Luis Alfredo Garavito, “La Bestia” o “el Monstruo de Génova”, falleció este jueves 12 de octubre en una clínica en Valledupar, donde pagaba una condena de 40 años por el asesinato y abuso de casi 200 niños en Colombia.
El Inpec confirmó que el peor criminal juzgado en el país por crímenes en contra de niños y adolescentes falleció en la clínica Nueva Santo Tomás del Caribe. Garavito murió hacia la 1:00 p. m. de este jueves en ese centro médico, a donde fue trasladado luego de presentar una recaída en su salud que no podía ser tratada por los médicos de la prisión.
“La Bestia” pagaba una condena de 40 años por delitos como acto sexual violento, homicidio, acceso carnal violento, secuestro simple e incendio culposo. Desde hace más de tres años fue diagnosticado con leucemia linfática crónica, lo que le provocó la pérdida de un ojo.
Le recomendamos: Murió Luis Alfredo Garavito, el peor infanticida y violador de Colombia
En abril de este año se conocieron imágenes de su deteriorado estado de salud a causa de esta enfermedad y otras afecciones relacionadas. Según conoció EL COLOMBIANO, el criminal murió, precisamente, de forma natural, por las múltiples afectaciones de salud que sufría.
Para cometer sus crímenes, Garavito se disfrazaba de todo tipo de profesiones. Así lograba engañar a los niños y jóvenes que luego se convertirían en sus víctimas. Se hacía pasar por sacerdote, anciano, vendedor ambulante, habitante de calle, entre otros, para secuestrar a menores, entre los ocho y 16 años de edad, en al menos once departamentos de Colombia.
Garavito confesó ante la Fiscalía su autoría en la muerte de aproximadamente 182 niños en 11 departamentos de Colombia e informó el país en el que se encontraban los restos que para entonces no habían sido hallados.
En contexto: Revelan impresionantes imágenes del estado actual de Luis Alfredo Garavito
Además, confesó que desde 1982 abusó sexualmente de aproximadamente 200 menores de edad. La mayoría de las víctimas del confeso depredador eran niños de familias de escasos recursos e incluso menores huérfanos o en situación de habitantes de calle. Su modus operandi era ofrecerles comida, dulces o dinero a los menores para ganarse su confianza y luego llevarlos a zonas inhabitadas para abusar de ellos y asesinarlos.