La película Anhell69 pone de frente a una Medellín oscura, ausente y adolorida. Es testimonio, homenaje y crítica en voz alta. Retrata una generación del no futuro porque todavía le cuesta lidiar con el presente. Con una sensibilidad algo poética, el director antioqueño Theo Montoya mezcla en su ópera prima música, fiesta, noche, fantasmas que buscan sexo, ausencias, drogas, la homosexualidad, las vidas queer, el arte drag, la amistad de un grupo de jóvenes y la muerte. Vivir y morir en Medellín. Es una película que confronta.
“Entender la sexualidad y el deseo es algo demasiado poderoso. ¿De dónde viene el deseo y qué nos atrae? ¿Por qué nacemos socialmente pensando que nos interesan unas cosas porque nos dicen que eso es? Cuando uno se empieza a preguntar y explorar, se da cuenta que el deseo es demasiado amplio. Nos podemos quedar toda la vida explorándonos, es conocerse uno mismo, es una lucha donde uno nunca lo va a saber porque también sería muy aburrido saberlo”, dijo.
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Sobre otros de sus gustos, los musicales, hay muchas versiones de Theo Montoya. Hay uno que se inclina más por el techno, ese universo que precisamente se ve y escucha en la película. En la vida real, Theo fue dueño de un club de música electrónica llamado 1984 que estuvo ubicado en Ciudad del Río: era un espacio de libertad donde “se podía explorar, era abierto para las disidencias y la rebeldía”. Y es que parte de su vida “suena a música oscurita”.
Escuche el episodio con la dj Criss Arias:
En la actualidad hay un Theo que explora el reguetón y la guaracha, que disfruta pintar mandalas y tomar aguardiente. En su lista de referentes figuran el director John Waters y el escritor Gonzalo Arango. Una vida de película.