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El relato de una mujer que se salvó de morir a manos de su pareja refugiándose en un hogar de protección

En los Hogares de Protección se brinda albergue, alimentación, atención psicológica y orientación jurídica a víctimas de violencias de género, en riesgo inminente de morir.

  • El relato de una mujer que se salvó de morir a manos de su pareja refugiándose en un hogar de protección
  • En Hogares de Protección las mujeres pueden formarse en artes y oficios, así como recibir atención psicosocial para emprender proyectos de vida. FOTOS cortesía
    En Hogares de Protección las mujeres pueden formarse en artes y oficios, así como recibir atención psicosocial para emprender proyectos de vida. FOTOS cortesía
  • El relato de una mujer que se salvó de morir a manos de su pareja refugiándose en un hogar de protección
  • El relato de una mujer que se salvó de morir a manos de su pareja refugiándose en un hogar de protección
10 de junio de 2023
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Esta es la historia de una mujer que se salvó de un feminicidio. De una madre que vivió al borde de un abismo por años, tratando de mantenerse en pie con sus hijos. La historia de una mujer que un día convirtió el terror en valentía para pedir ayuda. Y, por fortuna, esa vez el aparato estatal no falló.

Eso fue determinante para que siga viva, con sus hijos y protegida, porque el riesgo no se ha ido. Mientras llega ese día, estará en un hogar de protección de la Secretaría de las Mujeres de Antioquia, desde donde relata qué hay detrás de cada cicatriz que le dejó la violencia a la que su exesposo la tuvo sometida casi hasta arrebatarle la vida.

—Es como si te dieran un dulce y cuando lo muerdes en el centro está amargo.

La relación comenzó como casi todas: salidas, regalos, cumplidos. La euforia del enamoramiento fue derivando en promesas, hijos y un hogar. Fue una época que hoy a ella le parece desconcertante. No hubiera podido imaginar que llegaría una temporada de terror, que sintió como eterna, materializada en insultos, golpizas, humillaciones, amenazas y sometimientos.

La violencia se volvió tan frecuente que lo excepcional eran los días sin gritos ni golpes. Ella, a quien llamaremos Leticia*, los recibía a veces el doble por defender a sus hijos, que no se salvaban del yugo del padre maltratador.

—Vivíamos como en un cofre encerrados con él. No podíamos hacer nada de lo que queríamos. Vivíamos en una dictadura, esa es la palabra: una dictadura.

Esta también es la historia de un hombre que infundía temor para doblegar. Él le ordenaba a ella cómo vestirse, le impedía maquillarse o pintarse el cabello, la vigilaba, le revisaba el celular, limitaba sus salidas, le impedía estudiar, le quitaba el dinero que ganaba trabajando, le exigía mantener la casa en orden, la sometía a abusos sexuales y la amenazaba casi a diario. Ella respiraba miedo todos los días. Miedo a hablar, miedo a vestirse, miedo a salir, miedo a estudiar, miedo a desear, miedo a reír, miedo a protestar, miedo a morir, miedo a existir.

Todavía no lo sabía, pero un año de violencia tras otro la hacían ver cada vez más pequeña la imagen de sí misma. Se sentía a la medida del mundo de maltrato en el que estaba atrapada. Mira atrás y dice que estaba tan enajenada en esa realidad que se recuerda riendo a carcajadas mientras huía de él, corriendo para que no le pegara. Se ve empacando y yéndose de casa, con el ímpetu que se derrumbaba tras el primer reencuentro, en el que él excusaba su violencia en la “desobediencia” de ella.

—Siempre pensaba que él tenía razón. Y empezaba a actuar solo para tenerlo contento. Nosotros vivíamos alrededor de lo que a él le gustaba, tratábamos de acoplarnos, de agradarle, de hacer que se sintiera bien”.

Por eso, recuerda bien el día que decidió dejar de obedecer de verdad. Uno de esos días en que casi la mata vio el grave riesgo en el que estaban ella y sus hijos. No fue fácil dar ese paso. Ya una vez había denunciado ante las autoridades municipales y un error de procedimiento hizo que él se diera cuenta y la amenazara para que se retractara.

Entonces, no pasó nada y debió regresar a casa con el agresor. Pero la última vez estaba decidida. Buscó información en internet y dio con un número de WhatsApp donde la remitieron a la Línea 123 Mujer Metropolitana, otra de las herramientas de la Secretaría de las Mujeres para atender los casos de violencias basadas en género y que busca prevenir los feminicidios.

Y la otra modalidad es la de acogida temporal, es decir, los hogares de protección, donde pueden estar, de forma voluntaria, hasta por seis meses, con sus hijos u otros familiares. Es un espacio amplio y acogedor, ocupado por mujeres, niñas y niños que juegan, estudian y viven lejos del aturdimiento de la violencia. Allí lo tienen todo, incluido acompañamiento jurídico, psicológico, pedagógico, acceso a salud, recreación y formación en algún arte u oficio, que les permita emprender o tener autonomía económica. Las actividades se hacen con empresas, universidades y otras organizaciones aliadas.

“Estamos muy atentas a que se dé la debida diligencia a cada caso. Por ejemplo, con las comisarías de Familia o con los jueces de control de garantías. Porque hay vacíos en las instituciones que, por acción u omisión, ponen en riesgo a las mujeres víctimas de violencia y eso implica que haya revictimización, que no se dé la medida de protección adecuada, que no se siga el debido proceso y que el desenlace sea fatal”, expresa Velásquez.

—Yo siempre me choqué contra las piedras que él constantemente me ponía en el camino. Hoy sé que debí pasar por encima de ellas o por un lado, para avanzar.

Leticia camina lento, adolorida. La camisa levantada deja ver una sutura en el ombligo. Ahí quedará la única cicatriz que hace tiempo quería tener, pero que él le había impedido, pues no la dejaba someterse a la cirugía para no tener más hijos. ¿Quién asearía la casa o cocinaría mientras ella estaba incapacitada?, le escuchó decir. Ahora, se está recuperando de la intervención, que no dudó en aceptar apenas le ofrecieron la posibilidad en el hogar de protección.

También está a la espera de avances en la denuncia que interpuso en contra de su agresor. Cree que si existe la justicia, cualquiera que sea, él debería estar en prisión. Sabe que el camino puede ser largo, pero tiene planes. En este preciso momento quiere dedicar más tiempo a ella, a pensar, a amarse, a seguir agarrada a su valentía y disfrutar viendo cómo sus hijos aprenden a ser niños, tras años de infancia arrebatada por el miedo y la violencia.

Dice con la certeza que le dio su experiencia que haber buscado ayuda fue el mejor camino.

—Hace poco nos pidieron que dibujáramos algo que les regalaríamos a nuestros hijos. Yo les pinté un arcoíris, porque quiero que sigan viviendo en un mundo de color, no entre la sombra, como antes. Porque ya no tenemos que vivir la historia que él escribía a su antojo, podemos escribir una propia.

Hogares de Protección ha atendido desde su creación a 514 personas, de las que 395 son mujeres como Leticia y, el resto, sus familiares. Allí no solo las reciben con sus hijos, sino también con otros seres queridos que dependan de ellas. En la modalidad de emergencia han sido atendidas 538 personas.

El ingreso de las mujeres a estas rutas lo define el nivel de riesgo, que está determinado por factores como violencia con presencia de un arma de fuego o un arma blanca; que el agresor tenga antecedentes de consumo problemático de sustancias psicoactivas o un diagnóstico de salud mental; que haya antecedentes de persecución, violencia sistemática o amenazas reiterativas.

—Hoy siento que estaba muy errada en todo, en creer todo lo que él me decía, en creer que era normal que él me maltratara, me quitara la plata, me insultara. Hoy sé que no soy nada de lo que me decía que era, no soy fea, no tengo el cuerpo malo, no soy inútil. Sé que puedo estudiar y tener un proyecto de vida.

Tras la llamada, la ayudaron a salir de su casa, con sus hijos, escoltada, a escondidas. Primero, estuvo tres días en un hotel. Después, llegó al hogar de protección. Tímida, silenciosa, vio a otras mujeres que estaban allá, también con sus hijos. Se le fueron acercando y las conversaciones de rutina dejaron asomar relatos tan similares como dolorosos. Por primera vez, vio de frente a otras víctimas de las violencias que sufrió.

395 mujeres atendidas

Hogares de Protección es un mecanismo creado hace apenas tres años en Antioquia, pese a que la Secretaría de las Mujeres del departamento lleva ya 22 años. La secretaria Natalia Velásquez Osorio venía pensando en esa idea desde que era directora técnica de la política pública para las mujeres, formulada en 2019.

No había un lugar en el departamento para albergar a las mujeres de municipios distintos a Medellín cuando eran víctimas de violencias y estaban en riesgo inminente de un feminicidio. Por eso, cuando Velásquez se posesionó, en enero de 2020, esa fue una de sus apuestas.

El impulso que aceleró el proceso fue la pandemia, pues incrementó cifras como las de violencia intrafamiliar. Para mayo de 2020 ya habían creado Hogares de Protección; en agosto de ese año habilitaron la Línea 123 Mujer Metropolitana, también para atender casos en lugares distintos a Medellín; además, se duplicaron los $6.000 millones que se asignaban en promedio cada año a la Secretaría. Proyectan cerrar este cuatrienio con una ejecución de unos $56.000 millones en programas para los derechos de las mujeres.

Justamente, uno de esos programas está enfocado en brindar acompañamiento y protección en situaciones de riesgo y tiene dos modalidades, las cuales fueron activadas en el caso de Leticia. Una es la de emergencia, que consiste en llevar a las víctimas a un hotel aliado, que cuenta con todas las medidas de seguridad y busca resguardarla, de tres a cinco días, mientras se encuentra una red de apoyo, familiares o personas cercanas donde pueda estar protegida. La Secretaría cubre, si es necesario, los gastos del traslado a esas redes de apoyo, algunas, incluso, han sido hacia otras ciudades del país.

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El hogar de protección les permite también acceder a justicia. Incluso, se generan elementos que pueden servir como material probatorio en los procesos judiciales, como informes de acompañamiento psicológico. Asimismo, se gestiona el acceso a educación para las que desean terminar los grados que dejaron pendientes o continuar su educación. Lo mismo pasa con formación para que aprendan oficios o tengan un emprendimiento.

Cuando el grupo de profesionales valora el riesgo de feminicidio como bajo o superado, es posible salir del programa. Puede ser porque el agresor no está en el municipio a donde vaya la víctima o porque es capturado. Aún así, la salida implica que se haga seguimiento, en articulación con las instituciones locales del lugar a donde la mujer va a empezar de nuevo.

Asimismo, una mujer puede egresar del hogar o no aceptar ingresar a él; aunque su voluntad se respeta, no quiere decir que el Estado pierde la obligación de tomar las otras acciones que estén a su alcance para salvaguardar la vida y la integridad de la víctima.

Esto, sumado a la situación emocional que significa huir de un agresor como el de Leticia, por lo cual también se trata de garantizar la llegada a una red de apoyo. El miedo, además, seguirá acompañándolas por mucho tiempo.

Lo siente aún Leticia, porque sabe que él la está buscando. Lo siente cada vez que su hija le pregunta: “¿Será que mi papá nos va a encontrar?”.

El reto para que todas las mujeres, los niños y las niñas vivan libres de temor es que se sigan fortaleciendo los mecanismos de protección a sus derechos, lo cual requiere inversión, apunta la secretaria Velásquez, y es importante que las próximas administraciones departamentales y locales garanticen la continuidad de estos mecanismos y los hagan crecer.

Ya el gobernador Aníbal Gaviria le propuso al presidente Gustavo Petro invertir de forma conjunta para fortalecer los Hogares de Protección, la Línea 123 Mujer Metropolitana, las comisarías de Familia y la presencia de mujeres en la Policía. Estas acciones son claves para evitar que las mujeres corran con una suerte distinta a la de las 37 que han sido asesinadas este 2023 en el departamento.

395
mujeres han recibido atención en los Hogares de Protección desde su creación en 2020.
557
mujeres se han salvado de un feminicidio por llamar a la Línea 123 Mujer Metropolitana.
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