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Eso que usted dice tan natural es un micromachismo

Llegan en formas cotidianas y sutiles, pero refuerzan estigmas de mujeres. Hay formas de no caer en ellos.

  • ilustración Elena ospina
    ilustración Elena ospina
08 de marzo de 2020
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Si usted es mujer, muy seguramente ha recibido o escuchado alguno de estos comentarios en casi cualquier escenario posible: “¿Y se va a ir así vestida?”, “si un hombre no encuentra en su casa lo que necesita, lo va a buscar en otro lado. Eso es culpa de las mujeres por no atender a sus parejas”, “¿la ascendieron?, ¿qué habrá hecho para ganárselo?”, “está como cansona ¿no?, seguro está en sus días”.

Resultan familiares, cercanas y, al parecer, inofensivas. Muchas de ellas han salido de los labios de hombres, pero en sus recuerdos es probable que lleguen además en la voz de abuelas, tías, madres e incluso amigas que las han expresado. Quizá usted también, sin quererlo o saberlo, las ha soltado.

Esos comentarios y dichos que se pensaría que, en una época como esta, ya habrían quedado en el olvido, no son simples refranes o conversaciones normales, son micromachismos y llevan consigo una carga pesada.

Querer el control

El machismo y el micromachismo tienen sus diferencias. Vanesa Giraldo Martínez, psicóloga feminista, explica que el machismo, a grandes rasgos, “es la dominación de lo femenino”.

El micromachismo “es un término que se ha usado para identificar ciertas actitudes que son más imperceptibles que otras que la sociedad condena más”, destaca ella.

Indica que se rechaza tajantemente que un hombre golpee a una mujer (un gesto claramente machista y violento físicamente) pero no sucede lo mismo con un comentario normalizado que denigre de ella. Como cuando se tilda de mantenida a una mujer que ha escogido como opción de vida criar a sus hijos.

El psicólogo y psicoterapeuta Luis Bonino Méndez señala en el documento Micromachismos: la violencia invisible en la pareja, que esas son formas de agresión que, así no sean físicas, pretenden mantener algún tipo de dominación en la vida cotidiana frente a la mujer o incluso miembros de la población Lgbtiq (quienes pueden definir su identidad bajo lo femenino).

Bonino explica que en ese tipo de frases, en apariencia sutiles, hay un contenido potente en contra de ese tipo de personas. “Si pensamos que la violencia de género es toda acción que coacciona, limita o restringe la libertad y dignidad de las mujeres –escribe–, podemos comprobar que quedan ignoradas múltiples prácticas de violencia y dominación masculina en lo cotidiano, algunas consideradas normales, invisibilizadas y otras legitimadas, y que por ello se ejecutan impunemente”.

María de los Ángeles Polo Gómez, abogada magíster en Derechos Humanos de la Universidad Externado de Colombia, añade que “toda forma de control es una forma de violencia y ¿qué hay detrás del machismo? Una forma de control y ¿para qué se quiere el control? Para someter, para poder decidir y seguir manteniendo el status quo y tomar decisiones”.

Si se les sigue viendo como algo normal, hay un problema que sigue latente porque con este tipo de comportamientos “hay un sesgo sexista y el problema es que reproducen estereotipos de género que luego se convierten en macromachismos”, opina la escritora Gloria Susana Esquivel, productora y anfitriona del podcast Womansplaining.

Se prolonga la vida de estereotipos tan sencillos como que el fútbol no es para mujeres, que no son buenas conductoras o que se les llame “niñas” mientras a los hombres se les llama “señores” en ámbitos profesionales. “El problema es no cuestionar los estereotipos de género y replicarlos”.

Según Camila Pérez, quien hace parte de la organización feminista Siete Polas, son esos actos invisibilizados “los que hacen que exista ese menosprecio general por lo femenino, que se traduce en formas mucho más graves de violencia de género”.

No caer en ellos desde la educación

Pérez señala que los comentarios han tenido un efecto que ha limitado a las mujeres en sus posibilidades y libertades en lo público y lo privado, pero destaca que no solo las afecta a ellas o a la población Lqbtiq, “al final del día este es un tema que afecta a la población en general. Los hombres también se ven afectados por el machismo en que vivimos, es ese machismo el que le dice a los hombres lo que en teoría deberían ser”.

Al ser conscientes de que esas actitudes se cuelan en el lenguaje, el peso cae no solo en el manejo propio de lo que se dice, también en cómo se educa a los que más adelante serán hombres y mujeres. “El caldo de cultivo siempre va a ser el hogar”, insiste Giraldo Martínez, quien es madre de una niña y un niño. “De nada me sirve educar a una niña para que se defienda si crío a un niño que siga agrediendo”. Ella lo llama, educar en feminismo.

Se trata de enseñarles sobre la sociedad en la que crecen. Decirles a las niñas, por ejemplo, que “más que cuidarse por el hecho de ser mujeres, se cuiden por el hecho de ser personas, por vivir en sociedad y visibilizando, antes que nada, el contexto en el que vivimos”, expresa la abogada Polo Gómez.

“No podemos seguir educando de la misma manera proteccionista y machista porque no vamos a conseguir resultados diferentes –añade–. La única forma es visibilizar el sistema, si queremos hombres libres, autónomos y fuertes, tenemos que educar a nuestras hijas para que sean libres, autónomas y fuertes”.

Para ella es fundamental que en vez de plantearles una visión rosa de la sociedad a los niños y niñas, sería importante cambiar la perspectiva para que entiendan “otra manera de ver el mundo” para cuando sea el momento de mirarlo de frente y hacer parte de él.

Entre adultos es una tarea complicada derribar esas actitudes “por lo arraigadas que están en la sociedad”, apunta Pérez. Le parece acertado que se estén generando más conversaciones reflexivas sobre el tema, pero precisa que esta lucha no es solo de mujeres: “los hombres tienen la misma o más responsabilidad que nosotras para desmantelar esta cultura machista”. Se trata, para ella, de un ejercicio constante, “cuestionarse permanentemente sobre su privilegio, cuestionar a sus amigos, a su círculo cercano y más que todo en espacios que son exclusivos de hombres”.

Hacerlo consciente

A lo largo de la semana pasada, la periodista Ana María Mesa (@animesa) creó una tendencia en Twitter que resultó en la etiqueta #ComoHombres. Cientos de micromachismos típicos fueron reinterpretados e invertidos por mujeres. “Me tocó bailar con el más feo”, tuiteó Margarita Rosa de Francisco, fue apenas uno de esos ejemplos en los que el rol se transformaba. Sin mayores explicaciones, la dinámica fluyó y ya ha sido adoptada por mujeres en países como México.

Otra iniciativa arrancará este domingo 8 de marzo. La Fundación Juanfe, que ha buscado maneras de defender los derechos de mujeres y niños, pretende poner en la agenda el impacto que tienen los micromachismos. De acuerdo con el Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe, la muerte de mujeres ocasionada por su pareja o expareja íntima, en España y 29 países del continente, fue más alta en Argentina y Colombia en 2018. A esto se le suma que “Colombia hoy es el segundo país en el mundo con el más alto índice de ataques con ácido per capita a la población femenina”, señala Catalina Escobar, creadora de esa fundación.

Ante la indignación, Escobar creó una campaña llamada #NoSoyUnObjeto, que espera expandirse en las redes, en avisos, escrito con lápiz labial verde en los vidrios del transporte público y hasta en 50 millones de bolsas de leche. para llevar el mensaje de romper esos estigmas. La idea es “ir al origen de la agresión, porque si esto no lo rompemos, las agresiones van a seguir”.

Usted puede decidir cómo quiere abordar el referirse a las mujeres. Aunque el 8 de marzo usted envíe flores, chocolates y mensajes de amor por Whatsapp, pregúntese si aquello que dice sobre ellas los demás días del año está impulsándolas o dándole alas a estereotipos que siguen insistiendo con eclipsarlas.

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mujeres sufren violencia por parte de sus parejas cada año en Colombia, según indicó Medicina Legal.
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