¿Qué hace que un personaje sea memorable? Si uno se fija en aquellos héroes cuyos legados han sobrevivido a la caída de las civilizaciones se dará cuenta que tienen rasgos en común. No deja de ser asombroso que los mundos en los que vivieron Sócrates y Jesús —para mencionar solo un par de casos— se hayan eclipsado para siempre, pero aun así las vidas de ellos todavía les ofrezcan luces vitales a los ciudadanos del siglo de la Inteligencia Artificial y de los viajes al espacio exterior. Ya nadie habla cotidianamente el griego del siglo de Sócrates ni el arameo de la Judea de Jesús, pero las enseñanzas de estos hombres moldean el mundo actual de una forma tan profunda que ni siquiera no damos cuenta de cuanto les debemos.
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Hay elementos comunes en las biografías de Sócrates y Jesús que tal vez den pistas del origen del magnetismo que han tenido para todos nosotros. Lo primero que los une es que ninguno de los dos escribió texto alguno: fueron maestros de la oralidad. Las palabras que conservamos de ambos fueron escritas por sus discípulos años después de la desaparición física de los maestros. De alguna forma, el único texto que dejaron lo escribieron en las vidas y en las memorias de sus seguidores. El segundo ingrediente que los enlaza es que murieron a manos de las autoridades de sus épocas por haberlas desafiado al proponer un estilo de vida novedoso. Ni los gobernantes de la polis ni los sumos sacerdotes de Jerusalén se sintieron a gusto con las normas existenciales que tanto Sócrates como Jesús propalaron entre sus audiencias. Casi siempre el recorrido de los héroes culmina con la muerte trágica.
Hace más de cincuenta años Jorge Luis Borges comparó las muertes de Sócrates y de Jesús, si creemos en las anotaciones que hizo Adolfo Bioy Casares de sus tertulias con el genio argentino. En su dictamen, Borges exaltaba la figura de Sócrates al llamar al filósofo un caballero, mientras le bajaba caña a la del fundador del cristianismo al considerarlo un político. Mala leche aparte, lo cierto es que Jesús cuenta a su favor con algo que nunca estará en el saldo de Sócrates: más de la mitad de la población del mundo lo considera un sobrehumano. Para los cristianos es el mismo Dios que caminó entre los hombres. Por su parte, los musulmanes le dan la veneración que reservan para los profetas más importantes. En otras palabras, nadie le reza a Sócrates ni la fecha hipotética de su muerte se ha convertido en día feriado en muchos lugares de Occidente.
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