“Es un milagro de Dios”, dijo Lorena. “Estoy muy emocionada”, agregó Jacqueline. Las dos hermanas armeritas se volvieron a reencontrar después de 30 años de estar separadas por cuenta de la tragedia que sepultó el 13 de noviembre de 1985 a Armero, ‘la Ciudad Blanca de Colombia’.
Jacqueline hoy tiene 39 años. Para entonces, con apenas 9 años de edad no volvió a saber del resto de su familia, pues tras la avalancha fue entregada a un hogar sustituto del Bienestar Familiar en el Tolima.
Fue adoptada por la familia Vásquez Sánchez, que además de otro hogar le dio mucho amor, varios hermanastros y estudio, aunque ella no quiso graduarse. Hoy se dedica a la confección.
Lorena, cuyo verdadero nombre es Zully Janeth, tenía apenas dos años y nueve meses cuando perdió a toda su familia. Creció en el hogar de los Santos, que también le dieron afecto, otros hermanastros y estudio. Hoy, a los 33 años de edad y con una hija de cinco años (Sofia), es graduada en Veterinaria y Zootecnia. Jamás se imaginó que tenía una hermana mayor.
Todo comenzó hace un año cuando Lorena, en una de sus visitas a la destruida Armero, supo por una partida de bautismo que llegó a sus manos los nombres de sus padres. Fue entonces cuando decidió grabar un video que luego fue publicado en la página web de la Fundación Armando Armero. En él daba los nombres de sus progenitores, y pedía encontrar a su verdadera familia. “Siempre supe que yo había sido adoptada, mis padres (sustitutos) me lo dijeron desde niña, pero yo quería buscar a mi familia”, cuenta.
Hace algunas semanas alguien le compartió a Jacqueline ese video a través de su cuenta en Facebook. Ella dice que no le puso cuidado a lo que se decía en la cinta, pues se concentró fue en la imagen de Lorena. “Vi el video una y otra vez, me entraron muchos nervios, y ahí fue cuando supe que tenía una hermana. Entonces llamé a Fernando González, director de la Fundación Armando Armero, le hablé del video, de mi hermana”.
Con ayuda de Servicios Médicos Yunis Turbay, el centro de genética que dirige el científico colombiano Emilio José Yunis Turbay -entidad que apoya a la Fundación Armando Armero realizando gratuitamente las pruebas de ADN a los interesados- se les practicó a ambas las pruebas de ADN mitocondrial.
“El ADN mitocondrial es el que heredamos todos los seres humanos de nuestra madre. En este caso el careo dio positivo, es decir, Lorena y Jacqueline lo compartían, era el mismo, la pruebas genéticas daban una compatibilidad del 100 por ciento”, explicó el médico Juan José Yunis, subdirector del centro científico.
Con los resultados en la mano, Fernando González las llamó a las dos el domingo pasado. Por teléfono, y sin conocerse, hubo un primero encuentro entre las dos hermanas, duró muchos minutos. “Hubo mucho llanto”, dice Fernando.
Él mismo se encargó de coordinar el reencuentro. Lorena viajó con su hija Sofia desde Ibagué. “Apenas he dormido dos horas”, cuenta, pues la ansiedad y los nervios por conocer a su hermana eran evidentes. “Nunca supe que tenía una hermana mayor”, dice, ya con más tranquilidad.
Jacqueline, mientras tanto, no dejó de pensar todo el tiempo en el reencuentro con su hermana. “Todavía no puedo creerlo”, dijo con voz entrecortada.
Como hermanitas
Al llegar a la sede la Fundación Armando Armero, las dos mujeres ya se habían visto en la mañana de hoy jueves. Se abrazaron, lloraron, se prometieron no volver a separarse nunca más.
Las dos narraron lo felices que estaban, permanecieron todo el tiempo cogidas de la mano. Lorena con un pantalón beige, camisa negra, chaqueta azul oscuro y botas negras. Jacqueline de blusa blanca, jean azul y zapatillas grises.
Las pruebas de ADN no mienten: Es extraordinario su parecido en ciertas facciones como el color de la piel, la nariz, las cejas y hasta la sonrisa. Las diferencia la estatura, pues Lorena mide 1,70, Jacqueline apenas llega a 1,58. “Tenemos los mismos lunares en la cara y en el ombligo. No cabe duda de que somos hermanas”, contó entre risas Jacqueline.
Lorena se enteró por Jacqueline que otra hermana suya murió después de la tragedia de Armero. Tenía 15 años de edad, pero nunca volvió a saber de sus padres.
Hoy, tres décadas después de su reencuentro, las dos mujeres se prometieron en público y en privado, que no se volverán a separar, aunque cada una segurita en su ciudad. “Seguiremos en contacto”, dijo Lorena.