El “Bronx” de Medellín es un infierno en miniatura, ardiendo a la vista de todos en pleno centro de la ciudad, por el que a diario arrastran sus almas cerca de 700 mendigos y esclavos de la droga, dando tumbos por las aceras mugrosas y estacionando sus cuerpos roídos en casas y hoteles que ofrecen veneno para el cerebro.
Y como todo averno, el “Bronx” tiene un diablo que lo rige con fusta de hierro. Durante 10 años, en el bajo mundo se referían a ese personaje como “don Ómar” o “Máximo”, hombre temido y respetado por vasallos y enemigos, al que parecía rodearlo una muralla de impunidad.
Ese muro comenzó a derribarse esta semana, cuando la Policía y la Alcaldía revelaron su identidad, dejando pasmados a muchos que lo estimaban por ser comerciante, emprendedor y amante de su familia: Ómar Darío Mazo Monsalve, de 43 años y nacido en el municipio antioqueño de Briceño.
La Sijín allanó el miércoles pasado la finca en la que pernoctaba, en la vereda El Noral de Copacabana, y le incautó una escopeta sin salvoconducto. La foto de “don Ómar” apareció en los medios de comunicación sin camisa, exhibiendo el tatuaje de alacrán en el pecho, por el que varios testigos lo identificaron en la investigación de la Dirección de Fiscalías contra la Criminalidad Organizada.
También fue capturada su esposa Yuli Alexandra Idárraga Marín (”la Mona”), de 37 años y oriunda de Caloto (Cauca). En los perfiles públicos de sus redes sociales, la pareja posa sonriente y apacible para las cámaras, una imagen que contrasta con las denuncias que reposan en el expediente judicial, que hablan de un matrimonio que, presuntamente, gobierna las plazas de vicio con mano cruel.
En las audiencias de control de garantías, realizadas el jueves y el viernes ante el Juzgado Segundo Penal Ambulante de Antioquia, los esposos lucieron nerviosos, mientras el fiscal enumeraba una por una las atrocidades que les imputaron. El relato permitió conocer cómo funciona esa mina de estupefacientes, miseria y dinero llamada “Bronx”.
Una fortuna entre la miseria
El “Bronx” es un lugar enclavado en el corazón de la metrópoli, específicamente en la avenida De Greiff (calle 53), entre las carreras 52 y 57. Los ciudadanos lo bautizaron así por su similitud con una de las ollas de vicio más grandes de Bogotá, llamada igual que el famoso distrito neoyorkino.
A diario lo recorren miles de vendedores informales, prostitutas, empleados y transportadores que conforman la fauna típica de la jungla que es el Centro, soportando la congestión vial, el calor y la atmósfera impregnada de olor a orín. Todos son inquilinos que cruzan las calles a paso veloz, temiendo un atraco, pero los huéspedes son los mendigos. Encontraron en ese sector algo parecido al hogar, donde todos son iguales en la desgracia, donde nadie parece juzgarlos.
Para la Fiscalía, “don Ómar” y “la Mona” son quienes explotan esa situación, con fines de riqueza. El ente acusador detalló que al parecer lideran una organización criminal denominada “la Convivir del Bronx”, dedicada al tráfico de drogas, extorsiones, homicidios, desplazamientos, torturas y lavado de activos.
Por medio de testaferros, la pareja habría comprado la mayoría de edificaciones y locales del área para convertirlos en una fábrica de empaque y distribución de alcaloides. “La señora Yuli tiene una cafetería en la avenida De Greiff, que usa como fachada para sus negocios, y con la plata de la droga construyó ahí cerca el hotel Azul Polar”, declaró una de las víctimas*, citada por el fiscal.
Desde el “Bronx” se surten las plazas de vicio (”mesas”) de los vecindarios aledaños, como San Benito, La Candelaria, El Raudal, La Veracruz, la Plazuela Rojas Pinilla y los alrededores del Museo de Antioquia y la Plaza Minorista. Para controlar esa red, la “convivir” cuenta con el apoyo de la banda “la Terraza”, según el general Óscar Gómez, comandante de la Policía Metropolitana.
Un jíbaro retirado*, que trabajó para la organización, explicó a las autoridades que se vende basuco, marihuana de distintas variedades y pepas sintéticas. En promedio se expenden 5.000 cigarrillos de hierba al día, que dejan una ganancia de $10 millones; al mes, los ingresos ilícitos oscilan entre los $750 millones y los $1.000 millones, sumando los $200.000 y $300.000 que deben pagar los locales comerciales extorsionados. “Cada tres horas hay que liquidarle el dinero a Yuli y Ómar”, dijo el expendedor.
Los indigentes son obligados a transportar las dosis de esquina a esquina, o sobornados con unos cuantos gramos para aliviar su narcodependencia. Si en ese trasegar se pierde la mercancía, el castigo es la pena de muerte.
Y si alguno de los “dealers” queda desabastecido por decomisos de la Fuerza Pública, “la Mona” los surte de nuevo, les da “un plante” y cobra un impuesto ilegal por el servicio.
En el operativo del miércoles también fueron capturados Elvia Rosa Salas Suárez (”la Negra”) y su hijo Juan Pablo Grajales Salas (”Juanpi”), a quienes los testigos señalaron de coordinar, en una casa de dos pisos del sector, la elaboración y distribución de los baretos de cannabis. Ellos son la viuda y el vástago de alias “don Carlos”, el primer diablo que reinó en el “Bronx”, quien fue aniquilado hace una década, antes del ascenso de “don Ómar”.
La cripa es traída por tierra desde el departamento de Cauca. El principal socio en esta empresa era Eladio Correa Villegas (”Ramón”), apodado el “rey de la marihuana”, quien a sangre y fuego se apoderó desde 2016 de una ruta de tráfico entre el Valle de Aburrá y los municipios de Corinto, Toribío y Miranda, tal cual denunció EL COLOMBIANO en sendos reportajes. Correa está preso desde septiembre de 2017.
Según fuentes judiciales, fue “don Ómar” quien le enseñó a “Ramón” cómo sobresalir en ese inframundo de los estupefacientes y amasar una fortuna manipulando la podredumbre humana.
El parqueadero del terror
Para sus allegados, Ómar Mazo es un patrón amable. Varios fueron a respaldarlo en el estrado, preocupados por su salud. Ellos conocen su lado empresarial, como comerciante de compra y venta de vehículos y productos agropecuarios, administrador de grúas, rentista de propiedad raíz, finquero, amante de los caballos y gomoso del camper cross.
Pero sus presuntas víctimas le temen al aspecto más siniestro de su personalidad, un lado oscuro que, de acuerdo con las denuncias, lo dominaba cuando dirigía su imperio desde el estacionamiento El Bodegón (calle 56 con carrera 54). “Él es dueño de un parqueadero donde guardan armas, drogas, carros robados y torturan personas, las matan y las meten en canecas plásticas para desaparecerlas”, manifestó un afectado*, agregando: “allá no se hace nada sin que lo ordene ‘don Ómar’”.
Uno de esos episodios ocurrió en marzo de 2017, cuando un joven llegó al “Bronx” en un automóvil de alta gama, a comprar droga. A la banda le pareció sospechoso, así que lo apresaron y lo llevaron a El Bodegón. Allí le dieron un paliza y le extrajeron información personal y de su familia, hasta que accedió a dar dinero para que no lo mataran. Dos horas más tarde llegó su hermano con el pago y ambos se fueron con la advertencia de nunca denunciar lo sucedido, o serían asesinados.
Para sostener ese régimen de terror, el cabecilla cuenta con el apoyo de lugartenientes y sicarios, como “Blanco”, “Janiel”, “la Chinga” y “el Ingeniero”, entre otros, quienes ejecutan a todo aquel señalado de robar el botín o la mercancía de las plazas. La Fiscalía cuenta con registro de delitos cometidos desde 2013, que incluyen los homicidios de habitantes de calle y jíbaros con los motes de “la Ratona”, “Caliche”, “Lucho”, “Jaime”, “el Negro” y “Caravana”.
Entre los muertos hay una pareja tiroteada en febrero de 2017, cuyos cuerpos fueron arrojados al río Medellín, porque al parecer estaban vendiendo droga “de contrabando”. Ni siquiera tuvieron piedad de “Germán”, un miembro de la “convivir” y novio de “la Negra”, abaleado por sospecha de usurpar las ganancias del diablo.
La Fiscalía también mencionó el desplazamiento forzado de un mayordomo* en julio del año pasado, cuando administraba la finca San Antonio, un predio en proceso de extinción de dominio ubicado en la vereda La Bloquera de Barbosa, Antioquia.
“Don Ómar” y sus alfiles llegaron armados y lo obligaron a irse. Según el expediente, necesitaban el terreno para instalar un laboratorio de cocaína. “Ese Ómar me dijo que tenía a toda la Policía comprada, que me fuera o sino me mataban y me enterraban ahí mismo”, declaró el ofendido.
La advertencia fue recalcada con sangre el siguiente 30 de septiembre, cuando los esbirros lo sorprendieron cerca de La Minorista, le clavaron tres cuchilladas y le cortaron la yugular. Lo dejaron tirado en el asfalto, pero lo milagros también ocurren en el infierno y los médicos lo salvaron.
Otra desplazada fue una señora*, quien junto a su familia les vendía almuerzos a los pordioseros en un local del “Bronx”. Ella fue limosnera por 26 años, logró rehabilitarse y desde 2012 se ganaba la vida cocinando. “Yuli me dijo que me hiciera pasar por ella, para que la Policía me cogiera y ella quedar limpia ante la ley; que me daba plata y me ponía un negocio en la cárcel. No acepté y me amenazó, haciéndome desplazar”, acotó la víctima.
El proceso penal
Los cuatro procesados escucharon atentamente los señalamientos de la Fiscalía. Detrás de ellos, algunos familiares sollozaban y hundían la cabeza entre las piernas. A Ómar Mazo, la Fiscalía le imputó concierto para delinquir agravado, desplazamiento forzado y porte ilegal de armas; a Yuli Idárraga, concierto para delinquir agravado y desplazamiento forzado. Ambos tienen como antecedente una sentencia de dos años de cárcel por porte ilegal de armas.
A “Juanpi” le correspondió concierto para delinquir agravado y porte ilegal de armas (le hallaron una pistola sin salvoconducto en su residencia); y a su mamá “la Negra”, concierto para delinquir agravado. Todos negaron las imputaciones en la diligencia y el juez les dictó medida de aseguramiento en la cárcel El Pedregal. Solo Yuli tendrá detención domiciliaria, para que pueda cuidar de sus hijos de 14 y 18 años de edad.
El matrimonio afronta un proceso penal de extinción de dominio contra sus propiedades y fuentes judiciales indicaron que posiblemente les imputarán más cargos por lavado de activos.
La Alcaldía demolió varios de sus bienes en la avenida De Greiff y los desarraigados que allí se drogaban recibieron atención sicosocial; sin embargo, las plazas del “Bronx” quedaron activas. Ese infierno sigue aguardando por un nuevo diablo que lo gobierne.
*Nombres de las víctimas reservados por seguridad.
1.000
millones de pesos mensuales podrían ser los ingresos de “la Convivir del Bronx”.