Nunca ha estado tranquilo el avispero de nuestro origen, pero volvió a revolcarse este mes por el hallazgo de lo que podría ser una nueva especie de Homo, el naledi, hallado en una caverna sudafricana.
Una especie cuya edad no ha sido precisada pero que podría ubicarse tentativamente entre los Australopithecus y los primeros homos.
A diferencia de todos los fósiles que cuentan nuestra historia evolutiva, en la caverna donde fue encontrado aparecieron cientos de huesos de al menos 15 individuos de acuerdo con las explicaciones de Lee Berger, uno de sus descubridores.
Es que no es fácil separar una especie de otra. Son detalles mínimos que generan controversia, pues, por ejemplo, mientras para unos el Homo ergaster es una especie, otros dicen que era simplemente un Homo erectus.
Tampoco es sencillo saber cómo se originó nuestra especie. En palabras del conocido primatólogo Frans de Waal, de la Universidad Emory, citado por The New York Times la teoría más reconocida dice que “el bipedismo propició la tecnología, el cambio de dieta y una mayor inteligencia”.
Hasta hoy se acepta que la primera especie diferenciadora de los simios fue Sahelanthropus tchadensis, que vivió hace 6 a 7 millones de años y que le pudo seguir Orrorin tugenensis, pero se debe distinguir que no fue una sucesión directa y en el intermedio hay vacíos, aunque luego vinieron los Ardipithecus y los Australopithecus hasta llegar al H. erectus, que parece el primero de la especie.
¿Cuál fue el primero y cuál el segundo? Los hallazgos que se suceden de tanto en tanto enredan el panorama. En marzo pasado se reportó el hallazgo de una mandíbula en Etiopía que llevaría el linaje homo un millón de años más atrás, sobrepasando en antigüedad al A. afarensis, considerado por muchos el precursor de nuestro género.
¿Dónde cabría H. naledi? Difícil saberlo. Si no se ha podido ubicar con precisión al Australopithecus sediba hallado también en Sudáfrica, que para unos puede ser ancestro directo del erectus.
La noción de nuestra evolución está clara, no así todas las piezas del rompecabezas. Al Homo neanderthalensis, se le atribuían pocas capacidades, pero esta década ha permitido entender que manipulaba bien herramientas y tenía su cultura. Es más: no quedan dudas, con base en análisis genéticos, de que se mezcló con el hombre moderno en algunas regiones europeas.
En 2010 se anunció el descubrimiento del hombre de Denisova en Siberia, que pudo vivir entre hace 1 millón y 50.000 años y que debió mezclarse con otros homos.
No se sabe si se mezclaron, pero parece lejos de toda discusión que en distintas épocas hubo al menos dos especies de homíninos que compartieron tiempo y, posiblemente, espacio.
Antes todos esos géneros se clasificaban solo como de la familia Hominidae (homínidos), pero hoy se divide en la familia Homininae, que contiene varias subtribus e incluye los simios en una (Panina, con el Sahelanthropus y el Orrorin). La subtribu homínina incluye los géneros Homo, Ardhipithecus, Australopithecus, Kenyanthropus y el Paranthropus.
Queda además claro que nuestros orígenes se remontan a extensas regiones de África oriental (Etiopía, Tanzania y Kenya, así como Sudáfrica. En Chad solo se encontró el S. tchadensis.
Todo esto ha permitido saber que vivieron en áreas boscosas, donde había lagos y variedad de arroyos y ríos, también pastizales en las sabanas, que para algunos fue clave en el bipedalismo.
El H. naledi recuerda que no es fácil reescribir la prehistoria. En cada nuevo hallazgo de fósiles nos iremos acercando a nuestro origen hasta que aparezca toda la verdad.