Una tarde de octubre de 1999 se vio pasar el tren por última vez por la estación Las Virginias, que está ubicada en el corregimiento del mismo nombre en Puerto Berrío. Desde ese momento quedaron en el abandono las vías férreas y con ello la vida y la economía de los sectores por los cuales pasaba este medio de transporte entre Caracolí y Puerto Berrío, hasta que apareció el motorrodillo.
Son 21 vehículos construidos con una plancha entechada de madera que soporta 16 rodillos, uno en cada uno de los cuatro puntos que se apoyan sobre la vía férrea. Su impulso es una motocicleta, generalmente de entre 125 y 150 centrímetros cúbicos, de marcas comerciales.
Estos se encuentran como puntos de partida en el parque principal de Caracolí, en el corregimiento Las Virginas y en Puerto Berrío, y hacen el recorrido de 60,5 kilómetros. Si va a hacer el tramo entre Caracolí y Las Virginas cuesta $7.000 y si quiere llegar hasta Puerto Berrío, la tarifa asciende a los $16.000.
Dolly Vergara lleva 10 años conduciendo motorrodillos. Asegura que los beneficios para estas poblaciones son tan grandes que, incluso, la Alcaldía de Caracolí les paga para que se encarguen del transporte de los estudiantes de algunas de estas zonas.
“Este es el verdadero corazón de la economía entre Caracolí y Puerto Berrío. Por ejemplo, siempre salen dos motos a las 6:00 a.m. desde Caracolí, llevando personas, pero también mandados, carga, alimentos”, dijo.
Este, además, es uno de los más grandes atractivos turísticos de estos dos municipios, puesto que cada fin de semana, y sobre todo los puentes festivos, centenares de personas los utilizan para disfrutar del recorrido férreo, a una de las orillas del río Nus, que bordea esta zona del Magdalena Medio.
Cada motorrodillero se hace entre tres y cuatro viajes, algunos hasta Las Virginias y otros hasta Puerto Berrío, pero es una labor de todo el día que impulsa la economía de ambas localidades.
Los orígenes
A comienzos de este milenio Darvey Alejandro Rodríguez y su papá, Alberto Rodríguez, ante la ausencia definitiva del tren y en medio de la violencia que azotaba a estos dos municipios, decidieron iniciar con medios de transporte artesanales por estas vías férreas, antes de que la maleza y los vándalos acabaran con ellas.
Primero empezaron a hacer los recorridos con un planchón de rodillos, empujado por una vara, pero además de ser un transporte lento en su recorrido, era extenuante para quien lo manejaba, por lo que continuó la inquietud por parte de estos dos familiares y allí fue cuando se les ocurrió utilizar una moto para impulsarlo, dándole vida al motorrodillo.
“Era como el tramo más seguro para movilizarse entre Puerto Berrío y Caracolí en estos tiempos y ahora el motorrodillo sirve para todo, hasta para ambulancia. Yo he traído heridos de Las Virginias, porque uno sale a cualquier hora cuando es necesario”, relató Darvey Alejandro, quien desde su adolescencia se dedica a esta labor.
Además del transporte, Darvey también se dedica al mantenimiento de la vía férrea cuando esta se daña por algún derrumbe o porque se roban parte de sus elementos. De hecho, conversamos mientras hacía una de estas reparaciones, con herramientas usadas en antaño cuando operaba el ferrrocarril.
“Si nosotros no nos encargamos de cuidar esto, que es de nosotros y el único medio de transporte para muchos, entonces, ¿quién lo hace?”, cuestionó uno de los creadores de este medio de transporte.
Los recorridos de las motos se hacen a una velocidad que no supera los 40 kilómetros por hora, a menos de que sea estrictamente necesario por temas de seguridad. Al ser la vía férrea en un sentido, hay que estar pendiente de quién viene en la otra dirección, para evitar accidentes.
“Se han presentado choques porque a veces ha pasado que algunos vienen muy livianos, a alta velocidad. Por eso uno tiene que andar con cuidado, sobre todo en las curvas. Lo malo es cuando llueve, que por más que uno intente frenar, se termina deslizando”, dijo la conductora Vergara.
Algunos de estos motorrodillos son de tres filas de asientos, mientras que hay otros que hacen recordar, al menos con su capacidad, a los viejos trenes que se fueron para nunca regresar.
De manera empírica, el motorrodillo se convirtió en el corazón del transporte en estos dos municipios del Magdalena Medio antioqueño, ocupando un lugar que, por culpa de los desórdenes de la política nacional, dejó abandonado el tren desde hace 24 años.