

Yo francamente, en mi decisión de retirarme, hablé varias horas con el presidente y ese nombramiento ni siquiera salió a flote. El presidente tomó una decisión de un equipo que lo acompaña en el palacio presidencial y al tomar la decisión él es consciente de los riesgos que se toman. Seguro hizo el análisis de los beneficios y costos políticos. Pero creo que las peleas de antes y el poder de ahora de Armando se han sobredimensionado.

Es decir, para usted esos rumores de que el presidente está secuestrado o atado a Benedetti por unos supuestos secretos son cuentos...

Yo nunca los he creído, no de ahora, y se lo digo tajantemente. Su nombramiento es una evaluación política que tiene unos costos, no puedo negar que además hay unos temas jurídicos y que Armando es una figura controvertida, pero es una decisión del presidente.

Aquí somos expertos en ciencia ficción y yo nunca he creído ese cuento la verdad. Me pueden llamar ingenuo, pero lo dije antes de ser ministro: no lo creo de ahora ni de antes.

Entonces, de alguna manera, se podría decir que está de acuerdo con el presidente cuando llama sectarios a quienes se oponen a Benedetti...

No, tampoco. Son enfrentamientos de sectores que lo acompañaron a él. Yo no estuve en la campaña. Tomé una decisión de acompañar este Gobierno porque creo que para este país la llegada del primer gobierno de izquierda democrática es importante y un mensaje clave para la sociedad de acceso al poder por las vías democráticas. Eso normalizó la democracia, creo que con la llegada de la izquierda al poder los que son hoy oposición dentro del establecimiento político están aprendiendo a hacer oposición y saben que si llegan a ser gobierno van a tener que hacerlo mejor que antes, porque ahora hay una izquierda que puede llegar a ser alternativa.

Por otro lado, la izquierda que nunca había llegado ha entendido cuán difícil es gobernar este país. Eso es bueno para Colombia más allá de la evaluación que se haga de los cumplimientos o no del Gobierno, de los escándalos, etc. Yo llegué convencido de que se podía y se pudo ayudar a dar tranquilidad institucional. Ya no estamos hablando de constituyente ni de reelección ni de ampliación de periodos. Está en marcha el calendario electoral. Para mí eso es lo importante, por eso de alguna manera me entristece que termine en un tema que es muy importante para el país y para la democracia una discusión sobre nombres y adjetivos. Hay que mirar mucho más allá. A veces los árboles no nos dejan ver todo el bosque.

Pero con esa seguidilla de escándalos y los líos en ejecución presupuestal, sumado a la baja favorabilidad del Gobierno Petro, ¿la izquierda podrá en el corto plazo ser una alternativa de poder?

Estamos en el ejercicio de la democracia plena y hay una gente que va a seguir apostándole al cambio. Lo peor sería volver atrás. Sería nefasto para el país volver a un pasado de exclusión social y de violencia política. Se ha avanzado como sociedad, pero ya los colombianos tendrán que decidir entre las distintas opciones.

Yo no tengo la bola de cristal mágica para prever qué pueda pasar. Hay tanto candidato, está tan fragmentado el sistema partidista, falta tanto por suceder, que es muy difícil hacer previsiones. Obviamente la izquierda tendrá que asumir, como sucede en democracia, los aciertos y los avances de este Gobierno, que los hay, así se pretende a desconocerlo y también los desaciertos que evidentemente los hay.

Cuando usted le presentó la carta al presidente Petro de su renuncia irrevocable y le expuso que había sectores que lo están señalando de usar el Ministerio como plataforma política, ¿qué le respondió el presidente?

Tuvimos una excelente y muy respetuosa relación y con el presidente. Se cumplió al pie de la letra la agenda que habíamos acordado cuando inicié la tarea del Ministerio y que obviamente necesita ser desarrollada. En el caso de la autonomía territorial queda pendiente la ley de competencias.

En el caso de la aceleración del Acuerdo de Paz ya están para la firma, falta la decisión política del presidente, los pactos de transformación territorial. En la agenda legislativa vamos avanzando. Y lo que hablamos fue de eso realmente.

Para el presidente es claro que hay unos sectores de izquierda que consideran equivocadamente que se puede gobernar solo con la izquierda y que se olvidan que al presidente lo eligieron 11 millones de colombianos, no todos de izquierda.

Olvidan también que no solamente en el caso de este Gobierno, sino en los anteriores, no hay unas mayorías absolutas en el Congreso que le permita tomar todas las decisiones y son necesarias las construcciones de coaliciones y acuerdos, que es lo que hemos liderado desde el Ministerio.

¿Esos acuerdos se hicieron a través de las reuniones que en las últimas semanas con los partidos Conservador, Liberal, La U y los verdes?

Avanzamos en esas conversaciones, yo creo que eso es conveniente para el país. Es representación política. Al presidente Petro una serie de sectores de la opinión lo cuestionan y lo critican ácidamente porque dicen que no quiere hacer sino lo que él piensa, que no escucha, que no quiere concertar, que quiere imponer su visión del Estado, que no hay apertura, que es sectario.

Pero cuando el Gobierno convoca a los partidos a una cosa más amplia, a una representación política abierta, entonces dicen ‘ah, van a comprar el Congreso, es mermelada’. A este debate hay que ponerle seriedad, porque es que si no se vuelve muy difícil.

En un Congreso fragmentado hay que construir mayorías, y las mayorías se construyen con representación política. Eso sucede aquí y en el mundo entero. Eso no es ningún descubrimiento colombiano. Y eso no tiene absolutamente nada de malo. Lo que es malo es entregar los cargos para que se ejerza la corrupción, es entregar feudos a parlamentarios o contratos a cambio de eso.

Un ejemplo de representación política es que el partido Verde asuma la responsabilidad hoy de liderar la reforma laboral en el Senado de la República, que es un proyecto súper clave para el país, para el Gobierno y para los trabajadores de este país.

Así funciona la política y que otros partidos asuman la responsabilidad de otras políticas públicas del Gobierno es absolutamente natural. Con base en eso fue que desde diciembre empezamos con el presidente a tener esas reuniones con los partidos muy abiertas y muy claras y transparentes, definiendo también la agenda del Gobierno.

El Gobierno no tiene ninguna agenda oculta en el Congreso: quiere impulsar la reforma laboral, quiere impulsar la reforma a la salud y quiere darle los dos últimos debates a la jurisdicción agraria en cumplimiento del Acuerdo de Paz. Esos son los temas sobre los cuales se puede construir consensos, no solamente con representación política, sino también modificando las iniciativas del Gobierno para llegar a consensos.

A eso es que tenemos que apostarle en el país y más allá de que ya no esté en el Gobierno, yo voy a seguirle apostando a eso en el futuro. Lo demás es un desastre para Colombia.

Justo cuando usted estaba en esa tarea, buscando consensos y apaciguando los ánimos, sucede lo del Consejo de Ministros. ¿Cree que de alguna manera se afectó ese trabajo con lo ocurrido y las posturas del presidente?

Sí. Si usted me pregunta si lo del Consejo de Ministros salió mal, como diría el exdefensor del pueblo, claro que en mi concepto salió mal. Hay otros que consideran que salió bien. También puede haber retrasos, pero esperemos a ver qué decisiones toma el presidente.

Por eso esta decisión que tiene ahora el presidente –porque es del presidente, de nadie más–, es fundamental. Conociendo al presidente Petro sé que será una decisión de él y solo de él. Eso va a señalar una línea de hacia dónde quiere llevar el año y medio final del Gobierno. Esa es la política, eso es normal.

Espero que sea la línea en la cual se venía trabajando antes del Consejo de Ministros: de concertación, de amplitud, de convocar otros sectores, de reconfigurar el gabinete y convocar a los sectores gremiales y sociales.

Parece una ingenuidad también seguir hablando de acuerdo nacional, pero en este país necesitamos acuerdos mínimos en las relaciones bilaterales con Estados Unidos, ¿por qué no nos podemos poner de acuerdo en cómo vamos a preservar esa relación? ¿En cómo vamos a enfrentar la amenaza del ELN a la democracia colombiana? ¿Por qué no nos podemos unir para enfrentar institucional y militarmente al ELN? ¿Cómo vamos a tramitar la ley de competencias que es una gran oportunidad para un gran consenso nacional alrededor del rediseño del Estado colombiano? ¿O cómo vamos a garantizar en el 2026 unas elecciones tranquilas, seguras y transparentes?

Esos son temas de la mayor importancia para el país, que no le deberían importar solo al Gobierno. Eso es lo que tenemos que pensar y ahí yo pensaría que el presidente va a fijar una línea de concertación. Es la que le conviene al país y la que siempre defendí antes de entrar al Gobierno, durante el Gobierno y que voy a seguir defendiendo fuera del Gobierno.

¿Qué implicaciones tiene que días antes de que el Congreso reanudara sesiones y que incluso se convocara a extras, el Ministerio hubiese estado acéfalo, o mejor, con un ministro encargado?

No diría que el Ministerio estuviese acéfalo. Gustavo García es un profesional extraordinario, conoce el Ministerio casi como ningún colombiano. Desde hace varios años ha trabajado en el Ministerio. Es una persona del servicio del Ministerio del Interior.

Conoce además el Congreso, el Acuerdo de Paz y es una persona de la mayor capacidad. Ahora, habrá que esperar la decisión que tome el presidente frente a su titularidad.

¿Debe el presidente apostar por el ministro García? Se lo pregunto porque hay quienes han sugerido el nombre de Jaime Dussán, hoy presidente de Colpensiones....

Para el Ministerio del Interior siempre hay un sonajero amplio. Obviamente es el despacho más importante en el gabinete y es un honor ser ministro del Interior en Colombia, con todas las dificultades que ello conlleva. Este Ministerio es el que asume todos los chicharrones del país.

Hay buenas opciones. Será el presidente el que resuelva. Pero, más allá del tema de nombres, la decisión que tome el presidente también de alguna manera señalará cuál es la línea que quiere y qué es lo que se va a hacer durante este año y medio del Gobierno.

¿A usted le pareció conveniente esa citación a extras? Salió medio accidentada, no se publicaron bien los decretos, y al final se aprobaron solo siete artículos...

Siete artículos no son menospreciables. Pero palo porque bogas, palo porque no bogas...dijeron que iban a pupitrear la reforma. ¿Entonces fue un fracaso porque no se pupitreó? La de salud es la reforma más debatida en la historia de este país. Recuerdo pocas leyes y reformas de tanta discusión, tanto debate y tanta controversia. Hay muy distintas visiones, muy contradictorias, y hay distintas visiones del sistema que son respetables también.

Nosotros habíamos acordado con el presidente convocar a extras no solamente una semana antes, sino dos semanas antes, pero no solo para reforma de la salud, sino la reforma laboral en la Comisión Séptima. Se demoraron unos días, pero es que el año empezó con crisis de seguridad en el Catatumbo, con crisis de relaciones internacionales, con el episodio de deportados de Trump y con la crisis política del Consejo de Ministros. Eso de alguna manera altera el panorama y altera el escenario.

Algunas de esas crisis fueron responsabilidad del presidente...

No sería tan injusto. Lo del Catatumbo es responsabilidad del ELN y de nadie más. Ojo con eso. Hace 20 años las Farc cometían toda clase de barbaridades y el pueblo colombiano se unía en contra. Ahora el ELN comete esta barbaridad y la oposición juega a ser oposición. Aquí hay un único responsable del Catatumbo y es el ELN. No le pueden endosar esa responsabilidad a la política de paz total ni de lejos.

Le doy una sola cifra: el ELN duplicó su presencia en municipios del país y en número de integrantes durante los cuatro años del gobierno de Iván Duque, no ahora en el Gobierno Petro. Y yo no voy a salir a decir que lo que pasó es culpa del Gobierno Duque que no controló el crecimiento del ELN. El único responsable es el ELN.

En el caso de las relaciones con Estados Unidos hay unas dificultades en la relación bilateral que es lo que tenemos que analizar. Podemos criticar la reacción, el trino, pero hay un tema de fondo que hay que abordar.

Más allá de eso, creo que las extras lograron un resultado, pero para nadie es un secreto que en mi caso, ante estas crisis y con el ministro del Interior renunciado, no era fácil hacer las sesiones estas como se plantearon. El presidente insistió en hacerlas.

Se abrió nuevamente el debate, se avanzaron en unos artículos, pero en su momento consideré que era mejor esperar que comenzaran las sesiones ordinarias. Pero finalmente tampoco creo que haya sido ni un fracaso ni que haya salido mal. Siete artículos son siete artículos en una reforma tan controvertida.

¿Qué pierde la reforma laboral con la salida de la ahora exministra Gloria Inés Ramírez?

Los relevos de ministros son naturales. Gloria hizo una extraordinaria tarea sacando adelante la reforma pensional. Eso significó un desgaste importante con el Congreso, pero avanzamos conjuntamente con ella en este último semestre en la plenaria de la Cámara. La reforma se moderó, se mejoró mucho y se concertó mucho a través de acuerdos con la bancada liberal y conservadora en artículos específicos.

La llegada de Sanguino puede, de alguna manera, ayudar a dar un impulso final a la reforma. Esto es como una carrera de relevos, porque la tarea no es fácil. Hacer cualquier reforma estructural no es fácil.

Una de sus grandes banderas durante todo este periplo por el Ministerio del Interior fue el tema de la paz. ¿Qué balance en este frente?

La bandera fue la implementación del Acuerdo de Paz, no la política de paz total que tenía otros responsables. Pusimos nuevamente la implementación en la agenda pública del país, porque había desaparecido por los cuatro años del Gobierno Duque, que la engavetó, y por la primera parte del Gobierno Petro, donde la política de paz total absorbió la implementación y se confundía.

Segundo, el plan de choque está andando y espero que se siga trabajando en él por parte de las distintas agencias del Estado. Hay un marco claro de la implementación: siete puntos del plan de choque en materia de pactos de transformación territorial, en materia de reforma agraria y en materia de seguridad de la vida de los excombatientes.

El año fue en el que murieron menos números de exintegrantes de las Farc. Lamentablemente este episodio del Catatumbo ha sido trágico para el tema de la seguridad de los excombatientes, pero hay unas políticas andando en esa materia.

Tercero, reentusiasmamos a la comunidad internacional en la cooperación y el compromiso con el Acuerdo de Paz y se está avanzando en muchos temas en los niveles territoriales. Se restableció además el diálogo con la JEP para mirar la mejor manera de avanzar. A la JEP hay que implorarle que imponga cuanto antes las primeras sanciones a excombatientes, tanto de las Fuerzas Militares como de las Farc sin mayores dilaciones.

Ahí quedó caminando un proceso que en este año y medio podemos rematar muy bien para marcar la diferencia. No es fácil la articulación del Estado, no es fácil la articulación al interior del propio Gobierno y del Ejecutivo con los entes territoriales.

No podemos desconocer que hay un problema presupuestal, unas restricciones fiscales que todos conocemos, pero aún a pesar de ello, hay recursos para implementar lo acordado. Queremos que el Catatumbo se convierta en un modelo de lo que tenemos que hacer en las zonas más afectadas por el conflicto para evitar que las violencias se sigan reciclando en Colombia.

¿Y con la llegada de Trump le preocupa que esa financiación en materia internacional pueda correr riesgo?

Es evidente que va a haber dificultades, no para Colombia sino para el mundo entero. Por eso le digo yo que es tan importante que lleguemos a un acuerdo nacional en torno a cómo manejar las relaciones bilaterales con Estados Unidos. Es nuestro principal aliado estratégico. Estados Unidos ha apoyado el Acuerdo de Paz de manera permanente.

Ese cierre, por ejemplo, de USAID y los programas de cooperación, afecta a Colombia seriamente. Pero hay cooperación también de Naciones Unidas, del Fondo Multidonantes, de la Unión Europea y eso se tiene que seguir caminando en esa línea.

El presidente anunció ante el Consejo de Seguridad de la ONU una suerte de ‘fast track’ para acelerar la implementación, ¿eso en qué quedó?

El presidente hablaba de acelerar, no un ‘fast track’ como el que usamos en 2016. A nivel legislativo hemos avanzado. La jurisdicción agraria ya está para debate en plenaria y va a ser una ley muy consensuada. Se aprobó en primer debate la ley que amplía la vigencia de las zonas PDET 10 años más. Se avanzó en una concertación para la ley que regula la protesta social. Se avanzó también y esperamos que comience el primer debate la ley que establece un tratamiento penal diferencial a los pequeños cultivadores.

En parte de implementación legislativa ahí se ha avanzado, cosa que en los últimos cinco años no se había hecho absolutamente nada.

¿Cuál es la frustración que le queda tras su paso por el Ministerio? ¿Quizá el hundimiento de la reforma política?

Hubiera querido, si no se hubiera enrarecido tanto el ambiente político, en estos dos o tres meses acompañar la aprobación de la jurisdicción agraria en Cámara y Senado. También acompañar la agenda legislativa un poco más y dejar más madura la ley de competencias, aunque hemos avanzado mucho. Siempre quedan cosas por hacer.

El sinsabor real es que la clase política colombiana y el Congreso de la República todavía no han entendido y no han dimensionado el problema de legitimidad política que tenemos y se le sigue tomando el pelo a una reforma política que es absolutamente indispensable y necesaria. Siempre se encuentra una excusa para hundirla. Debería ser un tema fundamental del 2026.

¿Y frente al Acuerdo Nacional? Las relaciones entre Gobierno y Congreso siguen marcadas por la pugnacidad...

Se avanzó, hubo acuerdos. El acuerdo con los banqueros, el pacto por el crédito, el acuerdo del norte del Valle intercultural e interétnico. Lo que pasa es que nos quedamos esperando la firma de un gran acuerdo nacional y eso ya no hace parte de los rituales de la democracia colombiana.

Hay que ir construyendo acuerdos permanentemente y se avanzó, pero si usted quiere que le sea franco ese puede hacer otro sinsabor. Considero que la decisión del Consejo Nacional Electoral, equivocada en mi concepto, de asumir la investigación por presunta violación de topes y no remitirla a la Comisión de Acusación, hizo daño a ese clima del acuerdo nacional. Eso generó en el jefe de Estado unas preocupaciones institucionales sobre lo que se podría eventualmente estar construyendo en su contra, que nos dificultó avanzar, y la actitud también intransigente de algunos sectores radicales contra el Gobierno.

Hubiéramos podido avanzar más en el acuerdo, pero yo creo que ese acuerdo no firmado de defensa de la institucionalidad, de descartar mecanismos extraordinarios como los de la Constituyente en este momento, de garantizar el calendario electoral, de respetar las reglas de juego democrática, es un acuerdo en el cual todos estamos.

No se trata de repartir culpas, pero ¿en las dificultades para concretar el acuerdo nacional qué responsabilidad le cabe al presidente?

Él acompañó al acuerdo cuando lo presentamos, pero se encareció el ambiente con esa con esa decisión del CNE. Pero sí hubo acuerdos y hubo avances importantes durante estos meses, siempre se puede avanzar más.

Viene la reglamentación de la ley de competencias frente a la reforma al SGP. ¿Cómo hacer para que el Congreso le camine?

La ley de competencias le interesa a todos los colombianos, a todos los sectores políticos, a gobernadores y alcaldes. Tenemos una inmensa oportunidad, tal vez de repetir lo que sucedió en 1968 con la reforma constitucional de Carlos Lleras Restrepo, que reorganizó todo el Estado colombiano. 56 años después podemos rediseñar el Estado colombiano para los próximos 50 años en Colombia.

Todo esto, para que tengamos un Estado que pueda resolver los problemas de la gente y que pueda garantizar paz y seguridad, que es lo que no se ha logrado y que es lo que los centralistas nunca entendieron en el trámite del proyecto. Ellos hablaban contra la autonomía territorial como si lo que tuviéramos estuviera funcionando bien y es evidente que no está resolviendo los problemas de la gente.

El cronograma señala que la primera semana de abril debe existir el primer borrador de ley de competencias. Hay un compromiso al interior del Gobierno de presentar la ley de competencias el 20 de julio. Veo a la gente del Ministerio de Hacienda jugada a fondo con una buena ley. El panorama parece despejado, pero obviamente habrá debates gigantescos y grandes discusiones. Eso va a ser muy enriquecedor.

¿Cómo hacer para que en el año preelectoral esa iniciativa no termine suscrita a usted y se la quieran endosar con intereses electorales?

Una reforma de esta dimensión no se le puede atribuir a nadie en particular. Hay quienes han ejercido un liderazgo, pero este es un proyecto de país, nadie se pueda apropiar de esta reforma, le interesa a todos los colombianos este espíritu de la autonomía territorial y no estamos haciendo una reforma para el próximo gobierno, sino para los próximos 50 años. Está claro que ni siquiera se va a aplicar en esta reforma.

Yo esperaría madurez de la dirigencia política colombiana para entender lo que nos estamos jugando acá.

El presidente Petro nuevamente arremetió contra el presidente del Senado, Efraín Cepeda. ¿Usted cree, como dice el presidente, que él fue un palo en la rueda para el trámite de los proyectos del Gobierno?

A mí me encanta un Congreso independiente, deliberante y que ejerza el control político. Ese papel del Congreso le sirve a la democracia. Sin embargo, creo que a mi buen amigo Efraín se le fue la mano. Confundió el papel de presidente del Partido Conservador ejerciendo oposición con el del presidente del Congreso. Ahí se equivocó.

¿Cómo están sus aspiraciones con miras a 2026?

Estoy tranquilo porque no soy candidato a nada. Hay exceso de candidatos y sobra tiempo para pensar en eso. Me voy a dedicar a trabajar mucho desde afuera, a estar atento al desarrollo de la ley de competencias. Eso es para mí es la obsesión hoy, que el país avance en autonomía territorial, que podamos hacer una buena ley y entregar un nuevo diseño al Estado colombiano.

Así esté fuera del Gobierno voy a seguir atento a esa discusión. Voy a empezar a salir a las regiones a hablar del tema de autonomía territorial, pero de candidaturas ahora para nada. Estamos tranquilos aquí sin plantear nada de eso. Para eso hay un montón de candidatos ahora distraídos en esa tarea.

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