Es tan alto el muro que al levantar la mirada, el sol de mediodía impide ver la parte más alta. Son dos muros, realmente, los que separan a México de Estados Unidos en la zona de Baja California. 3.441 kilómetros. De lado y lado, están Tijuana y San Diego: se habla inglés y español en ambas ciudades, se come y viste parecido, el clima es el mismo, pero son dos países distintos.
Como en las fotos y películas, los muros son de color café óxido, pero estando allí en frente se ven otros colores: “gris dolor”, “verde esperanza”, “nostalgia atardecer” y “negro muerte”. Desde el cielo, se parece a la muralla china, pero con arena y cactus alrededor. Ambos muros llegan hasta la orilla del mar, dando la impresión de que es una frontera infinita. Ambos muros, además, han sido testigos de cientos de miles de historias de vida y muerte.
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En Tijuana, –que es la segunda ciudad más poblada de México después del D.F– en el primer trimestre de 2024 la migración irregular interceptada por el Gobierno creció cerca de 200% llegando a cifras récord de flujo migratorio: 360.000 personas, según Forbes. A pocos kilómetros, esa ciudad se convierte en uno de los centros turísticos y culturales más importantes de América. EL COLOMBIANO estuvo allí y documentó el contraste de ambos mundos que, simbólicamente, no tienen frontera entre sí.
La esquina de América Latina
“Estamos en la frontera, pero también en la esquina de América Latina”, dijo Miguel, trabajador de una empresa de vehículos de la zona, mientras cubría su rostro quemado por el sol. “En la segunda parte del siglo XX fue una de las ciudades más visitadas del mundo”, agrega. Para Miguel, como para las personas que también nacieron allí, es parte del paisaje ver gente intentando cruzar los muros o correr desesperados mientras patrullas de ambos países (sobre todo de Estados Unidos), los interceptan.
También es normal que los locales reciban a millones de turistas al año, muchos de ellos millonarios que tienen mansiones con vista al mar y andan en carros –carruajes, les dicen– último modelo. Es apodada “La esquina de América Latina” porque literalmente se ubica en la punta donde termina México y colinda al oeste con el Océano Pacífico.
El nombre de Tijuana proviene del “Rancho de la tía Juana”, región ganadera establecida en esa zona a principios del siglo XIX. Otras versiones menos populares indican que proviene del término indígena “ticuán”. Lo cierto es que nunca ha dejado de ser una región turística de contrastes por su diversidad étnica. Al ser una zona fronteriza, históricamente recibe distintas influencias que se mezclan con la cultura local. De hecho, la garita de San Ysidro, ubicado en esa ciudad, es el cruce fronterizo más transitado del mundo, con más de 50 millones de personas cruzando legalmente de un lado a otro al año.
Dos tipos de comida
Recorrer los puestos de tacos callejeros es una práctica imperdible ya no solo en Tijuana sino en México. Pero la región de Baja California, que es el Estado en el que está Tijuana, tiene una variedad y riqueza gastronómica asombrosa. Quién creería que un territorio semiárido, en el que las lluvias escasean, sería tierra fértil para los mejores vinos del mundo. Más hacia al sur de Tijuana, a dos horas en carro –con la frontera y sus muros siempre al lado como testigos– hay un municipio llamado Ensenada que alberga viñedos de primer nivel.