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La lenta recuperación del Centro tras la crisis que dejó la pandemia

Aunque turismo muestra mejoras, comercios formal e informal avanzan más lentos. Cultura sigue en crisis.

  • La lenta recuperación del Centro tras la crisis que dejó la pandemia
El Centro repleto, pero hay venteros que siguen quebrados
25 de enero de 2022
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ZONA QUE SE RECUPERA TRAS LA PANDEMIA

El centro de Medellín permite medir el pulso de la reactivación económica después de las cuarentenas a las que obligó la pandemia. Sobre Carabobo, en el barrio Prado, los talleres de motocicletas están atestados. Esa zona, al igual que la Plaza Botero, La Playa y Guayaquil, fue una de las más visitadas por los turistas el año pasado. Allí las residencias y hoteles volvieron a recibir clientes y las compraventas extendieron el horario a 24 horas.

No muy lejos, previo al ingreso a la Plaza Botero, de nuevo se enredan las bicicletas con los venteros de aguacate y mango. Y los expertos en accesorios para el celular volvieron a vender hasta en el breve cambio del semáforo. Pero las imágenes, a veces, son engañosas, dice Wilmer Gómez, quien vive de hacerles fotos a los visitantes.

—Aunque la gente sí ha vuelto, todavía sigue durito el trabajo. No es como antes. Y los gringos, que sí se ven más, compran poquito. O a veces nada. Los que se llevan la fotico, que vale 10.000 pesos, son los panameños, hondureños y ecuatorianos. También uno que otro colombiano.

Con cámara en mano, y después de ajustar 16 años en el sector, relata que le tocó irse para donde la familia que tiene en Cali por la crisis en que resultó la pandemia. Volvió la primera semana de enero, hace veinte días, y hasta el momento las ventas solo alcanzan para el diario.

Omar García, director de la Asociación de Venteros Informales de Medellín, habla desde la misma banda. Afirma que la reactivación sí se ha visto, pues los 150 vendedores que tienen afiliados en El Centro han vuelto a trabajar. La cuestión es que muchos aún no se reponen de la quiebra y otros han tenido que recurrir al famoso gota a gota. Algunos sí conversan con el comercio formal, y así sobreviven, cuenta García.

Uno de ellos es Juan Carlos Sánchez, quien tiene un negocio de relojes en el ingreso del centro Comercial Colombia – Cundinamarca, sobre la avenida que lleva el primer nombre. En compañía de su hijo, quien prestó el nombre para el local —Variedades Jerónimo—, relata que el ritmo de venta no se ha recobrado.

La mercancía, según describe, está por las nubes. No hay nada que no esté caro. Y los relojes de pared, que son su fuerte, pasaron de 35.000 a 60.000 pesos al por mayor. Cuando hace cuentas y pone el precio final, muy a su pesar teme que los posibles clientes se espantarán. Como palomas vuelan despavoridos y desisten de comprar.

—Hace diez meses una señora nos compró un reloj en 50.000. En estos días vino por uno de los mismos y le dije que valía 90.000, porque todo había subido mucho. Usted no se imagina: ¡Salió corriendo!

Para cuadrar caja, pagar el arriendo y el trabajador, Sánchez tenía que hacerse 400.000 pesos diarios en ventas previo a la pandemia. Con eso le alcanzaba para sostenerse. Ahora hay días de solo 150.000 o 200.000. Cuando hay quincena las cuentas mejoran, afirma el comerciante, pero ahora no queda para ahorrar.

Menos dramático es el testimonio de Karen Negrete, oriunda de Montería y quien trabaja en la cacharrería Multihogar. Puñados de familias han vuelto a hacer la lista de útiles para volver a estudiar: los colores, cuadernos y bolsos que se quedaron el año pasado ni se alcanzaron a desempolvar.

—La gente está viniendo con lista en mano. Extrañábamos eso. Acá vendemos de todo: piñatería, decoración y cacharrería, pero los materiales para estudiar siempre eran muy perseguidos en el negocio, hasta que llegó ese virus.

Después de dos años difíciles para todos los sectores económicos, una cifra alcanza a ilusionar —según revela la Gerencia del Centro—: 23 millones de dólares dejaron en derrama económica las visitas de nacionales y extranjeros a esta zona en 2021, monto que supera el de 2019, cuando el golpe por la pandemia no se alcanzaba a avizorar.

Otros frentes

Aunque Jorge Mario Puerta, director de Corpocentro —asociación que agrupa a 800 locales comerciales en esa zona—, confirma que las ventas y el empleo se han recuperado, también expresa que otros sectores no la han tenido fácil. Es el caso de bares y restaurantes: además de pérdidas económicas, muchos cerraron en los últimos dos años.

Las restricciones y el miedo de los clientes, sea por el virus o por la inseguridad que aumentó en la zona, explican en parte que su reactivación marche a un ritmo menor. Y eso que la actividad gastronómica del Centro se mueve de día. ¿Qué tal, dicen los restauranteros, que fuera de noche?

En esto coincide Sandra Restrepo, directora del capítulo Antioquia de Cotelco, para quien la percepción de inseguridad también ha retrasado la reactivación de los hoteleros. Si bien dijimos que los números fueron buenos el año pasado, y que son, quizá, de los más esperanzadores, según está podrían ser mucho mejores.

Hotelería, aún en deuda

Los visitantes, además de devolverles su tiempo de gloria a las gordas de Botero, que padecieron por su ausencia, desempolvaron los hoteles que se resistieron a cerrar sus puertas. Aunque la ocupación no se compara con la de otros parajes de la ciudad, como El Poblado, Laureles y Estadio, el 53% registrado este 2021 también supera los números de los dos años anteriores.

Cosa distinta ocurre en otros sectores: si bien los comercios reportan mejoras, y el ajetreo de los vendedores de ropa y zapatos parece volver a la normalidad, los frentes de educación y cultura no logran reponerse. Los primeros tienen puestas las esperanzas en el retorno a la presencialidad, mientras que los segundos, menos optimistas, todavía agonizan.

Teatros, centros culturales y museos son los que todavía no encuentran consuelo. Estos afrontaron varios cierres, además de los severos límites de aforo, y aún no logran reponerse. Cuenta Cristóbal Peláez, director del Teatro Matacandelas, que actualmente se trabaja a punta de pérdidas.

—Las finanzas están por el piso. Eso ha fracturado muchas casas teatrales. Unas cerraron y otras pocas, como nosotros, nos mantenemos. Pero el camino va a ser largo: recuperarnos nos tomará unos dos años. El ánimo del sector cultural está sumido en la depresión.

Y no es para menos: además de ser de los más aporreados por la pandemia, este año la administración recortó en 11.602 millones de pesos su presupuesto. La Secretaría de Cultura se ha mostrado distante y apática frente a la crisis, alegan líderes del sector.

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