A los policías antinarcóticos que estaban en el puesto de control, en una vía ubicada entre las ciudades de Pasto e Ipiales (Nariño), les pareció extraño que un motociclista transportara una bolsa plástica amarrada a la parrilla, la cual se agitaba como si tuviera vida propia.
Cuando iban a darle la señal de pare, el ciudadano esquivó los conos y aceleró. Los uniformados emprendieron su persecución, hasta hacer que se detuviera en el sector San Puyes, cerca de la frontera con Ecuador.
El motociclista se excusó, afirmando que evitó el retén porque no tenía los documentos del vehículo; sin embargo, el movimiento de la bolsa llamó de nuevo la atención de los servidores públicos. Al abrirla, se asomó un perrito criollo de dos meses de nacido, que luchaba por respirar.
“Es una mascota que tengo que llevarle a mi hijo”, explicó el sospechoso, pero en breve su mentira quedó al descubierto.
El cachorro tenía adherido a su cuerpo un paquete, con cinta de enmascarar, que contenía 669 gramos de morfina, una sustancia empleada para la producción de heroína.
Esta mercancía, decomisada el pasado 9 de febrero, pertenecería a una organización criminal dedicada al tráfico de esa droga entre el departamento de Nariño y la ciudad de Medellín.
En exclusiva, fuentes cercanas al caso le contaron a EL COLOMBIANO que la investigación comenzó en 2018 y se concretó al relacionar cinco incautaciones de esta clase, incluyendo la del cachorro, que sumaron 15 kilos de heroína.
Los policías de la Dirección Antinarcóticos establecieron que el opiáceo era comercializado por traficantes antioqueños, usando una ruta terrestre que comenzaba en el sur del país y atravesaba Cauca, Valle y el Eje Cafetero, hasta llegar al Valle de Aburrá.
La cadena de narcotráfico
Según las pesquisas, la amapola es cultivada en el municipio de La Cruz, en Nariño; las sustancias extraídas a la flor se procesan en laboratorios artesanales, localizados en áreas campestres de Ipiales.
Una vez convertida en heroína, la droga es transportada en motocicletas, como en el caso del perrito, y ocultada en caletas acondicionadas en automóviles. Luego de un trayecto de 884 kilómetros, la descargan en Medellín.
Uno de los puntos de acopio identificados era una vivienda en el barrio Santa Teresita, donde se coordinaba la venta a domicilio y se surtía a los “dealers”, quienes la llevaban a los clientes recomendados y a las rumbas de las zonas rosas de El Poblado y Laureles.
Por teléfono, los implicados se referían a la heroína como “el jugo” o “la gaseosa”, y vendían la dosis (0.5 gramos) a $20.000 o $30.000.
La operación
Con las pruebas recolectadas, los agentes ejecutaron una operación el pasado 5 de marzo, capturando a siete personas. En Ipiales arrestaron a Luis Nolberto Ayala (“el Paisa”), supuesto transportador del estupefaciente; a Rubén Darío Tique (“Carray”), presunto químico y proveedor de la organización; y a las hermanas Paula Andrea y Ana Alicia Flórez, señaladas de lavar el dinero de las ganancias en cuentas bancarias.
En una vivienda de Popayán (Cauca) detuvieron a Orlay Sánchez Buitrago (“Barbas”), supuesto financiador del grupo; y en Medellín, a los hermanos Fausto y Óscar Linier Morales Pérez, presuntos cabecillas y socios capitalistas de la red. Estos últimos, apodados “Fausto” y “Raúl”, respectivamente, son fanáticos del motocross y comercializan elementos y prendas para este deporte.
Ambos estaban en la casa del barrio Santa Teresita, que fue allanada por los uniformados. Adentro encontraron una pistola Glock 9 milímetros, un revólver Llama calibre 38, cuatro partes de fusil Sig Sauer, cuatro proveedores para pistola y cuatro para fusil 5.56, al igual que 600 cartuchos para armas de distintos calibres.
También hallaron 46’029.000 pesos, instrumentos de laboratorio (grameras, tubos de ensayo, etc.), artículos para empacar el estupefaciente, 16 gramos de 2CB (cocaína rosada) y lo que más sorprendió a los investigadores: dos kilos de heroína.
“Eso es demasiado, considerando que de un solo gramo se extraen cuatro dosis. Es decir, que de esa cantidad pueden salir 8.000 dosis”, relató uno de los policías. “Y eso no es todo -prosiguió-, porque en la casa había ketamina, una sustancia empleada para mezclarla con la heroína y aumentar su volumen. Se sacrifica la pureza de la droga, pero esas 8.000 dosis las pueden triplicar”.
La heroína es una droga potente y los investigadores precisan que quien la consume por primera vez tiene un 90% de probabilidades de caer en la adicción, además de sufrir graves padecimientos cuando es adulterada.
Las autoridades calculan que entre enero de 2016 y el primer trimestre de 2018 la estructura blanqueó 15.671 millones de pesos, producto de las actividades de narcotráfico. También tratan de establecer si además de expender el opiáceo en Antioquia, Nariño, Valle y Cauca, la red clandestina lo exportaba a Estados Unidos.
En Medellín, según la Policía, un kilo de heroína se vende por $18 o $20 millones en el mercado negro; ese mismo kilo en Miami puede costar de 25.000 a 30.000 dólares, y en ciudades como Nueva York y Washington de 50.000 a 65.000 dólares.
La banda fue judicializada por cargos de tráfico de estupefacientes, concierto para delinquir, lavado de activos y porte ilegal de armas de fuego, los cuales fueron rechazados en el estrado por los imputados. A los siete detenidos el 5 de marzo, se sumaron cinco transportadores capturados entre 2018 y 2019 y una notificación en la cárcel para el interno Jaime Alirio Rodríguez, otro supuesto químico, para un total de 13 procesados.