“Las matas le hablan a uno”, expresó el caficultor Luis Alfonso Escobar, acariciando uno de los palos de café de su finca, ubicada en la vereda Palestina, de Andes. “Con solo verlas, ya uno sabe si están enfermas o aliviadas, si tienen sed o están contentas. Esta, por ejemplo, me está diciendo que no tiene café para darme”.
Su congoja la comparten miles de caficultores del Suroeste antioqueño, pues justo en esta época de cosecha, cuando el precio internacional del grano es el más favorable de la última década, el mal clima augura una merma en la producción que oscila entre el 30% y el 40%.
El problema es visible en las 80 hectáreas sembradas que tiene la propiedad de Luis Alfonso. En condiciones normales, el relieve quebradizo que dibujan las montañas tendría que estar pintado de rojo, con los frutos maduros y en el esplendor de su florecimiento. En cambio, se aprecia un alto número de cafetales desnudos, con granos aún verdes o con su flor blancuzca sin retoñar.
Un equipo periodístico de EL COLOMBIANO recorrió varias fincas de los municipios de Andes, Jardín, Ciudad Bolívar y Betania, constatando que esta es una condición extendida en la zona.
El presagio fue confirmado por el director ejecutivo del Comité de Cafeteros de Antioquia, Álvaro Jaramillo, quien aseveró que la dicha no será completa este año, por causa de las lluvias.
De los 2.200.000 sacos que produce el departamento anualmente, se presume que se perderán, por lo menos, 880.000. Nadie se atreve a exponer un estimativo en dinero, aunque extraoficialmente algunos cafeteros hablan de pérdidas superiores a los $285.600 millones.
Cambio climático
En el parque de Andes, las abejas zumbaban entre los pocillos de café de los comensales. Mientras las apartaba con suavidad, el agrónomo Carlos Zapata explicaba a los presentes la magnitud de las afectaciones climáticas.
Recordó que en el Suroeste, a diferencia de otras regiones del país, hay dos cosechas cafeteras. La primera, conocida como “la traviesa”, ocurre entre marzo y mayo, y representa el 30% de la producción anual; la segunda, de mayor envergadura, aporta el 70% y sucede entre septiembre y noviembre.
Una mata de café requiere de ocho meses para florecer, y en ese proceso es vital el tiempo seco. La falta de agua produce en el cafeto un estrés hídrico, que impulsa a la planta a generar brotes de flor, que posteriormente se transformarán en los anhelados granos.
Pero si algo le ha faltado al 2021 han sido semanas de sol. “Este año comenzó con el fenómeno de la Niña (que venía de finales de 2020), todas esas lluvias y la nubosidad disminuyeron la radiación solar, haciendo que el patrón de floración del cultivo sea anormal”, indicó el experto.
Para rematar, la segunda temporada de lluvias se adelantó, debido a las ondas tropicales provenientes del océano Atlántico, que impactaron a los países del Caribe, de acuerdo con el Ideam.
Tanta agua tiene humedecida la tierra y por eso a las expectativas de cosecha las rondan los malos augurios. “No hay felicidad completa, este año la carga de café (125 kilos) se está vendiendo en el exterior a $1’500.000 o $1’700.000, cuando antes se tasaba en $800.000”, contó Jaramillo, añadiendo que en “la traviesa” la merma en la producción fue de 50.000 sacos en el departamento, y que en el segundo semestre tal vez se quintuplique esa pérdida, siendo optimistas.
De esta manera, justo cuando esperaban ganar más dinero, los 78.000 caficultores de Antioquia están sufriendo el rigor del cambio climático, porque “yo nunca había visto llover tanto por aquí”, tal cual dijo Luis Alfonso, después de escuchar al agrónomo Zapata y sacudirse unas abejas del antebrazo.