En sus últimas horas de vida, el coronel Óscar Darío Dávila Torres –salpicado en las chuzadas a la exniñera de la entonces jefa de gabinete, Laura Sarabia– recolectó y entregó 50 millones de pesos para pagar los honorarios de un abogado. Habló con la prensa, acompañó a su familia al aeropuerto y llamó a su hermano para celebrar que los niños indígenas del Guaviare habían aparecido.
¿Para qué un suicida gestionaba cómo responder ante la justicia?, ¿cuántos fueron los disparos dentro de la camioneta blanca en la que murió?, y ¿por qué el policía que lo acompañaba dejó su arma de dotación en el carro? Todas esas son preguntas que siguen sin responder y que quedarán en la incógnita hasta la próxima semana, cuando se revele el informe de Medicina Legal tal como lo anunció la Fiscalía.
Mientras tanto, el croquis de los últimos días del coronel se reduce a movimientos dentro de Bogotá y a una serie de encuentros secretos con los que Dávila planeaba su defensa.
Para empezar, el coronel Dávila Torres no era cualquier oficial de la Policía. Se trataba de un importante hombre del equipo de seguridad de Presidencia que se encargaba de dirigir las “avanzadas” a cada uno de los lugares que visitaba el presidente Gustavo Petro y su círculo más cercano.
Pero, antes de llegar ahí, Dávila había trabajado dentro de una investigación de la Policía contra el Clan del Golfo, justo el mismo grupo armado en cuyos expedientes aparecieron chuzados los teléfonos de Marelbys Meza y Fabiola Perea, dos exempleadas de Sarabia.
Por esos hilos de poder, los investigadores creían que el coronel era una pieza clave para dar con quiénes ordenaron las chuzadas y cómo se dio ese supuesto entramado criminal que, hasta ahora, podría salpicarlo a él y a su jefe, el director de la Casa Militar, Carlos Feria.
Con todo eso claro, el mismo coronel escribió una carta el 2 de junio en la que se comprometía a cooperar con la Fiscalía, pero la radicó solo tres días después, el lunes antes de su muerte.
Aún sin que esa entidad lo llamara a declarar oficialmente, se supo que apenas dos días después, el 7 de junio, la Fiscalía envió a siete agentes del CTI a allanar el piso 13 de la DIAN, la sede desde la que trabajan Feria y Dávila y dentro de la que los investigadores buscaban pruebas de las interceptaciones ilegales.
A partir de ahí –según ha dicho el que sería su abogado, Miguel Ángel del Río–, Dávila se empezó a sentir presionado y a buscar cómo defenderse ante la justicia.
Fue así como al día siguiente, el jueves, buscó reunirse con Del Río para proponerle que fuera su apoderado en el duro proceso que le esperaba ante los jueces.
Durante esa reunión, el coronel pactó entregar una suma inicial de 50 millones para que el abogado iniciara el proceso de defensa.
Pero no los tenía en ese instante, así que se dedicó la tarde de ese jueves y la mañana del viernes a encontrar el dinero y entregarlo en efectivo.
Un par de minutos después, a eso de las 4:17 p.m. del viernes, Dávila recibió la llamada de la periodista Sylvia Charry, de Cambio, y, en medio de una conversación incómoda, le dijo que no podía dar declaraciones sobre el tema porque “lo acababan”.
Esa fue su última conversación con la prensa. Luego se reportó con su familia y apenas cinco minutos después de hablar con su hermano apareció muerto.
Las circunstancias de ese momento aún son confusas. Se sabe que la camioneta parqueó a las 6:05 p.m., que el policía que lo acompañaba se bajó del vehículo a las 6:13 p.m. y que cuatro minutos después hallaron el cadáver con un disparo que, a simple vista, indicaba un suicidio.
Lo curioso fue que a la escena llegó primero la Guardia Presidencial y luego la Fiscalía, todo eso pese a que había una sede de la entidad a escasas cuadras donde ocurrieron los hechos.
Por ahora, la Fiscalía se ha limitado a decir que está haciendo las pesquisas correspondientes y que entregará el informe forense la próxima semana, aún cuando la mayoría de esos documentos está lista en de 72 horas.
Los que sí están convencidos de que se trató de un suicidio son el presidente, el ministro de Defensa, Iván Vélasquez, y sus círculos.
Apenas 12 horas después de que el cadáver fuera removido, Petro trinó que Dávila había “muerto por suicidio” sin mostrar pruebas ni esperar el resultado forense. Y lo mismo Velásquez, quien primero dijo que había dos disparos y luego se retractó diciendo que era uno solo con dos orificios de salida.
Esas declaraciones en un caso en que están involucrados varios de los alfiles más cercanos a Petro, no han caído bien y hasta han generado suspicacias. ¿Por qué está tan interesado el jefe de Estado en que quede claro que fue un suicidio y no una muerte provocada? Ahí está la nuez del asunto que tiene a Dávila como el movimiento más drástico en todo el caso Sarabia.
Los últimos días y horas del coronel Dávila
Miércoles 7 de junio: el cti allanó el piso 13 de la dian buscando pruebas del polígrafo
Apenas dos días después de que el coronel Dávila radicara una carta con la que se comprometía a colaborar con la Fiscalía, el Cuerpo Técnico de Investigación de esa entidad, CTI, realizó un sorpresivo allanamiento al piso 13 del edificio de la DIAN. El operativo estuvo a cargo de siete investigadores que estuvieron en esa misteriosa oficina de la Presidencia de la República por lo menos durante nueve horas. Según confirmó el mismo Petro, allí trabajaban Dávila y otros miembros de la Fuerza Pública encargados de revisar los sitios a los que asistiría el presidente. Sin embargo, se cree que desde allí también se pudieron haber coordinado las interceptaciones a la exniñera Marelbys Meza y otra exempleada de Laura Sarabia. Tras su salida, el CTI se llevó memorias USB, computadores y documentos con archivos de la Presidencia.
Jueves 8 de junio: la importante reunión un día antes de la muerte
Por lo menos 24 horas antes de su muerte, el coronel sostuvo una importante reunión para preparar su defensa. El encuentro ocurrió en el Restaurante Maki del prestigioso Hotel La Fontana, en Bogotá. Allí asistieron Dávila, el abogado Miguel Ángel del Río y dos viejos conocidos de la justicia colombiana: el mayor Jeferson Tocarruncho y el intendente Wadith Velásquez, ambos señalados de interceptar ilegalmente a cinco de sus compañeros en el caso de la Ñeñe política. En ese encuentro, Del Río le pidió entre 400 y 500 millones de pesos por defenderlo, pero Dávila dijo que no tenía ese dinero y ofreció un primer pago de $ 50 millones que el equipo aceptó. Según el abogado, ese día el coronel Dávila ya se sentía bastante presionado por los agentes de la Fiscalía y las constantes llamadas de la prensa.
Viernes 9 de junio: ¿Muerte o suicidio?
10:25 p.m. Dávila buscó los $50 millones para el abogado
Luego de la reunión con Del Río, el coronel Dávila se comprometió a consignar ese viernes $30 millones como anticipo. A las 10:25 de la mañana, uno de los investigadores de Del Río lo llamó y le dijo que Dávila ya tenía la plata, pero que solo los podía entregar en efectivo.
3:50 p.m. La entrega del dinero en efectivo
Más de cinco horas después, el coronel logró recolectar los $20 millones restantes y se comunicó con el investigador para que se encontraran. Una vez estuvo en el lugar, Dávila sacó un maletín con $50 millones y se los entregó al equipo para que lo representaran.
4:17 p.m. “Me acaban”: la última llamada con la prensa
En ese bache entre la entrega del dinero y su muerte, el coronel contestó la llamada de una periodista de Cambio. Ahí, negó tener detalles de las chuzadas a la niñera del caso Sarabia y dijo que no se podía “pronunciar sobre esto” porque si hablaba “lo acababan”.
6:05 p.m. La camioneta llega al lugar del deceso
Pasadas las 6:00 de la tarde, la camioneta en la que se movilizaban el coronel Dávila y su policía de compañía parqueó en la Calle 22 con Carrera 48, un custodiado sitio ubicado en la localidad de Teusaquillo, en Bogotá, que queda cerca a la Fiscalía, la Embajada de EE.UU. y un batallón del Ejército (Ver Mapa)
6:13 p.m. Dávila llamó a su hermano para celebrar
Minutos antes de su muerte, el coronel llamó a su hermano para celebrar por la aparición de los cuatro niños del Guaviare. Dávila se mostró contento y dijo que era un milagro. Cinco minutos después, el policía que lo acompañaba se bajó de la camioneta a comprar una botella de agua.
6:17 p.m. La muerte: ¿suicidio u homicidio?
Después de que se quedó solo, un disparo acabó con la vida del coronel Óscar Darío Dávila. Pese a que el ministro Velásquez dijo que habían sido dos disparos, luego dijo que en realidad fue uno que causó dos orificios de entrada y salida. Aún es incierto si se trató de un suicidio o un homicidio.