Un aventurero adiestra cuatro gansos salvajes. Pretende usarlos para tirar de una máquina voladora. Y lo logra. Estos animales lo alzan por los cielos hasta llegar a la Luna, donde descubre que las especies son más grandes.
Tal vez eso no sea posible, pero el libro El hombre en la Luna (1638) de Francis Godwin consiguió que a través de las palabras el ser humano se imaginara en un mundo lejano y pisara el astro, antes que Neil Armstrong y Buzz Aldrin alunizaran en un cohete de la Nasa. Su compañero, Michael Collins, los esperó por 27 horas en el módulo de mando para luego llevarlos de regreso a casa.
Las primeras historias de viajes espaciales provienen de la religión. Es el caso de la cultura griega: la diosa Selene, hija de los titanes Hiperión y Tea, gobernaba la Luna. Luego, escritores, cineastas y científicos dieron a conocer cómo era el suelo grisáceo, aunque a veces, se les pidiera que por favor pusieran los pies en la Tierra.
Gracias al proceso imaginativo no solo se pisó la Luna antes de 1969, también “se alimentó la ciencia” para conquistar el astro, dice Selnich Vivas, profesor de literatura de la Universidad de Antioquia.
Ese deseo del hombre de escribir y dar a conocer sus relatos se debe a la necesidad de “proyectar ideales”, agrega Selnich. Además, señala que el arte tiene la misma función de los rituales ancestrales, eso quiere decir que desde tiempos remotos se ha dedicado a observar y conocer el universo.
Por su parte, César Ramírez, docente de cine fantástico de la Universidad Pontificia Bolivariana, explica que las creaciones de ciencia ficción que se produjeron se unen con los sueños de la gente. Cuenta que “las personas siempre se imaginan un futuro y que para ello crean mundos ficticios”.
En el caso del alunizaje, resalta las historias del británico H. G. Wells y del francés Julio Verne, quienes inspiraron a más autores a conquistar la Luna.
Además, el uso de tecnologías ayudó a crear prototipos dentro de los textos. “Antes de los años 40 se viajó disparados por cañones y después de la Segunda Guerra Mundial se llegó a la Luna en cohetes”, señala Ramírez.
Tan anhelada visión también hizo imaginar criaturas diferentes a los dioses como habitantes del satélite; grandes monstruos y humanoides fueron parte de la literatura. Asimismo, conocer qué había allí no ha sido el único objetivo, algunos relacionaron, y criticaron, la ambición con la búsqueda de metales preciosos.
Ramírez cuenta que las creaciones artísticas lunáticas no solo reflejaron un sueño: “Buscaron mostrar lo que somos nosotros, que a veces jugamos a convertirnos en dioses”. También la ciencia ficción trató de explicar las consecuencias, como una guerra, que tendrían determinadas exploraciones.
El docente explica los tipos de monstruosidades que se plasmaron entre letras y en la pantalla: el primero es el externo a la sociedad como los habitantes lunares, es decir, que es producto de la imaginación. El otro es el mismo hombre como un ser destructivo que intenta conquistar otros lugares para su beneficio.
Aunque al aterrizar en 1969 no se encontró un monstruo como lo predijo la ficción, en la memoria colectiva quedaron fijas imágenes como aquella en que la cara de la Luna recibe el impacto de un cohete, disparado por una bala de cañón, creada por George Méliès en 1902.
Estos son algunos títulos de la literatura y el cine que emprendieron el viaje lejos de la Tierra antes de que la Nasa existiera.