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Tras los pasos (y la historia) del edificio La Ceiba en Medellín

Es un referente arquitectónico y comercial de Medellín, testigo de la transformación del Centro. Detalles.

  • El edificio La Ceiba fue diseñado por los arquitectos Alberto Díaz y Jaime Jaramillo, tiene 13 pisos, 355 oficinas y ocho locales comerciales. FOTO Manuel Saldarriaga
    El edificio La Ceiba fue diseñado por los arquitectos Alberto Díaz y Jaime Jaramillo, tiene 13 pisos, 355 oficinas y ocho locales comerciales. FOTO Manuel Saldarriaga
  • Desde afuera, el edificio La Ceiba proyecta un aspecto compacto, sin embargo, en el interior esa percepción cambia y resaltan detalles como la iluminación y la ventilación. FOTO Manuel Saldarriaga
    Desde afuera, el edificio La Ceiba proyecta un aspecto compacto, sin embargo, en el interior esa percepción cambia y resaltan detalles como la iluminación y la ventilación. FOTO Manuel Saldarriaga
  • Los balcones no fueron hechos en el sitio, los trajeron fabricados según explican los especialistas. FOTO Manuel Saldarriaga
    Los balcones no fueron hechos en el sitio, los trajeron fabricados según explican los especialistas. FOTO Manuel Saldarriaga
19 de junio de 2021
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El edificio La Ceiba está anclado en el corazón de Medellín desde hace 54 años. Este ícono de la arquitectura moderna de la ciudad, diseñado por Alberto Díaz y Jaime Jaramillo, está ubicado en la esquina donde se unen la avenida La Playa y la carrera 47 (o Sucre). Por sus 13 pisos, pasillos y alrededores han pasado muchas historias, unas buenas y otras no tanto.

Antes de su construcción, al lado (junto al Teatro Junín) existió una casona donde vivió el presbítero y doctor manizaleño Enrique Uribe Ospina, quien “pertenecía a las élites eclesiásticas de la época”, cuenta el profesor y periodista Reinaldo Spitaletta.

Por esos días, el 24 de junio de 1935, en el aeródromo de Las Playas (hoy aeropuerto Olaya Herrera) ocurrió el trágico accidente aéreo en el que murió el cantante de tango Carlos Gardel. Esa noche (lunes), luego del proceso de reconocimiento, el cuerpo del “Zorzal Criollo” fue trasladado desde el anfiteatro del Hospital San Vicente hasta la residencia del padre Uribe Ospina.

“El velorio pensaban hacerlo en una parte del Teatro Junín, pero el doctor Uribe ofreció prestar su casa para que hicieran la ceremonia ahí, estuvieron toda la noche y al otro día se llevaron el féretro para la iglesia de la Candelaria”, dice Spitaletta.

Se decretó luto nacional. EL COLOMBIANO registró el hecho y en su archivo se lee que al día siguiente (martes) Medellín “amaneció de luto riguroso, los cines, las radios vitrolas y todos los espectáculos fueron suspendidos como homenaje a las víctimas”. Era un silencio que arropaba cada rincón de la ciudad.

Historia y transformación

Jorge Graciano es vecino de La Ceiba desde hace 37 años. Al frente de esa esquina vende en una pequeña chaza dulces, caramelos, maní y chocolatinas. Al edificio solo ha ingresado un par de veces para cambiar dólares que le han dejado como pago turistas extranjeros.

“Antes de que lo construyeran había una ceiba grandísima, un árbol demasiado elevado, me tocó ver cómo la tumbaron y cómo levantaron este y varios edificios del sector”, cuenta el vendedor de 70 años, mientras se rasca la cabeza, como si eso le ayudara a devolverse en el tiempo.

Para Spitaletta, esta edificación logró romper con una serie de construcciones que estaban en la zona como fueron el edificio Fabricato (que lo hizo el arquitecto austriaco Federico Blodek) y el Café La Bastilla del empresario Hipólito Londoño Mesa donde en los años 20 iban personajes de la cultura como Tomás Carrasquilla. “Así se transformó ese mundo del centro con nuevos aspectos en los edificios”.

En la historia crítica de Medellín de los años 80 hay un hecho que también tocó a La Ceiba: el 19 de octubre de 1981, a las 9:30 a.m., sonó el teléfono en la portería y el vigilante que estaba de turno contestó la llamada, una voz que se identificó como integrante de un grupo subversivo le dijo que en una hora explotarían 13 bombas que habían sido instaladas al interior. De inmediato, oficinistas y personas que tenían sus negocios salieron y mientras esperaban que algo sucediera se dieron cuenta que todo se trató de una falsa alarma.

El profesor Spitaletta explica que a principios de los años 90 en el primer piso “funcionaba una galería de arte que manejaba Federico Villegas, un poeta y pintor muy famoso”. Había, además, espacios de encuentros para los aficionados de la hípica.

Mientras tanto, Graciano intenta traer ese pasado y después de unos segundos lo logra: indica que en los bajos del edificio funcionaba una especie de bulevar con bares y “negocios donde vendían de todo, hasta carne”. Y agrega que del segundo piso para arriba siempre han funcionado oficinas, relojerías, joyerías, cambiaderos de cheques y de dólares. “Siempre ha sido visitado por gente muy elegante y bien vestida”.

Por su parte, Daniel Ramírez, miembro de la Academia Antioqueña de Historia, destaca que este edificio al estar cerca de la Plaza de Berrío es una muestra de que anteriormente se daban unas dinámicas comerciales importantes en esta zona donde también están el Parque de Bolívar y la avenida Oriental.

“Esos tres puntos se convierten en un marco de desarrollo arquitectónico porque ahí se configura mucha de la industria del departamento, se daban distintos negocios y la gente llegaba a disfrutar del Desfile de Silleteros o del Desfile de Mitos y Leyendas que pasaron por esa ruta”.

Esta obra, según Ramírez, comienza entonces a hacer parte de ese paisaje urbano en el que la naturaleza se encuentra con la transformación porque a sus pies pasa la quebrada Santa Elena que tuvo que ser cubierta entre 1930 y 1940 “por los vertimientos de descontrolados de una población que utilizó el agua no solo para el consumo, sino también para el aseo, la recreación, entre otros fines”.

Otro aspecto: los árboles que estuvieron plantados en este terreno y en los que se inspiraron para el nombre de la edificación. “La ceiba es un elemento simbólico en el urbanismo de la ciudad, la mayoría fueron sembrados intencionalmente porque no son frecuentes aquí, estamos en pleno trópico andino y Medellín es un valle estrechamente poblado donde una ceiba no es propiamente un árbol nativo de esta zona”.

Desde afuera, el edificio La Ceiba proyecta un aspecto compacto, sin embargo, en el interior esa percepción cambia y resaltan detalles como la iluminación y la ventilación. FOTO <b>Manuel Saldarriaga</b>
Desde afuera, el edificio La Ceiba proyecta un aspecto compacto, sin embargo, en el interior esa percepción cambia y resaltan detalles como la iluminación y la ventilación. FOTO Manuel Saldarriaga

Estilo arquitectónico

Alejandro Restrepo Montoya, arquitecto y doctor en Ingeniería y Urbanismo, explica que el edificio está compuesto de tres partes fundamentales. El primero es el basamento (punto de arranque hacia arriba) que para la época fue novedoso porque tiene locales comerciales que lograron una conexión con la calle.

“Fue una lectura muy urbana, los transeúntes ingresan y salen tanto por la avenida La Playa como por la carrera Sucre, al funcionar establecimientos comerciales en ese interior se logra desarrollar un pasaje que es muy dado en las arquitecturas de Medellín entre los años 60 y 80 y que permite no solo pasar por allí, sino también utilizar los servicios que se ofrecen”.

La segunda parte es el cuerpo de oficinas, es decir, lo central. “Arquitectónicamente se estructura entorno a un par de patios para capturar la iluminación desde arriba y permitir abrir las fachadas internas que tienen unos corredores a doble crujía (distancia entre las columnas), tiene oficinas hacia las fachadas exteriores (Sucre y La Playa), hacia el interior y otra hacia una fachada interior que es el ingreso de los parqueaderos”.

En el medio están las escaleras y los tres ascensores (las cabinas fueron actualizadas hace tres años) que antes funcionaban con el sistema de manivela. El último cuerpo del edificio es una planta mayor que en algún momento se utilizó como una terraza cubierta y desde donde se ve una panorámica del Centro.
“Es un edificio de estructura aporticada, es decir, de columnas y de vigas lo cual permite tener diferentes áreas y disposiciones de las oficinas que en algún caso compartan planta, que se pueda tener la posibilidad de ampliar los espacios y tomar uno o dos módulos de columnas”.

Respecto a los materiales utilizados para construirlo manifiesta que es de estructura en concreto con fachadas que tienen antetechos en ladrillos fabricados en la época con enchapes que le dan una combinación de materiales (técnicas del Movimiento Moderno) y una gran dosis de vidrio en los ventanales.

Los balcones no fueron hechos en el sitio, los trajeron fabricados según explican los especialistas. FOTO Manuel Saldarriaga
Los balcones no fueron hechos en el sitio, los trajeron fabricados según explican los especialistas. FOTO Manuel Saldarriaga

La fachada que da hacia La Playa es uno de los aspectos más sobresalientes de la edificación: es una especie de tablero de ajedrez en los dos sentidos (horizontal y vertical) a partir de los balcones que se invierten en su estructura generando una textura.

“Estas fachadas tribunas no fueron diseñadas solamente con una intención atractiva o diferente, pues generan un patrón muy particular y es una serie de sombras que permiten que la persona que está en la parte de abajo tenga un mayor control visual y no se deslumbre por el Sol, hacen las veces de alero (superficie horizontal en la parte superior de la ventana)”, dice la arquitecta Diana María Bustamante Parra (ver gráfico).

También señala que los balcones no los hicieron en el sitio, “los trajeron ya fabricados” y son todos elementos iguales de concreto. “Hoy esto es muy normal, pero para la época fue una innovación en el desarrollo técnico de la arquitectura colombiana”.

Describe La Ceiba como “un cuadrado perfecto” con unas diagonales que forman un orden geométrico “que lo hace bello”. Así mismo, explica que en la esquina del edificio (a la derecha mirándolo desde la avenida La Playa) hay una especie de grieta imperceptible que tiene como función ventilar los baños, “fue una estrategia bastante interesante”.

Sobre la fachada en la avenida Sucre, el arquitecto Restrepo dice que el lenguaje del edificio cambia porque, aunque los módulos repetitivos siguen apareciendo (son un poco más estrechos), un elemento importante como los balcones desaparece.

La Ceiba es uno de los tesoros arquitectónicos de Medellín y un referente en la transformación del espacio urbano. Para nadie es un secreto que en la ciudad hace parte de esa colección de edificios que tienen historias y desarrollos técnicos que permanecen vigentes en el tiempo, manteniendo su calidad y adaptándose a las condiciones de vida de los huéspedes que los habitan.

Infográfico
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