El lenguaje construye realidades, por lo que es importante revisar cuáles expresiones, palabras y comentarios se validan en el día a día. Así lo explica Juliana Ospitia, psicóloga de la Organización Sisma Mujer. La experta manifiesta que “muchas veces creemos que las palabras o lo simbólico no son importantes. Seguimos pensando que solo hay una violencia palpable, la física, pero hay que reconocer que hay más tipos de violencia, que ninguna es justificable ni menor”.
En 2018, la organización Stop Street Harassment (Detengan el acoso callejero), la organización Raliance, enfocada en la violencia de género, y el Centro de Equidad de Género y Salud de San Diego, perteneciente a la Universidad de California, en Estados Unidos, realizaron una encuesta en la que se determinó que al menos tres de cada cuatro mujeres en ese país han sido víctimas de acoso verbal durante su vida.
El estudio preguntaba a las mujeres sobre diversas situaciones. Por ejemplo, el 65 % aseguró haber recibido silbidos o sonidos incómodos, el 59 % manifestó que en ocasiones se dirigían hacia ellas con palabras como “bebé”, “mamacita” o cualquier otra que las hiciera sentir inseguras. También les preguntaron si las habían insultado o hecho comentarios con respecto a su cuerpo, a lo que el 46 % de las encuestadas respondió de forma afirmativa.
Isabel Londoño, directora de la Fundación Mujeres por Colombia, activista, coach y experta en temas de mujer y género, agrega que “muchas veces las mujeres dejamos pasar cualquier número de comentarios porque hemos asumido que es lo normal. En ocasiones son las mismas mujeres quienes han normalizado ese tipo de comportamiento como un tipo de cariño, cercanía, amabilidad o coqueteo”.
No obstante, Daniela Vargas, socióloga de la Universidad Javeriana, señala que ahí entran a jugar las relaciones de poder y “la idea cultural que establece que la mujer es sumisa y que debe estar al servicio y disposición del hombre. Que debe estar callada. Una noción que se propaga desde hace mucho tiempo, por ejemplo, desde los textos bíblicos”.
Poner límites
Tanto Ospitia como Londoño señalan que cuando las mujeres deciden alzar su voz y cuestionar comentarios que las hacen sentir incómodas se les tacha de antipáticas, conflictivas e incluso groseras. No obstante, Londoño destaca que “ese no debe ser un motivo para callar”, y que “las mujeres pueden crear espacios de prevención de acoso estableciendo límites en el lenguaje con los hombres que conforman sus círculos”.
Según explica la experta, hay que tener en cuenta que dentro de cualquier relación, los límites se establecen entre ambas partes. “Como mujeres hay que aprender a decir ‘pare allí’. No se pueden dejar pasar frases como ‘gorda, no te pongas brava’, o palabras como ‘muñequita’ o ‘mi amor’. Cosas que no deben normalizarse en entornos como, por ejemplo, el lugar de trabajo”.
Londoño agrega que “las personas deben entender que los límites en las relaciones se establecen entre dos. Todo es parte de una negociación entre hombre y mujer que inicia desde el ‘cómo nos vamos a llamar’, ‘cómo nos vamos a dirigir al otro’”.
Aunque sea una situación incómoda, la experta enfatiza en la importancia de corregir esas conductas. “A mí me llamas por mi nombre, yo soy Isabel Londoño y a mí te diriges como Isabel, o como doctora Londoño”. Asimismo, la iniciativa debe surgir por parte de los hombres, “ellos deben acostumbrarse a preguntar cómo quieres que te llame y respetar esos límites”.
Ospitia puntualiza que “se suele pensar que la víctima es la que tiene que poner el límite y denunciar. Por supuesto que no hay nadie mejor que nosotras mismas para exponer esa realidad, pero también debe haber un llamado a la sociedad que es testigo, que se queda callada y naturaliza esos comportamientos”.
Evitar usar palabras que infantilizan
“Mira a esa niña que está sentada en la barra. Es tan hermosa”. Esa fue una de las frases que uno de los amigos de Mayim Bialik (reconocida por su aparición en la serie de televisión The Big Bang Theory) dijo cuando se encontraba en un bar junto con la actriz. En respuesta Bialik cuestionó el motivo por el que dejarían entrar a una menor de edad a ese tipo de establecimientos, cuando dirigió su mirada a la barra se dio cuenta de que su amigo hablaba de una mujer, no de una niña. A raíz de lo anterior publicó en sus redes sociales un video para crear conciencia sobre la problemática de llamar niñas a las mujeres.
Lo que muchos desconocen de Bialik es que es escritora y se graduó en neurociencia de la Universidad de California. En su video afirma que “tenemos que dejar de llamar ‘niñas’ a las mujeres porque la forma en que llamamos a las personas importa. El lenguaje importa”.
Luego, la actriz hace alusión a la teoría del lenguaje del académico Sapir Whorf, que asegura que el lenguaje, además de ser vehículo de ideas y pensamientos, moldea la percepción de la realidad. Cuando se llaman niñas a las mujeres “no las percibimos igual que a los hombres adultos. De hecho, se sugiere que son inferiores a los hombres, incluso si no es eso lo que la gente pretende”.
Londoño agrega que “es diferente el trato que se le da a una niña al que se le da a una mujer. Incluso una niña puede parecer más accesible, más vulnerable. No es posible que sigan llamando a un grupo de mujeres entre 25 y 50 años niñas, cuando todas son adultas”.
Comentarios referentes al cuerpo están fuera de lugar
La psicóloga de Sisma Mujer fija la atención en el hecho de que “a las mujeres se les juzga constantemente por la ropa que traen puesta, por su cuerpo e incluso por la manera en la que se posicionan en el espacio público, algo que no les pasa a los hombres”. Además, Ospitia expresa que “todos esos comentarios hacia las mujeres afectan principalmente la autoestima y la capacidad de reacción, sobre todo porque tenemos un contexto más grande que nos está diciendo que eso no es tan grave”.
En este punto, Londoño reitera la importancia de los límites y de corregir comentarios de los hombres que hagan referencia a cualquier parte del cuerpo de la mujer.
“Es preferible estar una vez colorada a 100 veces descolorida. Si un hombre, por ejemplo, hace un comentario sobre tus piernas, como mujeres debemos afrontar esa pena o esa incomodidad y hacerle saber: ‘No hagas comentarios sobre mi cuerpo. Eso también debe entrar en ese acuerdo de la relación, sea la que sea. ‘Yo no hago comentarios sobre tu cuerpo, no hagas comentarios sobre el mío’”.
Además de afectar el autoestima de las mujeres, Ospitia apunta que este tipo de frases o palabras les crean inseguridad, las hacen sentir inferiores y con la sensación de que “ellos tienen poder sobre nuestros cuerpos”. Cabe resaltar que en relaciones donde hay más confianza y lazos emocionales más fuertes, por ejemplo, noviazgos o matrimonios, son válidos los comentarios o expresiones con las que ambas partes se sienten cómodas. Son acuerdos a los que se llegan. No obstante, en caso de que esto no sea así, debe hacérselo saber a su pareja. Y cuando quiera cambiar algo, porque ya no se sienta bien, dígalo.
Consentimiento ¿una cuestión de decir sí o no?
En una publicación de ONU Mujeres se hace claridad en la importancia de identificar qué palabras y actitudes validan el consentimiento. Por ejemplo, un “no sé”, “de pronto” o el silencio no son respuestas que validen una relación sexual consensuada. Tampoco cuenta la palabra “sí” cuando es consecuencia de presiones, engaños o el uso de la fuerza.
No se puede hablar de consentimiento cuando una persona está bajo los efectos del alcohol o las drogas, pues no se es consciente en un 100 % de las decisiones y acciones. Asimismo, la organización enfatiza que utilizar determinado tipo de prendas o coquetear con alguien, tampoco son invitaciones ni señales para tomar ningún tipo de iniciativa.
Vale la pena señalar que incluso cuando “la mujer ya dijo que sí en alguna ocasión o ya está en una relación estable, eso no significa que ese sí sea un sí eterno y no significa que la mujer ya le pertenece al hombre. El consentimiento se dice, no se supone”, concluye Ospitia.
Comunicar asertivamente
Giselle Neira, couch comunicacional, explica que a la hora de poner límites y corregir ese tipo de comentarios es necesario demostrar autoridad con la actitud.
En primer lugar, “es clave decir que el tono de voz con el que se dicen las cosas cuenta. Debe ser un tono enérgico, pero que refleje seriedad”. Asimismo, se debe usar una velocidad moderada para asegurar que el mensaje se entregue de manera clara. Sin embargo, cuando ya es una situación que suponga un peligro inminente “lo mejor es gritar para que alrededor las personas sepan que hay un acosador y así te puedan ayudar”.
De igual manera, Neira hace énfasis en la importancia del lenguaje no verbal, por ejemplo, el manejo de las distancias. “Cuando una persona comienza a invadir mi espacio personal, si me siento incómoda, me alejo. Cuando permito que alguien se acerque más, estoy permitiendo que me toque”.
Desde la parte corporal también se pueden establecer esos límites. “La actitud importa. Hay que mandar una señal con el cuerpo, por ejemplo, con la mirada o con los brazos marcar el límite y la distancia”. A la hora de hablar no hay que escudarse con los brazos o bajar la mirada, pues ahí se manda un mensaje de inseguridad.
Si es hombre, ¿qué hacer?
Desde la West Virginia Foundation for Rape, fundación especializada en apoyo a víctimas de abuso sexual, se comparten algunos datos que pueden ser útiles para que los hombres evalúen su lenguaje y comportamiento hacia las mujeres.
Antes de realizar un comentario, se sugiere utilizar los mismos estándares de sexo. Por ejemplo, reflexionar si también le diría las mismas cosas a otro hombre. La fundación plantea que antes de realizar un chiste o contar una historia se evalúe si es ofensivo. Una manera lúdica que propone la organización es pensar si el contenido de su mensaje podría estar en una revista sin generar incomodidades.
Asumir la responsabilidad de las palabras y acciones no debe limitarse a una disculpa. Esta debe ir acompañada de frases como “no va volver a pasar” y, asimismo, debe haber un compromiso en ello.
Por último, evitar invadir el espacio personal del otro. En el lugar de trabajo evitar recostarse en el escritorio de la otra persona y también es recomendado saludar con gestos distantes cuando no hay consentimiento. Además escuchar: qué le tienen por decir otros, que lo ayude a reflexionar sobre lo que está diciendo. Tal vez no se había dado cuenta.