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La historia criminal de “el Indio” terminó en violento enfrentamiento

Las autoridades señalaban a este cabecilla de coordinar planes pistola que dejaron 14 uniformados muertos.

  • La acción en la que fue dado de baja alias “el Indio” fue liderada por agentes de la Dirección de Inteligencia Policial (Dipol) y de las Fuerzas Especiales del Ejército Nacional. FOTO cortesía
    La acción en la que fue dado de baja alias “el Indio” fue liderada por agentes de la Dirección de Inteligencia Policial (Dipol) y de las Fuerzas Especiales del Ejército Nacional. FOTO cortesía
29 de marzo de 2018
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Encontrar a Aristides Manuel Mesa Páez, alias “el Indio”, era un asunto de honor para la Fuerza Pública, en especial desde que 14 uniformados murieron en planes pistola que habrían sido orquestados por el cabecilla.

Luego de múltiples intentos por dar con su paradero, los agentes de Inteligencia de la Policía lo ubicaron en un paraje rural del corregimiento Tierradentro, en el municipio cordobés de Montelíbano.

A las 9:00 a.m. de ayer, comandos del Ejército asaltaron el predio y lo dieron de baja, terminando así con la amenaza que significaba este hombre de 47 años, señalado de ser el tercero al mando del cartel de “los Urabeños” o Clan del Golfo.

Las autoridades comenzaron a conocer su importancia dentro de la organización en 2014, cuando, según fuentes judiciales, ascendió al estado mayor de la facción y le asignaron el manejo de los negocios en la Costa Caribe.

Su base de operaciones era Necoclí, Antioquia, y desde allí coordinaba redes de narcotráfico por las plataformas marítimas, hasta La Guajira. Las rutas tenían como destino Centro y Norteamérica, al igual que Europa.

El 2 de agosto de 2014 la Dijín allanó un apartamento en el municipio de Envigado, donde fue arrestado Hugo Ardila, suegro y supuesto compinche de finanzas de “el Indio”, en poder de $2.640 millones de la estructura delictiva.

Mesa Páez, además de las maniobras de narcotráfico, estaba presuntamente encargado del pago de la nómina del Clan del Golfo, que según las cuentas del Gobierno Nacional es cercana a los 3.000 integrantes en la actualidad.

En dicha nómina, de acuerdo con hallazgos de la Fiscalía, están incluidos funcionarios corruptos de la Fuerza Pública y la Rama Judicial.

Ola de atentados

El lado más oscuro de “el Indio” empezó a padecerlo la comunidad entre el 23 de marzo y el 1 de abril de 2016, cuando el cartel organizó un paro armado en sus territorios de influencia, sobretodo en Antioquia, Córdoba y Chocó.

El motivo fue la muerte en un operativo policial de Jairo Durango Restrepo, alias “Guagua”, un miembro del estado mayor, que integran los cinco jefes principales del grupo.

El paro armado, según la Policía, fue organizado por Mesa Páez. La venganza, más allá de los bloqueos viales, las afectaciones al comercio y la intimidación a la ciudadanía, dejó seis policías y dos militares asesinados por los sicarios del Clan.

En expedientes judiciales también hay constancia de que aportó 600 millones de pesos para atentar contra la vida de una fiscal de la Dirección de Crimen Organizado y de un oficial de la Policía que trabajaban en Agamenón.

Tal cual informó EL COLOMBIANO en ese entonces, el 20 de abril de 2016 un ciudadano advirtió a las autoridades de ese proyecto en curso.

La Dijín logró frustrar el plan una semana después con las capturas de Orlando Osorio (“Nicaragua”), un lugarteniente de Mesa, y de dos sicarios que ya tenían listo el arsenal para cometer los crímenes en Bogotá y Medellín.

El 14 de noviembre de ese mismo año, uniformados de la Operación Agamenón allanaron una finca de “el Indio” en zona rural de Necoclí.

El cabecilla se escapó de milagro, debido a la intervención de su grupo de escoltas, que se enfrentó a balazos con los comandos. En el hecho murió uno de los guardaespaldas, las autoridades desmantelaron una central clandestina de comunicaciones y decomisaron información sumamente valiosa sobre la nómina de la estructura y sus negocios ilícitos.

De nuevo, esta acción generó una brutal retaliación de la banda. “El Indio” ordenó otro plan pistola, que provocó la muerte de seis policías.

Estas situaciones convirtieron a ese personaje en una prioridad. “Si no lo atrapábamos rápido, seguro iban a seguir muriendo compañeros”, relató bajo reserva de identidad un agente que participa en Agamenón.

El enfrentamiento final

Fuentes cercanas al operativo indicaron que los investigadores llegaron a la finca donde se encontraba “el Indio” gracias al seguimiento a una supuesta prostituta que lo visitaba.

Apenas los comandos asaltaron el predio, en la mañana de ayer, una docena de escoltas del cabecilla abrieron fuego para proteger su escape. Incluso Mesa disparó con una pistola FiveSeven, conocida como la “matapolicías”, cuyos proyectiles perforan chalecos blindados.

En medio de la lluvia de balas, un tirador de alta precisión del Ejército le acertó un disparo letal a “el Indio”. Sus secuaces trataron de sacarlo del área, pero viéndose expuestos, lo dejaron abandonado en la maleza, ya sin vida.

“Encontramos vainillas de pistola FiveSeven y 9 milímetros. Incautamos radios de comunicación, pero ya se habían llevado los celulares y memorias USB con información”, indicó Claudia Carrasquilla, directora de Fiscalías contra la Criminalidad Organizada.

Añadió que “estos resultados demuestran que la Fiscalía, la Policía y el Ejército no van a descansar hasta someter a todos los miembros de ese grupo. También tenemos identificados a los posibles sucesores e iremos detrás de ellos y de sus finanzas”.

Después de Dairo Úsuga David (“Otoniel”) y Carlos Moreno Tuberquia (“Nicolás”), “el Indio” era el hombre más importante de la organización, detalló el general Jorge Nieto, director de la Policía.

Esta muerte sucede en momentos en los que el Clan del Golfo y el Gobierno Nacional adelantan acercamientos para acordar un sometimiento de ese grupo ilegal a la justicia.

La propuesta, que se hizo pública el pasado mes de septiembre, depende en gran parte de un proyecto de ley que presentó el Ministerio de Justicia al Congreso la semana anterior, el cual reglamentará los procedimientos judiciales para atender esta clase de desarmes colectivos.

Sea cual sea el desenlace de esos acercamientos, ya no tendrán en la eventual mesa de conversaciones a “el Indio”, quien murió como vivió.

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