En cualquier recoveco —debajo de puentes y autopistas, dentro de tuberías y alcantarillas en desuso— cientos de personas han construido sus hogares. Pintan paredes, cuelgan entrepaños con carritos, vírgenes y fotos; ponen materas, tapetes y cortinas. Más de 9.000 personas duermen hoy en las calles de Medellín. Incluso en la marginalidad, la vida insiste en echar raíces.