El eco de los motores rompía el silencio de las montañas en el Suroeste antioqueño hace 100 años. Ahora lo hacen las risas y el cadeneo de las motos con la adrenalina de los turistas cruzando los túneles y caminos de rieles que alguna vez sostuvieron al legendario Ferrocarril de Amagá.
Pero al llegar al puente Quitasueños la emoción se mezcla con el temor. Bajo sus pies, las maderas podridas se tambalean dejando entrever un abismo de 50 metros.
“Ya hasta la parte de cemento esta mala y con huecos”, dice Teresa, una vendedora que tiene su casa ubicada hace más de 40 años en la orilla de la estructura.
Este viaducto, un testimonio de la ingeniería antioqueña del siglo XX, ha sido absorbido por el turismo. Glampings, empresas de turismo y moteros en Instagram promueven recorridos por el antiguo trazado ferroviario que conecta a Amagá con Fredonia y Caldas. Sin embargo, los riesgos son evidentes, y el deterioro del puente Quitasueños pone en jaque la seguridad de quienes se aventuran a cruzarlo.
Un legado ferroviario
La historia del Ferrocarril de Amagá se remonta a 1907, cuando el Congreso de Colombia aprobó su construcción. Diseñado por Francisco Javier Cisneros, este proyecto fue financiado con un millón de pesos oro. En 1911, el presidente Carlos E. Restrepo puso ceremoniosamente el primer riel del trayecto entre Medellín y Caldas. Tres años después, el tren llegó a Amagá, haciendo historia en la conexión entre el Suroeste antioqueño y la capital del departamento.
A pesar de los devenires naturales, como los derrumbes y los terrenos escarpados, el ferrocarril logró consolidar el desarrollo urbano e industrial de la región. Municipios como Caldas, Fredonia y Bolombolo crecieron alrededor de sus estaciones. Además, el transporte de carbón de Amagá impulsó la economía regional, abasteciendo a las industrias de Medellín y reduciendo los costos operativos de otros ferrocarriles.
Sin embargo, el paso del tiempo y la falta de mantenimiento han dejado su huella. A más de un siglo de su construcción, las estructuras del viaducto, incluidos sus cinco túneles y puentes, están en un estado crítico. Especialmente el puente Quitasueños cuya madera carcomida y huecos representan un peligro latente.
Este puente esta ubicado en la vereda La Delgadita, la cual, según el alcalde de Amagá, Wilser Molina, está bajo jurisdicción de Fredonia y Caldas.
A pesar de los riesgos que a simple vista se divisan en su estructura, el viaducto se ha convertido en un atractivo para los más aventureros. Algunos glampings ofrecen recorridos en cuatrimotos y buggy por 230.000 pesos para dos personas; al dejarlos en la orilla, les entregan a sus clientes un pañuelo para encintarlo en las barandas del puente con una frase de preferencia romántica para salvaguardar la tradición de parejas que allí crearon.
Otras empresas organizan caminatas guiadas por 120.000 pesos cada 15 días. Los caminantes atraviesan estos túneles y viaductos de hasta 80 metros de altura, guiados por la promesa de una experiencia única.
“Esto se llena de motos y gente los fines de semana intentando cruzar ese puente, algunos prefieren no mirar para abajo mientras cruzan”, comenta Teresa desde su casa, convertida en punto de descanso para los visitantes.
A pesar de las advertencias, muchos cruzan el puente Quitasueños, ignorando el peligro que representan sus maderas podridas y barandas tambaleantes.
Un turismo sin control
El turismo ha puesto en riesgo la integridad del puente y también ha cobrado vidas. En 2021, Yecenia Morales, una abogada de 25 años, falleció al realizar un salto de bungee jumping desde el puente sin estar correctamente asegurada. Más recientemente, en septiembre de 2023, Hassan Abdullah Khan, un turista paquistaní, murió al caer desde su motocicleta mientras cruzaba la estructura.
Luis Carlos Hernández, comandante de los bomberos voluntarios de Amagá, le comentó a este medio: “Este no es un lugar seguro para realizar turismo ni para pasar con motos o caminatas”.
Sin embargo, en grupos de WhatsApp y redes sociales, los moteros continúan promoviendo la travesía, aconsejando evitar el puente con motocicletas mayores a 200 kilogramos.
La responsabilidad sobre el puente Quitasueños recae en una zona administrativa gris. Según el alcalde Wilser Molina, el viaducto pertenece a los municipios de Caldas y Fredonia. “Nosotros usufructuamos el lugar porque estamos cerca, pero la autorización para la prohibición del uso turístico debería venir de esos dos municipios”, afirma.
Y concluye: “Sin embargo, por ahí siguen pasando de manera imprudente los turistas, porque el paso debería estar restringido por parte de las dos alcaldías”.
El alcalde de Caldas, Jorge Mario Rendón, asegura desconocer que se realicen actividades turísticas en el puente. También nos pusimos en contacto con el alcalde de Fredonia, Aldubar Vanegas, pero no obtuvimos respuesta. Esta falta de claridad ha permitido que el turismo crezca sin regulación, agravando el deterioro de la estructura.
Existe un grupo dedicado a la difusión y conservación del patrimonio, llamado Vigías del Patrimonio Cultural del municipio de Amagá, una iniciativa apoyada por el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes, a través de la Dirección de Patrimonio. Estos han creado un texto que prioriza el ferrocarril de Amagá.
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Este material está diseñado para enseñar a niños y jóvenes, además de fomentar el cuidado y la conservación de este patrimonio centenario en instituciones educativas.
Para la comunidad, el viaducto representa un orgullo histórico y una preocupación constante. Teresa recuerda cómo su hermano cayó del puente hace años y, milagrosamente, sobrevivió. “Esa madera ya está podrida y en cualquier momento uno ve como se caen los troncos”.
A pesar de las advertencias, los fines de semana el lugar se llena de turistas que zigzaguean para esquivar los huecos y capturar la mejor fotografía para sus redes sociales.
El viaducto del Ferrocarril de Amagá cumple más de un siglo de existencia y, mientras tanto, los turistas siguen llegando, desafiando el tiempo y la seguridad, en un lugar donde la línea entre el pasado y el presente se tambalea tanto como las viejas maderas del puente Quitasueños.