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¿Desminado en Medellín? Las consecuencias de la guerra urbana

El Ejército iniciará un estudio para descubrir si en la ciudad es necesario desminar algunos barrios.

  • Martha Nubia Paniagua fue víctima de explosivos durante la Operación Orión y ella y sus vecinos temen que debajo de toda la basura que ha acumulado por años haya municiones sin explotar y armas que puedan ponerlos en peligro. FOTO Manuel Saldarriaga
    Martha Nubia Paniagua fue víctima de explosivos durante la Operación Orión y ella y sus vecinos temen que debajo de toda la basura que ha acumulado por años haya municiones sin explotar y armas que puedan ponerlos en peligro. FOTO Manuel Saldarriaga
¿Desminado en Medellín? Las consecuencias de la guerra urbana
07 de marzo de 2017
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Hablar de desminado humanitario en una ciudad como Medellín es prácticamente un tabú, y cuando los miembros del Batallón de Ingenieros de Desminado Humanitario #60 (Bides) visitan las comunidades para iniciar el estudio no técnico, dejan más dudas que certezas.

No es normal que una persona de la ciudad se encuentre de la nada con un artefacto explosivo. Pero eso ha ocurrido en Medellín y es una sospecha que los gobiernos local y nacional quieren desvirtuar, y para hacerlo, deben comprobar que los explosivos ya no son una amenaza.

“Un niño de seis años de edad sufrió heridas de esquirlas en sus extremidades inferiores al estallarle un artefacto explosivo que encontró en la calle y pateó, creyendo que se trataba de una pelota. El hecho ocurrió en la carrera 41F con calle 20DD, del barrio Zamora. El niño fue llevado a un centro asistencial con lesiones de esquirlas y quemaduras. El petardo estaba compuesto por pólvora negra y metralla”, fue una de las noticias que reportó EL COLOMBIANO el 10 de agosto de 2000. Este no era un hecho aislado.

Cuando la ciudad se desangraba en una guerra entre bandas y la lucha por las principales laderas entre las guerrillas, los paramilitares y la Fuerza Pública, varios casos de este tipo se presentaron.

Álvaro Jiménez, director de la Campaña Colombiana Contra Minas, asegura que “para nadie que haya vivido en Medellín en los últimos 20 años es ajeno entender que ocurrieron ese tipo de situaciones en la ciudad. Los hubo en Altavista, en Moravia, en la Comuna 13, en Villatina, en Popular 1, en Santa Cruz, en momentos en que distintos actores armados se disputaron el control de la ciudad por la vía de las armas” (ver gráfico).

Solo en septiembre de 2005, por ejemplo, la Policía Metropolitana incautaba cuatro granadas semanales en promedio en las calles de la ciudad, que llegaban a manos de los patrulleros, bien fuera porque un cooperante precavido diera la información, o porque los delincuentes las abandonaran por temor a una requisa cuando sentían a las autoridades cerca.

En varias oportunidades los policías no alcanzaron a encontrar el explosivo antes de que un civil tropezara con él.

Según cifras de la Dirección de Acción Integral Contra Minas (Daicma), en Medellín entre 1991 y 2013 se presentaron 72 eventos con municiones sin explotar (Muse), por ejemplo granadas de fragmentación o de fusil que no alcanzaron a activarse, o artefactos explosivos improvisados (AEI) como petardos o tatucos, que dejaron 36 víctimas.

Estas cifras no son del todo reveladoras, ya que como explica el subsecretario de Derechos Humanos de Medellín, Carlos Arcila, muchos casos nunca fueron registrados.

De acuerdo con el expediente de la Daicma, las víctimas sufrieron desde quemaduras y lesiones en tejidos blandos hasta amputaciones de sus miembros o la muerte.

***

La casa de Martha

Ante el llamado, Martha sale de su refugio como puede. Cojeando, con un bastón en la mano derecha, se le ve abandonar de un hueco en la tierra sobre el que hay unas tejas de plástico. Alrededor solo hay una inmensidad de basura, gran cantidad de muebles viejos y destrozados. Ya no se logra ver casi nada de las paredes de su casa, los desechos lo cubren todo.

“A mí me acabaron la casa en la Operación Orión, no esta sino otra de material, grande y con un corredor”, dice Martha Nubia Paniagua, una anciana que vive en el barrio San Michel, en la Comuna 13 de Medellín. Siempre que se refiere a la otra propiedad lo hace con las mismas palabras “de material, grande y con un corredor”.

Según su relato, durante la operación en la que la Fuerza Pública pretendía recuperar el control de la Comuna 13, el Ejército operó desde el frente de su casa, desde ahí disparaba a los milicianos que se encontraban en la parte más alta del barrio El Salado. “Mejor dicho mi casa protegía a los militares”, dice, versión que es confimada por sus vecinos.

Por eso los ataques de los milicianos a la Fuerza Pública caían, en gran parte, sobre la casa de Martha. “Hubo un momento en que todo el techo se cayó, o mejor: toda la casa se cayó. A mí me tocó sostener el techo con un palo para que mi hijo pudiera salir”, recuerda.

Sin embargo, un golpe en la cabeza hizo que su hijo quedara con una enfermedad mental, que los médicos han diagnosticado como demencia, y ella quedó con un problema en la pierna que la obliga a usar bastón.

En esa época, 2002, Martha trabajaba fabricando vasijas de barro y lo hacía con un horno de leña. Lo complicado para ella es que entre la madera varios milicianos guardaban armamento.

–Yo alguna vez me encontré tres revólveres y los quemé en el horno, asegura.

–¿Se acuerda cómo esos muchachos se metían por ahí y escondían cosas y después las sacaban?, cuestiona su prima Irene Muñoz, quien vive en el edificio del lado.

–Sí, ellos mantenían cosas por ahí guardadas, por eso yo digo que es muy probable que todavía haya granadas y explosivos de esos que ellos tiraron, contesta Martha.

Meses después de la Operación Orión, las monjas de la comunidad de La Presentación le regalaron a Martha y a su familia una pequeña casa prefabricada, pero muy rápido “un miliciano le tiró un explosivo porque a mí me acusaban de haber ayudado al Ejército”.

Así que otra vez quedó desprotegida. Por miedo nunca se declaró víctima y ahora vive del subsidio para adultos mayores que otorga el Gobierno.

Aunque Martha Nubia había mostrado ya una tendencia a la acumulación, ambos eventos aumentaron su compulsión. Algunos vecinos cuentan que de un momento a otro empezó a llenar su casa de basura hasta el punto de ya no caber en ella, así que la cerró y abrió un hueco en el piso al lado para vivir. Sin embargo siguió llenando de desechos los alrededores de su vivienda.

Los vecinos dicen que en cualquier momento llegará Sanidad a sacar todo y que ellos mismos van a ayudar a llenar los camiones con toda la basura acumulada.

–Yo les digo que cuando venga Sanidad por todo esto tienen que hacerlo con mucho cuidado porque debajo puede haber granadas, bombas o armas, ¿uno qué va a saber?, yo no hago eso porque me da miedo, dice la anciana.

–Cuando le diga Martha que ahí abajo hay explosivos, acuérdese que a mediados del año pasado la Policía llegó con un joven capturado que decía que en un solar al lado de su casa había enterradas unas granadas, debajo de un árbol de aguacates.

–Granadas no mamá, dinamita, corrige el hijo de Irene.

***

Estudio no técnico

El Bides ya inició el estudio no técnico en la Comuna 13 y los corregimientos de Altavista y San Cristóbal.

En esta etapa lo que el Batallón quiere lograr es conseguir una información más precisa que la que reporta el expediente y para ello “cada presidente de junta de acción comunal, cada líder, cada habitante, cada dueño de predio es agente de información”, explica el teniente José Luis Rodríguez, oficial de seguimiento a operaciones de desminado humanitario del Bides #60, quien agrega que “cuando hagamos el estudio no técnico con nuestro equipo en el terreno, ya tendremos de manera más cierta la información sobre los artefactos que en ese momento ocasionaron un peligro o afectaron la vida de un ser humano y determinar si se desvirtúan las sospechas”.

Para ello adelantan recorridos por los barrios que según el expediente, fueron afectados. Conversan con los habitantes quienes pueden brindar información adicional con la que el Bides no cuenta aún.

Jorge Iván López, investigador sobre minas antipersonal de la Universidad de Antioquia, afirma que de la rigurosidad con que se haga el estudio no técnico depende el éxito de todo el proceso, ya que para el caso urbano “como se trata de munición sin explosionar, a diferencia de las minas antipersonal, normalmente no están enterradas, no están camufladas, sino que no explosionaron, es decir, pueden estar en un sitio no visible pero no escondido, por lo tanto, el registro, la identificación y la detección casi que exclusivamente depende del resultado del estudio no técnico”.

¿Persiste la amenaza?

Podría decirse que hasta que el estudio no técnico diga lo contrario, en Medellín persiste el riesgo de que haya algunas Muse, principalmente granadas, asegura el investigador.

López recuerda que después de la Segunda Guerra Mundial quedaron muchos explosivos desperdigados por toda Europa, la descontaminación fue muy larga y en la actualidad todavía se encuentran algunos, lo que comprueba que “la vigencia de la intensidad es probable que se mantenga más en las municiones que en las minas”.

Anota, además, que luego de una explosión en el Batallón de Buenos Aires, en Medellín, en 2007, fue necesario llevar los destrozos a una escombrera. Allí un indigente que se metió al botadero encontró una granada y le explotó en la mano, lo que comprueba que no son solamente los lugares de los combates o de los atentados los que hay que revisar, sino que hay otros espacios que pueden estar contaminados.

Pero hay otra situación que podría hacer que la amenaza de Muse y AEI en la ciudad se extienda en el tiempo y es el uso actual de este tipo de armamento por parte de las bandas y combos.

Aunque el subsecretario de Seguridad de Medellín, Gustavo Villegas, dice que en la ciudad desde hace más de seis años no se presentan situaciones con explosivos, y que las bandas utilizan únicamente armas blancas y de fuego, en mayo del año pasado hubo tres atentados terroristas simultáneos contra la Policía que, de acuerdo con declaraciones dadas entonces por el alcalde Federico Gutiérrez, fueron utilizados tres artefactos explosivos fabricados de idéntica manera: modo artesanal, pólvora negra en igual cantidad y sincronizados para explotar a la misma hora.

Para Fernando Quijano, director de la Corporación para la Paz y el Desarrollo Social (Corpades), las bandas siguen utilizando explosivos en sus combates: “Los enfrentamientos de las comunas 13, 8 y 16 se hicieron con granadas de las mismas que usa el Ejército, se sabe que los combos de Medellín tienen dinamita y los demás materiales para fabricar petardos y otros explosivos artesanales”.

Incluso la semana pasada en un allanamiento terminó con la captura de un patrullero de la Policía que tenía en una casa de el barrio El Volador 288 cartuchos de explosivos indugel, 4 rollos de mecha de seguridad, 3.700 detonantes y 11 granadas, las autoridades aún no han precisado cuál era el destino de este material.

Infográfico
250
víctimas habría de municiones sin explotar en la ciudad, según la Alcaldía.
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