Cuando Luis Abel Delgado cruzó la puerta del hotel en Bogotá, en 2012, se encontró con la comitiva del entonces jefe de estado venezolano, Hugo Chávez Frías. Lo llevaron hasta una pequeña sala. El gobierno del país vecino se había puesto en contacto con este nariñense para una misión clara: debía tejer la banda presidencial de “El Comandante”.
“Era un hombre muy grande y acuerpado. Frío. Recuerdo que me saludó y después permaneció en silencio. Hablaba lo necesario. Hice lo mismo. Me dediqué a tomarle las medidas”, relata Delgado, un sastre curtido en estrechar las manos de los hombres más poderosos del mundo.
Los papas Francisco y Benedicto XVI, los expresidentes de los Estados Unidos Bill Clinton y Barack Obama, son algunos de los personajes que han optado por utilizar sus piezas.
Luis Abel Delgado dice que va a cumplir 50 años. Es flaco, silencioso y nunca sonríe para las fotos. En su taller de costura en Jamundí (Valle del Cauca) ha elaborado, con la supervisión de sus gatos Argos y Amparo, las bandas presidenciales de los últimos cuatro mandatarios colombianos. El turno este 7 de agosto será para Gustavo Petro.
Así inició
Corría 1977 cuando Delgado conoció las máquinas de coser. Después de la escuela caminaba las calles de El Carmen —un municipio protegido por la cordillera occidental que atraviesa el departamento de Nariño— para ir a la casa de una de sus vecinas.
“Tenía 7 años y la amiga de mi mamá se interesó en que aprendiera a coser. Me explicaba con paciencia. El primer tejido que hice fue un gorrito de color beige. Se lo regalé a mi mamá, María del Carmen, ella falleció ya hace 15 años, me quedó muy machetero”, dice.
El taller, la máquina, las agujas y los hilos lo seducían. Sin embargo, su proyecto de vida estaba puesto en la carrera militar. Pedía a Dios por “un milagro” que le permitiera vestir el uniforme del Ejército y se le cumplió. Las plegarias a la Virgen de Fátima y al Señor de los Milagros hicieron que este hombre fuera seleccionado para el Batallón Presidencial de César Gaviria en 1990.
Delgado hizo labores de mensajería en la fuerza oficial, hasta que se dieron cuenta de su habilidad para tejer.
“Les dije a mis compañeros que sabía hacer muñecos de trapo y que elaboraba los vestidos para algunas figuras religiosas. El cuento se regó. En el Batallón me empezaron a buscar para que elaborara las banderitas de Colombia que se entregaban de cortesía a los políticos y funcionarios diplomáticos”.
Mientras en Colombia se estrenaba una Constitución, en Chile salían aturdidos de una dictadura militar. Llegó su primer cliente. “La primera banda presidencial que elaboré fue para Andrés Pastrana, pero antes me había contactado una funcionaria de la embajada chilena. El encargo era hacerle una banda al dictador Augusto Pinochet”, relata y añade que en 2006 elaboró el símbolo que vistió de presidenta a Michelle Bachelet.
La banda de Pastrana, el último presidente Conservador de Colombia, la repitió 7 veces. Quería que saliera perfecta. Por lo general estos símbolos –que son impuestos por el presidente del Congreso al mandatario del Ejecutivo cada cuatro años– son mandados a hacer por los familiares y amigos cercanos del nuevo huésped de la Casa de Nariño.
El 7 agosto del 2006, Álvaro Uribe asumía como presidente por segundo periodo consecutivo. En el salón elíptico del Congreso recibió la banda de las manos de la entonces senadora Dilian Francisca Toro.
“Me tocó ver que Dilian le colocó mal mi banda. Se la puso al revés. Eso fue una recocha y ocurrió por la falta de ensayo. Ella debió practicar. La entrega de este símbolo significa mucho para un presidente porque contiene los colores y el escudo del país que jura defender”, explica Delgado.
El “Sastre de los Poderosos” cuenta con 26 años de carrera. Se ha codeado con los presidentes Pastrana, Uribe, Juan Manuel Santos e Iván Duque. En el exterior ha trabajado para los mandatarios de Panamá –país del que es ciudadano honorario por su labor–, Brasil, Chile, Ecuador y hasta Estados Unidos.
Los gobiernos de Clinton y Obama lo contactaron para que tejiera, a mano, las banderas que se exhiben en el Salón Oval de la Casa Blanca. Se demoró cuatro meses en hacerlas.
— ¿Qué siente al tener contacto con tantos poderosos?
—La verdad es que no es nada del otro mundo. Son iguales a todos nosotros, no me cuesta mirarlos a los ojos. Todos somos humanos. Para mí es igual de valioso un celador o señora del aseo a un jefe de Estado. Por ejemplo, no se me pasó por la cabeza que la banda presidencial que le hice a Chávez, un hombre que duró 14 años en el poder, iba a ser la última que luciría porque después murió de cáncer.
—De los políticos que conoce, ¿se inclina por alguno?
—No.
—¿Y los Papas cómo son?
—Hablan poco, en general los poderosos hablan poco. A Francisco y Benedicto les he elaborado algunos ornamentos. En septiembre de cada año los visito y les doy regalos, me preguntan que si voy a misa.
—A Petro ya se le vio con su banda presidencial...
—Sí, estaba en la Serranía de La Macarena tomándose las fotos. La banda presidencial se la envié hace unos 20 días con un par de amigos de él.
—¿Qué pasa si el mandatario pierde o daña su banda presidencial?
—Siempre hay un plan B, envío una banda que sirve de repuesto en estos casos. Por suerte, nunca la han tenido que utilizar. Espero que Gustavo Petro no sea el primer caso.