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Entre religión y fútbol, así es la historia de Belén Fátima

El barrio es reconocido por ser tranquilo y conservar

sus zonas verdes. Esta es una parte de su historia.

  • El parque y la iglesia, los puntos de encuentro de los residentes de Fátima. FOTO Edwin Bustamante
    El parque y la iglesia, los puntos de encuentro de los residentes de Fátima. FOTO Edwin Bustamante
Belén Fátima: entre religión y fútbol
16 de agosto de 2018
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Para hablar de la historia de Belén Fátima, occidente de Medellín, hay que llegar a la casa de Astrid Duque Tangarife. Hija de Carmen Tangarife, fundadora del barrio, recuerda a sus 54 años cada una de las historias que su madre le contó sobre cómo la familia llegó a vivir allí.

“Ella trabajaba en Indulana y fue una de las beneficiadas del Instituto de Crédito Territorial, ICT, para una vivienda propia. De esas casas, de fogón de leña, patios y antejardines grandes, quedan muy pocas. Así como la gente que llegó a habitar el barrio hace 60 años”, relata.

Y es que la fuerza industrial, en especial la textil, fue una de las impulsoras de la urbanización de la clase media de la ciudad: barrios como San Joaquín, Campo Valdés, Robledo, Castilla, entre otros nacieron gracias a procesos adelantados ya fuera por el hoy extinto ICT o las cooperativas de cada empresa.

Según reseña el libro Fátima - Nutibara, Dos historias que se unen, de Jorge Mario Escobar Gaviria, un grupo de 35 obreros, con apoyo de la curia, crearon en 1948 la Cooperativa Habitaciones OCSA (Organización Católica Social Arquidiocesana). Adquirieron un predio cerca al nuevo barrio Nutibara y luego de luchar contra procesos burocráticos e intereses de otros por edificar casas para gente de mayores recursos, lograron construir las primeras 120 casas que tras cambios en la fecha de terminación, fueron entregadas a sus dueños en 1955.

“El trasteo, según mi mamá, tocó hacerlo por la calle 30, pues de resto todo eran lagunas y pantano y ni los carros podían entrar”, dice Astrid.

Y con el barrio, llegaría la iglesia, una de las más características de la ciudad por su arquitectura. De acuerdo con la reseña de Escobar, el nombre de la parroquia acontece a dos hechos. El primero, las Hermanas Misioneras, residentes del barrio Nutibara, tenían una imagen de la Virgen de Fátima a la que se le tenía mucha devoción. El segundo: monseñor Juan Manuel González envió desde Fátima, Portugal, un cuadro de la Virgen de Fátima Peregrina para que le erigieran un santuario y allí, en el occidente de Medellín, lo encontró.

Como uno solo

Para hablar de la historia de Belén Fátima, también hay que hablar de la de su vecino, el barrio Nutibara. Este último nació hace 10 años atrás y durante muchos años el sector ha sido llamado Belén-Fátima, así junto. Incluso, la primera escuela se llamó Fanut (uniendo la primera sílaba y la tercera letra de cada nombre).

En esa vecindad surgió uno de los clásicos del fútbol más tradicionales de la ciudad y no es entre Atlético Nacional y Deportivo Independiente Medellín. Cada 6 de enero, desde 1957, en las mangas primero, en las canchas luego, se lleva a cabo el encuentro Fátima-Nutibara, un enfrentamiento que hasta hoy se da en torneos como Pony Fútbol.

La edición de El Colombiano del 15 de agosto de 1994, reseñó ese encuentro como el regalo de los reyes. “... un certamen que, sin lugar a dudas, se convirtió en algo esencial para estos dos barrios. Era como el pan nuestro de cada año porque era el partido que anhelaban sus habitantes. Algo así como el primer paseo de la primaria”, escribía el periodista Julio César Acosta.

Para Astrid, esa sigue siendo una de las tradiciones más importantes del barrio. Pues reúne a quienes se quedan y a quienes se fueron. “Es normal que ya sea a ese partido o a las fiestas de la Virgen, lleguen aquellas personas y amigos con los crecimos pero que viven en otras partes de la ciudad. Es como si fueran las fiestas del barrio”, agrega.

Entre otra de las herencias de Fátima a la ciudad, está el periódico El Taller. Nació como un mural informativo que se hacía cada año y se convirtió en uno de los medios comunitarios más importantes no solo del barrio sino de los sectores aledaños. En él, se manifestaban las necesidades de sus habitantes y se preservó su memoria.

Los nuevos vecinos

A pesar de que el centroccidente de Medellín es una de las zonas más urbanizadas de la ciudad, cada vez hay llegan más vecinos: Metroplús, sistema de transporte masivo que cambió la manera de llegar al barrio y un hospital, son algunos de los nuevos residentes.

Las casas viejas, algunas de las fundadoras, dieron paso a edificios de cinco y hasta de 10 pisos, habitados por familias jóvenes o estudiantes que encontraron allí un lugar ideal para su proyecto de vida.

Camilo Hernández es uno de ellos. Hace siete años llegó al barrio por su cercanía a la Universidad Pontificia Bolivariana, institución en la que hizo su pregrado. “Aunque ya terminé la carrera, decidí quedarme porque es un lugar tranquilo con transporte, comercio y zonas de deporte”, cuenta.

Hernández recoge en su percepción lo que otros afirman también sobre el barrio Belén Fátima: las zonas verdes y la gran cantidad de árboles que aún perduran, a pesar de la urbanización, hacen de este lugar un buen vividero.

Claro, no dejan de llamar la atención de las autoridades para que no bajen la guardia: precisamente tanta tranquilidad hace que sus calles sean muy solas y, en ocasiones, esto es aprovechado para que los delincuentes hagan de las suyas .

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