En la cocina de su casa en el barrio Enciso, María* hace cálculos para repartir dos pedazos de pollo entre ocho personas. La carne se la regaló un comerciante del centro de Medellín que no alcanzó a venderla en su cafetería. Y con los $4.000 que ella ganó, vendiendo dulces en los buses, compró una libra de arroz, un pedazo de panela, una bolsa de arepas y tres huevos que usará para el desayuno de la familia mañana, hasta cuando ella vuelva a conseguir dinero.
La familia —María, sus seis hijos y dos hijos de una amiga que, de tanto visitarla, se fueron quedando mientras esperan a su madre que trabaja en el Bajo Cauca antioqueño— se come al día entre dos y tres kilos de comida. La cantidad es proporcional a la venta en los buses.
Dos de los niños tienen bajo peso y desde hace un año reciben un complemento alimentario por parte de la Alcaldía de Medellín. María, en cambio, ha ido perdiendo los rollitos de su cintura, pues su plato suele ser el menos cargado de comida. “Primero comen ellos y si queda, yo”, dice
Escasez en la abundancia
Una de cada tres toneladas de comida que se producen en Colombia termina en la basura. Así lo aseguró el Departamento Nacional de Planeación (DNP) en un estudio de pérdida y desperdicio de alimentos, que realizó en 2016.
El 64 % de esos alimentos se pierde en las etapas de producción, poscosecha, almacenamiento y procesamiento industrial y el 36 % restante se desperdicia en las cadenas de comercio y los hogares.
Con esa cantidad de comida se podría alimentar a una ciudad como Bogotá, que tiene más de 8 millones de habitantes.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación - FAO- asegura que en Colombia se desperdician cada año, per cápita, 201 kilos de comida. La cifra es preocupante, sobre todo si se tiene en cuenta que el 54,4 % de los hogares de Colombia vive en inseguridad alimentaria, esto quiere decir que su capacidad de acceso a los alimentos no es permanente y, por eso, no obtienen la energía necesaria para llevar una vida activa y saludable.
En el Valle de Aburrá el panorama no es muy distinto. Cada día entran a la Central Mayorista 9.500 toneladas de alimentos, incluyendo frutas, verduras, granos, lácteos y cárnicos. De ellos, entre 23 y 24 toneladas terminan como residuos que se transforman en abono en una estación ambiental. Y a la Plaza Minorista, el segundo sitio de comercio de alimentos más grande de la región, llegan cada día entre 560 y 690 toneladas de comida, de las cuales entre 22 y 26 toneladas terminan en los contenedores de basura.
Al mismo tiempo, el 58,6 % de los hogares no tiene garantizado el acceso constante a alimentos, según el Plan de Seguridad Alimentaria y Nutricional de Medellín 2016 - 2028. La mayoría de esas familias viven en las comunas 1 (Popular), 2 (Santa Cruz), 3 (Manrique) y 4 (Aranjuez), todas en el nororiente.
Comida que salva vidas
Para frenar la cantidad de comida que termina en la basura y mejorar la condición de centenares de familias que cada día rebuscaban entre los desperdicios algo para comer, los comerciantes de la Mayorista se unieron y hace 28 años crearon una fundación.
Martha Eugenia Quintero, su directora, asegura que el objetivo principal de la Fundación Central Mayorista es evitar la mendicidad y ayudar a que las familias se alimenten.
En el 2018 la fundación rescató 6.680 toneladas de alimentos que fueron donadas a 488.000 familias de Medellín. “El 99 % eran frutas y verduras en buen estado, algunas maduras o con golpes, pero aptas para el consumo”, dijo.
En la bodega de la fundación se apilan 23 toneladas diarias de comida que se reparten entre los bancos de alimentos de la ciudad y más de 300 instituciones sin ánimo de lucro que atienden, sobre todo, a niños y ancianos.
Los sábados, además, en una cancha vecina a la Central Mayorista, se realiza un mercado sabatino en el que 400 familias reciben alimentos sin pagar un solo peso.
“Aquí puede venir el que quiera, lo único que tiene que traer es el empaque (bolsa, caja) porque eso no lo damos”, cuenta Quintero.
El 49 % de los beneficiarios llega desde Medellín, 39 % desde Itagüí y 8 % desde Bello. Un 18 % de los beneficiarios son ciudadanos venezolanos y el 60 % de los visitantes cada sábado son “gente nueva”; es decir, acuden por primera vez.
En la Plaza Minorista se donan diariamente entre 1,6 y 2 toneladas de comida. Erica Janet Agudelo, gerente del lugar, sostiene que las beneficiadas son familias de bajos recursos.
José Giraldo es uno de ellos. Cuando su trabajo como reciclador no le da suficientes ingresos, madruga a La Minorista y se ubica, con costal en mano, en una zona conocida como El Muelle donde se descarga la comida. “Aquí dejan lo que no está tan bueno. Uno que ya sabe buscar saca lo mejorcito y con eso come toda la familia. Eso sí, nunca le va a tocar un pedazo de carne, pero sí papita y yuca”, cuenta.
Un banco de comida
Un día de 1999, una laica llamada Beatriz buscó al padre Gonzalo Rivera para compartirle la preocupación que no la dejaba dormir: en la Central Mayorista se estaba perdiendo mucha comida, mientras en la periferia de la ciudad la gente se moría de hambre.
El padre Rivera la escuchó y le propuso unir esfuerzos para crear un banco de comida y juntos se fueron a buscar donaciones. Recogieron una caja de manzanas, la semilla de lo que hoy es el Banco Arquidiocesano de Alimentos, una entidad que recibe donaciones de establecimientos comerciales y las entrega a fundaciones de toda la ciudad.
Luisa Fernanda Arias, coordinadora comercial del banco, explicó que cada mes donan 100 toneladas de alimentos que reciben de supermercados, tiendas y plazas de mercado, y las entregan a 73 instituciones.
“Recibimos productos que están sobremadurados, que no cumplen con algún estándar de calidad, que su empaque era de temporada (navideños, escolares) o porque, por políticas de calidad, tiene menos de 10 días para su vencimiento”, dijo.
Muchos de los comerciantes donan por espíritu solidario, y otros porque saben que destruir los alimentos, como exige la ley, es más costoso.
Arias dice que entre los beneficiarios del banco hay abuelos abandonados en hogares geriátricos, hasta familias con necesidades extremas, como una mujer que alimentaba a sus hijos con sobras de comida que pedía a los vecinos, diciendo que eran para darles a las gallinas .
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millones de toneladas de comida se desperdician al año en Colombia: Planeación