El acelerado crecimiento del Oriente del departamento, sin una clara planificación a mediano y largo plazo, amigable con el medio ambiente y todos sus recursos puede llevar, en un futuro no lejano, a una grave crisis a la región, sobre todo, en su zona del altiplano.
En esto coinciden distintos representantes de gremios, academia y grupos de la sociedad civil que han unido conocimientos y experiencias para tratar de proteger lo que aún puede salvarse y recuperarse en bosques, aguas y calidad del aire, activos fundamentales para la vida en la zona.
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El bosque se pierde
Con respecto a la presión sobre los bosques del Oriente, Carlos Mario Zuluaga, director de Cornare, señala que el periodo 2008-2012 fue especialmente crítico por la alta deforestación, porque centenares de familias retornaron luego de años de desplazamiento e irrumpieron en las montañas talando lo que encontraron a su paso para sembrar algún tipo de alimentos para personas y animales.
“Muchas de estas familias no tenían alternativas para vivir, a otras les tocó recuperar sus predios y convertirlos en potreros”, comenta el director de Cornare.
De acuerdo con las estadísticas ambientales de la zona, se estima que 97 por ciento de los bosques nativos de la región han sufrido deforestación. El 54 por ciento del territorio en usos del suelo, en el altiplano, está ocupado en comercio, vivienda e industria.
Las investigaciones de la Cámara de Comercio del Oriente, institución que trabaja en la formulación de una región sostenible y amigable con el medio ambiente, son tan interesantes como complejas por la presión sobre la región. Precisan que en la zona hay 27.309 unidades empresariales. El altiplano concentra el 83,87 por ciento, con un crecimiento de 4,27 por ciento. La zona conocida como Embalse (El Peñol, Guatapé) tuvo un crecimiento del 11,01 por ciento el último año.
Cornare afirma que parte del avance de la deforestador se ha logrado contener a través del proyecto BanCo2, en el que ya hay 600 familias involucradas que reciben un pago o compensación por proteger los bosques, abarcando 9.000 hectáreas.
“Los campesinos han entendido que es más rentable reforestar y cuidar el bosque que destruirlo”, señala.
El problema es que los bosques y las fuentes hídricas están en las zonas más alejadas y sus habitantes son los más pobres de la región. El paraíso que disfrutan los nuevos pobladores del altiplano, en gran parte personas de estratos altos de Medellín que han adquirido fincas de recreo o instalado allí viviendas permanentes en parcelaciones, motivados por la frescura del clima, los vientos y lo exuberancia natural, se beneficia de quienes viven en las peores condiciones económicas. Los de la zona llamada Bosque (Sonsón y Argelia) cuidan el recurso sin compensación. Crece el desequilibrio social.
Pero la conurbación acelerada de Oriente también impacta la frontera agrícola, que cada vez es más reducida.
Liliana López, secretaria de Planeación de Marinilla, sostiene que su localidad, pasó de ser de gran vocación agrícola, a multiusos, con industria, servicios, turismo, cultura y residencia campestre. Siente que “no es fácil la armonía”.
En La Ceja, “en los últimos años ha crecido la vivienda campestre con parcelaciones, unidades cerradas y vivienda por encima de los $200 millones”, admitió Alexánder Santa, secretario de Obras Públicas de la población.
Muchos jubilados han tomado esta localidad como refugio. También hay “invasión” de cultivadores de hortensias, que ya son 400 mientras los cultivadores de mora, que eran 300, ya son 50.
En total, dice Cornare, hay más de mil hectáreas de hortensia sembradas en el altiplano. El precio del dólar disparó los cultivos.
Para un campesino ahora es más rentable vender las hectáreas para parcelación, debido al incremento en el precio de la tierra, que sembrar comida. “Ya no se consigue fríjol en El Carmen y lo mismo pasa en Rionegro”, sostiene Carlos Mario Zuluaga.
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El aire se deteriora
Con vías cada vez más saturadas y una industria expandiéndose en el altiplano, la calidad del aire también sufre graves deterioros. Los puntos más críticos están en la autopista Medellín-Bogotá, por la que circulan en promedio cerca de 16 mil vehículos cada día en semana; los sábados y domingos pasan unos 23 mil por día, 40 por ciento de carga, 40 por ciento automóviles y 20 por ciento transporte público, según cálculos de Devimed, concesionario de la vía.
“Sin embargo, aún es aire respirable y de calidad gracias a la buena dispersión por los vientos fuertes de la región”, dice el director de Cornare.
No obstante, estudios internacionales alertan sobre el impacto que tiene sobre el aire del Oriente su cercanía con el Valle de Aburrá, dos regiones que terminarán, de alguna manera, fusionándose y compartiendo numerosos servicios y recursos.
La carga vehicular sigue afectando. Se dice que cada familia que llega a vivir a una parcelación lleva mínimo tres vehículos. Son familias de estratos altos.
Monseñor Darío Gómez, rector de la Universidad Católica de Oriente, tiene claro que la región creció sin armonía: “Este auge nos tomó impreparados”, dice.
La región pugna por un transporte público liviano y regional. Contener la conurbación solo sería posible con un área metropolitana, que podría regular mejor el crecimiento urbanístico.
Alrededor de esta figura se están movilizando casi todas las fuerzas vivas de la región.
Como alternativa para no llegar al caos, se creó la Plataforma para la Gestión de Proyectos Sostenibles del Oriente antioqueño Valle de San Nicolás, en la que participan el Centro de Estudios Urbanos y Ambientales de Eafit -Urbam-, la Corporación Empresarial del Oriente, Proantioquia, Cornare, la UCO, Asocolflores y otras instituciones, que suman esfuerzos para emprender acciones concretas que transformen las problemáticas del territorio.
Es una mesa de trabajo de la que surgieron cuatro proyectos que le darían un orden a la planificación y servirían para contener los impactos de la conurbación (Ver recuadro Paréntesis).
Ana María Arango, coordinadora de proyectos de Urbam, advierte que la Plataforma no es un ente ni financia los proyectos. Aclara que la sostenibilidad maneja todas las dimensiones: financiera, política, ambiental y social.
“Se escogieron temas de impacto a nivel supramunicipal; el papel de la plataforma es apoyar los procesos de integración y fomentar la mirada regional, dar apoyo a los alcaldes para que puedan ir más allá su visión local”, precisa.
Aguas
El tema del agua, como lo ha informado EL COLOMBIANO en sus anteriores informes sobre el crecimiento y desafíos ambientales, económicos y sociales de la región, es tan complejo como la deforestación, el manejo de residuos, la movilidad y la calidad del aire, sobre todo para municipios como Rionegro, El Retiro, La Ceja, El Carmen de Viboral y Marinilla.
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En los 23 municipios hay una población de 565.311 habitantes: 110.329 de ellos residentes en Rionegro y 49.523 en La Ceja, siendo las dos localidades más pobladas. Es decir, dos municipios concentran más del 30 % de la población. El altiplano, si sigue a ese ritmo, sería inviable.
Entre noviembre y enero pasados, en Cornare se presentaron más de 230 quejas por problemas de agua, afirma Zuluaga.
Luz Stella Vélez, subdirectora de Recurso Hídrico de Cornare, afirma que en la actualidad se está demandando más del 50 por ciento del agua que hay como oferta en las cuencas.
Rodrigo Antonio Zuluaga, presidente de la Cámara de Comercio del Oriente, si bien ve positivo el crecimiento de la región, lanza la alerta por los peligros si no se planifica.
“Ya hay deterioros en lo hidrológico, por la carencia de fuentes y por la contaminación de las mismas, porque solo hay sistemas de alcantarillado en la zona urbana, pero en lo rural hay muy poco control de las plantas de tratamiento de aguas residuales”, sostiene.
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