Estar al lado de un niño hospitalizado por desnutrición aguda es lo más cercano a tener cerca a un moribundo. En algún momento hay un impulso de salir de ahí, de no verlo, pero puede más el instinto. Y aún si quisiera, no podría hacerlo. El protocolo médico obliga a que la mamá permanezca hospitalizada con su hijo.
Yesenia vivió esto por casi dos semanas el año pasado, viendo cómo los médicos del Hospital Infantil intentaban traer de vuelta a la vida a su hijo midiendo con cálculo de científico de laboratorio cada gota de suero, antibióticos y micronutrientes necesarios para salvar a su niño al que se le estaba consumiendo el corazón y se le estaba erosionando el cuerpo.
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El día del cumpleaños 18 de Yesenia fue el día de salida del hospital de su pequeño que llegó en estado crítico remitido desde el Bajo Cauca. Su hijo, sin embargo, no está a salvo todavía. Hace parte del programa de alimentación complementaria del departamento, pero lo que le explica el médico es que las secuelas siguen latentes a la espera de una recaída; otra afugia familiar crítica o una nueva infección por las condiciones precarias en las que siguen viviendo. Huirle a las amenazas de la desnutrición pueden tardar años.
Decía un experto en salud pública durante un congreso académico el año pasado que escuchaba con desengaño los discursos grandilocuentes de empresarios y políticos que en medio de la seguidilla de estrenos de las vías 4G en Antioquia se llenaban la boca asegurando que el departamento entraba a una nueva era de desarrollo. “¿Cómo podemos hablar de una nueva era de desarrollo si arrastramos el peor síntoma de subdesarrollo que cualquier sociedad puede tener: niños muriendo de hambre”.
Se puede debatir su premisa, pero lo que no tiene discusión es que es la muerte de niños por hambre resulta intolerable en un departamento como Antioquia. 13 niños murieron este año por desnutrición aguda, otros 10 niños fallecieron por la misma causa el año pasado.
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El gobierno saliente de Aníbal Gaviria se propuso el día de la posesión llevar a cero la muerte por desnutrición. Pero la situación del departamento está lejos de esa meta. Según el INS, Antioquia está entre los once departamentos con comportamiento inusual de desnutrición aguda. El valor histórico anual desde 2018 para Antioquia eran 943 casos, este año se contabilizan 1.766 casos de niños con desnutrición aguda moderada y severa. Es casi el 10% del total de casos en Colombia y solo lo superan La Guajira (1.890) y Bogotá (2.580).
Y no solo eso, de los 23 municipios y ciudades con población superior a 100.000 habitantes que presentan comportamiento inusual de desnutrición aguda, ocho están en Antioquia: Medellín (764 casos en 2023, el doble de lo esperado), Bello (109), Apartadó (75), Itagüí (55), Turbo (45) y Rionegro (35).
En el primer informe de Antioquia Cómo Vamos se anticiparon algunas de las causas que desencadenaron esta crítica situación. Ni siquiera la mitad de los hogares en el departamento tiene acceso a las tres comidas diarias. El panorama más grave está en Bajo Cauca, Urabá y Magdalena Medio donde los municipios tienen inseguridad alimentaria severa por encima del 30%. El más desolador de los casos está en Vigía del Fuerte: el 56% de los hogares está en inseguridad alimentaria severa.
Señaló Juan Carlos Buitrago, director ejecutivo de la Asociación Bancos de Alimentos Colombia, que en Antioquia convergen casi todas las causas que determinan la desnutrición. “Hay muchos problemas que aumentan el hambre en Antioquia, voy a mencionar los principales: el 29% de la población vive por debajo de la línea de pobreza con ingresos per cápita de 396.000 pesos, la pobreza aumenta la inseguridad alimentaria”.
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Pero la inseguridad alimentaria es apenas la punta del iceberg. La insuficiente calidad y cantidad de alimentos no es el único camino que condena a un niño a la desnutrición aguda. Los otros determinantes sociales como el embarazo adolescente y la falta de agua potable y saneamiento básico se incrustaron en más en zonas del departamento.
En tres subregiones el embarazo adolescente es superior al promedio departamental y nacional. En el Bajo Cauca es de 111,9 adolescentes embarazadas por cada 1.000 mujeres, en Urabá es de 99,5 y en Magdalena Medio de 67,5; mientras que en Antioquia es de 44,53 y en Colombia 46,8.
Según explica Sandra Vallejo, de la Escuela de Nutrición y Dietética de la Universidad de Antioquia, el embarazo adolescente desata un efecto en cadena, pues la mayoría de las jóvenes gestantes padecen malnutrición, casi siempre por déficit, lo que sumado a su desarrollo biológico incompleto la obligará a heredarle al bebé carencias nutricionales de vitaminas, proteínas y minerales que provocarán, casi de manera segura, que nazca con bajo peso y en consecuencia llegue al mundo desde el minuto uno con la cancha inclinada en su contra.
Estas deficiencias, explica, se traducen en los primeros meses de vida en problemas metabólicos, renales e infecciones graves por bajas defensas; y en sus primeros años, problemas de desarrollo cognitivo y aparición de enfermedades crónicas.
El otro gran determinante es la falta de agua potable. Los expertos que integran la iniciativa Niñez Ya, conformada por más de 100 organizaciones en Antioquia, le señalaron a los gobernantes su miopía al creer que con meras entregas de paquetes nutricionales o programas de alimentación complementaria es suficiente para erradicar la desnutrición del departamento.
Sin agua potable no es posible lograrlo. Y el problema es que en los últimos cinco años Antioquia apenas redujo cuatro décimas el déficit de agua potable en las zonas rurales. En 2018, el 74,1% de la Antioquia rural no tenía agua potable. Hoy, el 70% sigue en la misma situación. Esto se traduce en infecciones recurrentes que cuando se desembocan en riesgo vital, muchas veces, es demasiado tarde.
En los debates de candidatos que se han visto por estos días pululan las menciones a la problemática de la desnutrición. Sin embargo, haciendo un repaso a los programas de gobierno de los candidatos no se evidencian estrategias nuevas para afrontar el que es, tal vez, el mayor reto del departamento.