Si bien la lluvia trae consigo un ambiente fresco, también puede presentar desafíos para nuestra piel. La humedad excesiva en el aire puede provocar sequedad, irritación y una apariencia opaca, especialmente en personas con tez sensible. Además de esto, puede favorecer el crecimiento de hongos, eccemas y heridas.
Según un estudio publicado en el Journal of Dermatological Research, la exposición prolongada a ambientes húmedos puede alterar la barrera cutánea natural, aumentando la pérdida de agua transepidérmica y la deshidratación de la piel.
Y es que, en los tiempos fríos y lluviosos la piel disminuye su producción normal de oleosidad y sudoración, por lo que la humectación cutánea natural disminuye y, por ende, puede empezar a sentirse más seca.
Para María Soledad Aluma Tenorio, cirujana dermatóloga oncóloga de Aurora Clínica Dermatológica Especializada, la piel es el órgano más expuesto al medio ambiente que tenemos y no es una sorpresa que esta se modifique con los cambios del clima, y que estos favorezcan la aparición de enfermedades cutáneas.
“La piel actúa como una barrera cutánea que incluso podemos decir que tiene un componente físico, químico, microbiológico e inmunológico, lo que permite mantener el equilibrio en la humectación, en condiciones naturales. La exposición a los cambios de clima, en especial al aire frío, puede llevar a alteraciones en esta barrera, lo que se traduce en la pérdida transepidérmica de agua, disminución de la hidratación del estrato córneo, alteración del pH en la superficie de la piel y alteración en la absorción percutánea”, asegura.
Esa barrera de la piel se conforma de lípidos y aceites naturales que actúan como una emulsión propia para mantenerla hidratada y está capacitada para proteger la piel contra factores del exterior, como las temporadas de lluvia o de frío. Sin embargo, a veces los cambios del clima la afectan y es ahí donde la piel se encuentra amenazada.
¿Y qué pasa si la piel entra en contacto con la lluvia? La especialista indica que el problema no es que la piel se moje, de hecho, “diariamente lo hacemos cuando nos duchamos”, dice la dermatóloga.
El lío es cuando se mantiene la piel mojada en períodos prolongados. Un ejemplo es cuando nos mojamos las medias o los zapatos y nos quedamos sin secar la piel y sin cambiarlos. Esto puede alterar la piel y su barrera.
¿Y de qué dependerá el grado de afectación? Principalmente de dos factores: qué tan extremo es el cambio de clima —y por eso es común ver afectaciones cutáneas en países con estaciones de invierno— y del estado de base de la piel, ya que si la piel está sana y con buenas rutinas de cuidado, es probable que los cambios no afecten tanto.
“Distinto es para las pieles sensibles o con enfermedades de base, ya que los cambios de clima sí pueden recrudecer sus condiciones”, agrega.
¿Qué le ocurre a la piel con el frío y la lluvia?
Los climas fríos producen en la piel resequedad, por esto es frecuente sentir la piel reseca con el frío, además de que puede empezar a picar. “Esta piel es más susceptible a traumas mecánicos como el rascado, que puede terminar con presencia de excoriaciones o heridas”.
Sumado a esto, si se altera la barrera cutánea, la piel se vuelve más reactiva a irritantes cutáneos y alérgenos.
“Esto explicaría por qué los pacientes con pieles sensibles pueden tener en esta época más dermatitis de contacto irritativas y alérgicas al igual que eccemas y brotes”.
Por otra parte, la piel mojada o húmeda por períodos prolongados favorece la colonización de bacterias y hongos y por eso pueden presentarse tiñas (erupción cutánea causada por una infección micótica) no solo en pies, si no además en las uñas y eccemas microbianos.
Según la Mayo Clinic, el frío también produce urticaria, una reacción de la piel que aparece pocos minutos después de la exposición. Debido a esto, la piel infectada desarrolla ronchas que pican.
“Para algunas personas con esta afección, nadar en agua fría puede hacer que se les baje la presión arterial, se desmayen o entren en estado de choque”, escriben en su portal web. Esta afección se presenta principalmente en adultos jóvenes.
Por otro lado, es importante tener un mayor cuidado con la piel de los niños, dice la especialista, ya que no es igual a la de los adultos, al ser una piel más inmadura, delgada y susceptible a factores como el clima. “Hay que asegurarnos de que la piel de los más pequeños esté siempre bien hidratada y su integridad preservada”.