Con lo justo se había acostumbrado a vivir el Parque Arví, en el corregimiento Santa Elena, de Medellín, uno de los lugares más turísticos de la ciudad. De hecho, cuentan sus directivas, nunca quedaba un peso de más para reinvertir.
La austeridad financiera, que durante algunos de los nueve años de funcionamiento se tradujo en pérdidas, hizo que se pensara en mecanismos que hicieran el espacio autosostenible y que le dieran a la corporación que lo maneja la tranquilidad de poder mejorar procesos e infraestructura.
Es así como la primer medida tomada, y polémica, el año pasado, fue la de cobrar el ingreso a los turistas, que por más de 8 años fue gratuito.
Beatriz Araque, directora del Arví, comentó que el año pasado llegaron cerca de 1 millón de visitantes al parque y destacó que los ingresos son del orden de los 1.500 millones de pesos, lo que nunca en 12 años de creada la Corporación que maneja el lugar se habían visto.
“Este dinero se reinvierte en el objeto social, los programas que desarrollamos. Son 13 socios, públicos y privados, y a diferencia de la empresa privada, los excedentes que generamos no se entregan a ninguno de los socios”, indicó.
Diversificaron actividad
El Arví hizo lo que ya es tendencia en diferentes parques naturales: aprovechar los conocimientos en el campo, y la experiencia de los empleados para vender servicios a otros similares, empresas privadas y entes territoriales.
En Medellín, por ejemplo, la Corporación Parque Arví está manejando el jardín circunvalar, en el occidente de la ciudad, y los cerros tutelares. Con Corantioquia avanzan en un programa de capacitación para mantener viveros en el Valle de Aburrá, y con el Área Metropolitana, con sensibilización, educación y cuidados ambientales en la región metropolitana.
“Ese sistema de contratación nos permite dejar unos porcentajes de administración contemplados en la norma legal y que generan ingresos adicionales”, aseveró Araque, en tanto añadió que cuentan con un portafolio de servicios comerciales por medio del cual venden a particulares y empresas que quieren ir a hacer recorridos, eventos en el auditorio o convenciones empresariales.
Cobrar es necesario
A Martha Álvarez le sorprendió que en diciembre, cuando con algunos familiares que llegaron del extranjero, le cobraran por entrar al Arví.
“No está mal pagar, el parque es muy bonito y una tarifa que no supera los $10.000 no es mucho para la magnitud del espacio”, dijo.
Al respecto, Araque consideró que la gratuidad atentaba contra la autosostenibilidad financiera. “A cualquier lugar del mundo donde vamos nos cobran y pagamos sin revirar”, apuntó y añadió que en Arví se ha generado una cultura de pago.
“La entrada al baño tiene un costo como en cualquier lugar turístico, porque para tenerlo limpio necesitamos una inversión: una persona, implementos, baños bonitos, decorados agradables”, acotó.
La directora dijo que las tarifas son diferenciadas para turistas extranjeros, locales y para personas con Sisbén y recalcó que los recursos también son invertidos en programas que benefician a la comunidad cercana al parque .
