Fueron cinco jóvenes vestidos con delantales blancos, capuchas y gorras rojas. Intentaron parar el tráfico vehicular de la calle Barranquilla, que bordea la Universidad de Antioquia, lanzando papas bomba (explosivos improvisados) contra el pavimento, pero en menos de un minuto la historia cambió: una moto no frenó, un muchacho cayó al suelo y la detonación de los explosivos que cargaba lo dejaron inconsciente y malherido.
Se llamaba Julián Andrés Orrego Álvarez y tenía 20 años. Los informes médicos y policiales detallan que sufrió traumas y quemaduras en la cara y el costado izquierdo del cuerpo, que tenía una fractura con hueso expuesto y que alcanzó a entrar a reanimación y a cirugía, pero murió poco antes de las 7:00 p.m. del pasado lunes.
Ya no fue la calle sino toda la universidad la que paró. Julián era un estudiante de cuarto semestre de licenciatura en Educación Física, había sido entrenador de fútbol en el club “Forjadores de sueños” y era líder comunitario del barrio La Loma, en la comuna 13. Nadie entiende qué pasó.
Sin antecedentes
Andrés Tobón Villada, secretario de Seguridad de Medellín, confirmó que Julián no tenía antecedentes y se aventuró a lanzar una hipótesis para explicar qué pudo pasar para que él terminara cargando explosivos, en vez de libros en la mochila. “Tenía un futuro por delante pero seguramente fue engañado por un grupo radical que cree que la violencia es la respuesta”, dijo.
Andrés Mesa, presidente del partido Liberal en Medellín, conoció a Julián hace más de tres años, pues trabajó con la mamá hace más de una década. “Ella quedó desempleada hace unos cuatro años, y me lo presentó a él. Yo lo invitaba a mi programa de radio, era un estudiante muy inteligente y hasta debatió con rectores en la cabina. La última vez que lo vi me contó que estaba muy triste porque a la mamá le habían descubierto cáncer y le había hecho metástasis”, contó.
El lunes, Mesa recibió dos noticias tristes: que Julián había muerto y que la mamá de él estaba hospitalizada por su enfermedad. “Fueron dos golpes duros. Pero a un joven así le tuvo que pasar algo en los últimos días”, sentenció.
¿Hay mano de ilegales?
El secretario Tobón aseguró que la Alcaldía tiene identificados a 10 grupos radicales que tendrían presencia en la Alma Mater. “Los hemos identificado porque usan uniformes, algunos de empresas de seguridad y otros con ropas blancas y botas rojas. Entre todos no suman más de 100 integrantes”, dijo.
El general Eliécer Camacho, comandante de la Policía Metropolitana, señaló que no hay indicios que prueben una relación de estos grupos con disidencias de las Farc, el Eln o el M-19 y que la única vinculación que podría hacerse —pero no está comprobada— es la influencia en temas “pseudo políticos”.
Agregó que el uniforme de Julián coincide con el de un movimiento autodenominado Jaime Bateman Cayón, fundador de la desmovilizada guerrilla del M-19.
Sobre la posible presencia de grupos extremistas en la universidad, el vicerrector General, Elmer Gaviria Rivera, señaló que la tarea de identificarlos, si existen, es de las autoridades (Policía, Fiscalía).
“Nuestra estrategia ha sido la de pensar y soñar a la Universidad como territorio de paz”, dijo y aclaró que está en marcha varias estrategias como la creación de una unidad especial de paz para la comunidad universitaria, las víctimas del conflicto y los excombatientes.
William Fredy Pérez, docente e investigador del Instituto de Estudios Políticos de la U. de A., señaló que las protestas y los movimientos estudiantiles han tenido cambios en los últimos años.
“Desde 2010 y con más fuerza desde la firma del Acuerdo de Paz, lo que conocemos como ‘el tropel’ descendió. En los últimos meses hubo una reactivación vinculada a una tendencia de protesta latinoamericana”, dijo.
Agregó que el posconflicto que atraviesa el país se refleja también en la universidad: de un lado los estudiantes —como otros sectores sociales— ya protestan sin miedo a ser vinculados con sectores ilegales: e incluso los estudiantes rechazan las manifestaciones violentas.
Precisamente, los estudiantes realizaron ayer una velatón con flores y telas negras en la plazoleta Barrientos, mientras que en la parroquia San Vicente Ferrer del barrio La Loma se organizó otra jornada para despedir al estudiante y pedir por la salud de su madre .