Han pasado dos décadas desde que Yolima* y Felipe*, dos hermanos menores de edad, salieron de su casa reclutados por hombres de las extintas Farc y no volvieron nunca más. Dejaron su casa en Salgar, Suroeste antioqueño, donde nacieron, y la familia les perdió el rastro. El día que se los llevaron, los paramilitares también causaron estragos en la zona y varias familias huyeron desplazadas.
Desde entonces, hay una madre que nunca dejó de llorar por sus hijos y una hermana que no entendió por qué Yolima y Felipe dejaron la casa y terminaron en las filas de una organización armada.
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“Estuvo a punto de enloquecerse, dormía detrás de un escaparate”, contó la hermana al referirse a la tristeza que casi consume a la madre luego de perder a dos hijos de tajo. Tuvieron que pasar muchos años para que la familia le diera un cierre digno y humano al dolor de no volver a saber nada de sus seres queridos desde que salieron del hogar en 1998.
Mientras estaba en las Farc, Yolima quedó embarazada y a su hijo lo nombró Bayron. Tuvo que entregarlo a una familia cuando cumplió 2 años porque en el monte no podía cuidarlo. Él, ahora de 23 años, no pudo estar en los momentos más importantes con su madre, quien falleció en las filas de la organización armada, en 2003, por causa de una explosión.
Antes de morir, Yolima sufrió el fallecimiento de Felipe. Un guerrillero la acompañó en esa época a buscar el cuerpo, en el corregimiento Nutibara, de Frontino, Occidente antioqueño, donde pereció en el año 2000, en medio de una operación armada.
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Pero de los cuerpos de los dos hermanos no volvieron a saber nada en la familia. Fue por eso que la madre, desesperada tras años de incertidumbre, pidió apoyo a firmantes del Acuerdo de Paz para recuperarlos y darles una sepultura digna. La Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD) lideró la misión de buscar los cuerpos, como lo ha hecho con otras personas en el departamento.
En una sola semana, la UBPD y su equipo forense recuperaron el cuerpo de Yolima, que estaba enterrado en una vereda de Urrao, en el Suroeste, en una zona con alto riesgo de deslizamiento debido a fallas geológicas que eran una amenaza latente de que el cuerpo desapareciera para siempre.
Pero allí lo encontraron y recuperaron, cerca del cerro El Plateado, un páramo de más de 3.000 metros de altitud que define el límite de municipios como Urrao, Salgar y El Carmen de Atrato.