Piense mal y sobrevivirá. Permanezca alerta a cualquier ruido mientras está de regreso a su cueva. Abra los ojos por si un león lo acecha tras la hierba. Al detectar algo, una sombra, un movimiento inusual, cualquier cosa, no dude. Corra, escóndase, súbase a un árbol. Es preciso ser más astuto y más rápido que los demás. El más torpe y confiado de la tribu suele terminar en el estómago de un felino.
En la sabana africana, hace 70.000 años, esperar lo peor era apenas lógico. Ya no. El homo sapiens pasó de ser un animal como cualquier otro a ocupar lo más alto de la cadena alimenticia. Aún así –explican los psicólogos evolucionistas– se niega a aceptar que su mundo es un lugar mejor. Todavía cree que la está pasando mal, que todo está a punto de irse por un barranco.
Sigue tan negativo como en la Edad de Piedra y si tiene dudas de su destino recurre a un invento de la modernidad: lee los periódicos del día para confirmar que el mundo está de cabeza. ¿Alguien puede explicarlo?
“Los pesimistas tienen buena prensa, pero se equivocan”, responde Steven Pinker (Montreal, 1954), uno de los intelectuales más influyentes de esta época. Toda una estrella de rock de la psicología, con cinco charlas TED y una melena blanca que no pasa por alto, cada vez que está frente a un micrófono incita al debate, inspira o exaspera. La lista de sus admiradores la encabeza Bill Gates, el segundo hombre más rico del mundo, y la de sus críticos feroces, John Gray, el reputado filósofo británico.
Esta semana conversó con EL COLOMBIANO en Medellín, donde estuvo por invitación de Comfama. En una habitación de hotel con acceso a electricidad, aire acondicionado, un grifo con agua potable, un inodoro y televisión a color, lujos impensables hace 150 años incluso para las familias más ricas de Estados Unidos y ahora comunes en el 95 % de los hogares con menos recursos. Menciona esta cifra y sigue con un chaparrón de datos de su más reciente ensayo, En defensa de la Ilustración. Por la razón, la ciencia, el humanismo y el progreso (2018), que Gates convirtió en un best seller al definirlo como su “libro favorito de todos los tiempos”.
“Los datos nos dicen que la mejora sí ha sido posible, pero la mayoría de personas no los conocen”, insiste (ver gráficos). Como un mantra, repite que usted vive hoy una vida más larga, saludable, segura, rica, libre, pacífica y estimulante que las de quienes lo precedieron.
Los humanos evolucionaron para esperar lo peor. Su amígdala cerebral se desarrolló para garantizar que las amenazas se recordaran con más prioridad que las oportunidades. ¿Cómo desafiar la biología?
“Hay un sesgo de negatividad en la psicología humana. Recordamos las cosas malas con mayor precisión, eso nos mantiene alertas, pero, por supuesto, no podemos ser pesimistas todo el tiempo. Nos quedaríamos en la cama, acurrucados, con las sábanas sobre la cara y no haríamos nada. Si bien enfrentamos problemas, también tenemos cómo sobreponernos a ellos. Ya lo hemos hecho en el pasado. Por eso es crucial estar al tanto de las formas en que el mundo ha mejorado”.
Podría decirse que el progreso es la regla y Colombia, con todos sus problemas bien conocidos, una excepción...
“Colombia ha atravesado cosas terribles, pero la historia de las últimas décadas ha sido de mejora: la tasa de homicidios se ha reducido en más de la mitad en los últimos 25 años. El país se ha vuelto más próspero y la guerra contra las Farc terminó, eso supuso el fin de la última guerra en el hemisferio occidental y el último remanente de la Guerra Fría. Así mismo, debo decir que los colombianos son, en promedio, más felices que muchos otros países, entre ellos Estados Unidos y la mayoría de los países europeos. Por supuesto, Colombia todavía tiene terribles problemas por resolver. Aún así se ha movido en la dirección correcta”.
¿Cómo le explica al hijo de una víctima del conflicto armado colombiano su teoría de que la violencia está en declive y que nació en el mejor momento de la historia?
“Me está haciendo la pregunta equivocada. Debería indagar cómo le explica eso a todas las personas que están vivas hoy pese al conflicto. ¿Cuántos más habrían sido asesinados si la tasa de violencia hubiera permanecido igual? Se lo planteó de otra forma: digamos que hubo un tratamiento para el cáncer que salvó al 90 % de las personas que lo padecían, entonces en vez de concentrarse en lo qué diría ese 10 % de los pacientes que no se curaron, usted se esfuerza más para llegar al 100 % de los afectados. Es una equivocación cuestionarse qué decirles a las personas que aún son víctimas si estamos interesados en el país en su conjunto. Tenemos que mirar a todos, no solo los peores casos”.
A propósito de replantearse interrogantes, dice que la pregunta clave no es si todas las personas tienen lo mismo. El problema es si todas tienen lo suficiente o no...
“Debemos eliminar la pobreza, pero no tenemos que hacer que todos tengan los mismos recursos. Si el bebé de alguien muere, si no tiene dinero para enviar a sus hijos a la escuela, si no tiene ropa, si tiene hambre, entonces no importa si su vecino vive en una mansión. Lo que importa es si sus hijos viven o si tienen suficiente comida. Si quemamos las propiedades de los ricos, incluyendo al vecino con la casa gigante, eso reducirá la desigualdad, pero no salvaría a los niños”.
¿Cómo rescatarlos de la pobreza?
“Podría hablarse de redistribuir el dinero de los dueños de esas mansiones, pero esto parte de un supuesto equivocado: solo hay una cantidad limitada de riqueza en el mundo, una especie de pastel que se divide en pedazos, unos mucho más grandes que otros. Esto no es así. La riqueza puede aumentar enormemente, no es fija y últimamente crece con pasos de gigante. Le doy un dato: el producto bruto mundial actual ha crecido casi 100 veces desde que la revolución industrial estaba en pleno auge, en 1820, y casi 200 veces desde el comienzo de la Ilustración en el siglo XVII. ¡Bum! Lo que sí impacta el bienestar y es moralmente importante es mejorar la vida de los pobres. China, por ejemplo, ha tenido una reducción masiva de la pobreza en estos 30 años. Ellos no lo hicieron tomando el dinero de los ricos porque no había suficientes. Lo lograron haciendo que todo el país se desarrollara económicamente”.
No solo avanza Occidente, al hablar de China insiste en que la humanidad está mejor que nunca. Suena demasiado optimista.
“No soy un optimista ni siempre veo el vaso medio lleno. Me gusta definirme con una palabra que inventó el médico sueco Hans Rosling. Soy un posibilista. Miro hacia atrás, veo lo que la humanidad ha logrado y confío en que podemos seguir mejorando. También sé que no hay garantía del futuro. Depende de lo que hagamos ahora, igual sé que no podemos solucionar todo. Eso no sería progreso, sería un milagro. Pero, ¿pueden los problemas ser menos severos? ¿Pueden más personas tener vidas mejores? La respuesta es sí. Basta con mirar los hechos”.