¿Qué estamos haciendo?, se preguntó recientemente el periodista danés Ulrik Haagerup ante un público conformado por directores de medios de comunicación y periodistas de todo el mundo, en un encuentro de la Inma (International News Media Association, por sus siglas en inglés), en Nueva York.
“Los titulares que escribimos y, por ende, la información que circula en los medios es poco optimista”, fue su respuesta. El fundador del medio de comunicación DR News y CEO de Constructive Institute diagnosticó que nos centramos en los problemas y poco importan las soluciones.
En el público, nadie lo refutó: basta con ver la primera página de cualquier diario, elegido al azar, para corroborar sus palabras. ¿A qué se debe esa resistencia de los medios a ver el lado bueno de las cosas?
Juan Gonzalo Betancur, periodista y jefe del pregrado de comunicación social de la Universidad Eafit, atribuye este fenómeno a la condición humana. Explica que los medios recurren a lo más básico de las personas, a sus emociones y, de esa manera, los contenidos que nos causan temor resultan atractivos.
El interés que despiertan esos temas –tragedias, accidentes, muertes, ataques, corrupción, traición– no es nuevo, añade el profesor. Las redes sociales lo han hecho parecer algo reciente y esto se evidencia en las cantidades de Me gusta en Facebook o de retuits en Twitter que alcanzan estos contenidos, pero viene de vieja data.
Así fueron concebidas
Todo comenzó cuando se fijaron los criterios de lo que es noticia. “Hace parte de los orígenes del periodismo moderno”, comenta el jefe de carrera en Eafit.
“La prensa nace considerando que las malas noticias son las buenas noticias para los medios de comunicación”, asegura. A finales del siglo XIX eran comunes titulares como ‘Explosión en Maine fue causada por bomba o torpedo’, del New York World, o ‘La destrucción del barco de guerra en Maine fue obra del enemigo’ del New York Journal, haciendo alusión a la guerra hispano-estadounidense que se dio a finales del siglo XIX.
El color de las noticias
Las noticias negativas no son recientes y el tono alarmista de algunos medios tampoco.
Aunque es claro que internet ha potenciado la difusión de ese tipo de información, fueron los primeros periódicos los que empezaron a incluir titulares sensacionalistas, “mediante los que se apela a nuestros impulsos”, insiste Betancur. Para él, por ello no es extraño que sean justo esas noticias las más leídas.
Hoy, esas noticias parecen estar multiplicándose, y no solo en los medios masivos, también las construyen personas del común que hacen eco de ellas por medio de redes sociales y aplicaciones de mensajería.
Haagerup propone detener este flujo de información negativa y parafrasea a Einstein: “Si no cambiamos nuestro patrón de pensamiento, no podremos solucionar los problemas que creamos con nuestro actual patrón de pensamiento.
Esto ocurre hace un poco más de un siglo, pero hoy con Internet parece salirse de las manos, y por eso los medios están llamados a revisar sus criterios de difusión”.
Según la intervención de Haagerup, los medios cometen errores. Entre ellos está creer que la gente necesita más noticias y de forma más rápida, que prefieren sangre y crimen, peleas de políticos, noticias sobre conflictos y problemas, y que no quieren calidad.
No obstante, dice, las personas realmente buscan mejores noticias en las que puedan confiar por su calidad, que sean inspiradoras; quieren leer sobre políticos que encuentran soluciones y acerca de la esperanza.
¿Por qué insistir en lo malo?
Para Gabriel Levy, docente investigador del área de comunicación digital y profesor de la Universidad Externado de Colombia, la respuesta al por qué se prefieren las noticias negativas se encuentra en la mente humana y, al mismo tiempo, en cómo las personas se desenvuelven en la sociedad y se masifican.
La explicación de Levy se refiere a la psicología de masas, que fue abordada por el psicoanálisis y por algunas corrientes sociológicas.
Él precisa que las noticias negativas despiertan el morbo y, en general, el interés porque los lectores se reflejan en esas situaciones de riesgo, miedo y preocupación que los impactan emocionalmente. Por su parte, las noticias positivas no generan un efecto de tipo emocional tan fuerte, sino uno más racional.
“En la información negativa, por ejemplo de tragedias, se encuentra el dolor humano y se hace transferencia, es decir, uno piensa: pude haber estado ahí, me pudo haber pasado a mí. Además, las personas se involucran emocionalmente al pensar en el dolor de los otros, y eso desencadena un interés mucho más fuerte”, asegura.
“Quienes han investigado el asunto de por qué nos gusta lo negativo en los medios han encontrado como motivo que los humanos tienden a buscar información que de alguna manera los ponga en peligro”, agrega Elvia Acevedo, docente e investigadora de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Antioquia.
Ella señala que así esa información no afecte directamente a quien la consume, genera alarma porque en algún momento podría tocarlo.
Un reto
Ulrik Haagerup también indicó que los titulares negativos son una enfermedad mundial. Habló de la necesidad de un periodismo constructivo. “La gente requiere una solución para inspirarse. Historias que se enfoquen en el comienzo y en la esperanza. Las noticias constructivas son sobre oportunidades y personas que hacen algo sobre lo que otros podrían aprender”, señaló el CEO de Constructive Institute en su presentación.
La tarea de los medios entonces, según él, es trabajar en el ayer (investigando), en el hoy (informando) y en el mañana (construyendo); en esta última, desempeñando un rol de facilitador para inspirar, enfocándose en brindar soluciones y ejerciendo buenas prácticas.
Denise Baden, profesora asociada de la Southampton Business School de la Universidad de Southampton, ha indagado sobre el tema y en un estudio publicado en 2015 reveló que cuanto más sensaciones negativas experimenta alguien después de consumir malas noticias es menos probable que comparta su opinión o que tome acciones para mejorar el mundo.
Buscar el equilibrio
A los medios, añade el docente investigador Gabriel Levy, también les queda la tarea de determinar cuál información es positiva y cuál es negativa.
Según él, entre la razón de ser de los medios está la capacidad de construir una agenda informativa equilibrada en la que se combinen los aspectos que dignifican la condición humana, los logros que obtienen personas o grupos sociales, y aquellos negativos.
Adicionalmente, para Levy, los medios y los periodistas están llamados a encontrar la información no evidente, la que no es tendencia o circunstancial, sino que resulta de la búsqueda profunda de información que “se aproxima a la realidad de los hechos e impacta la vida cotidiana. Esa sería la variable fundamental para tomar una decisión sobre lo que se debe publicar o no, las cosas que transforman la vida de las personas, cómo alteran el curso de su historia y cómo la mejoran”.
En conclusión, para el docente se debe encontrar un balance entre lo positivo, lo negativo y lo que obedece a un ejercicio de investigación para lograr construir una radiografía de lo que ocurre a diario.
Tarea de todos
La obligación de cambiar la percepción de lo negativo en busca de construir una mejor sociedad no es únicamente de los medios de comunicación, la comparten diferentes instituciones, y entre ellas están la familia y las instituciones educativas, opina la docente Elvia Acevedo.
Además, está la importancia de que se enseñe a consumir información, dice Juan Gonzalo Betancur, a compartirla y a producirla.
Lo anterior, debido a la ligereza con la que muchas personas toman los contenidos que reciben a través de distintas plataformas digitales y la distribuyen sin comprobar su veracidad u origen.
Betancur considera esa alternativa porque cree que en ocasiones se ha demostrado que el impacto de información producida por las personas y que es distribuida por redes sociales o de mensajería alcanza a ser más grande que la de los mismos medios masivos de comunicación, a quienes, después de que esos contenidos se hacen virales, les queda el deber de desmentirlos y explicarles a sus audiencias el origen de esa información o su propósito.
“Los medios son las instituciones a las que históricamente se les ha delegado el manejo de la información de calidad, con profesionalismo, mirando todos los puntos de vista y planteando alternativas, pero hoy este asunto no solo queda en manos de ellos, también hay que exigirle a los ciudadanos”.
El cambio a lo positivo
La organización Solutions journalism ha estado tocando el tema de las noticias negativas desde hace más de dos años.
En una publicación en su página web cuentan que en el trabajo que han ejecutado con cerca de 30 salas de redacción han visto que las audiencias se enganchan más con los contenidos que proponen soluciones, yendo más allá del problema, que con aquellos que se abordan como una noticia cotidiana.
No solo se aumenta el tráfico en línea de las historias, sino también los comentarios de los lectores, que tienden a ser más positivos y constructivos, cambiando el tono que generan esas noticias cuando se abordan de una forma tradicional.
“Esta evidencia refuerza nuestra opinión de que la gente quiere un periodismo diferente. Los contenidos centrados en lo que está mal en el mundo hacen que la gente tenga más probabilidades de desconectarse e incluso desvincularse de la vida pública. Los contenidos que proponen soluciones, por otra parte, pueden fortalecer la acción de individuos y comunidades”, señala el informe de Solutions Journalism.
Haagerup lideró este cambio de paradigma y DR pasó a ser el medio más confiable en Dinamarca. Hoy alcanza al 93 % de los daneses con noticias, y TV Avisen de DR es el noticiero con más audiencia en el país. Lo ven 605.000 personas, a diario.
Arianna Huffington, creadora del portal el Huffington Post, confirma esta tendencia. En varias oportunidades ha dicho que las noticias más compartidas en esa web, que encabezó por once años, son las positivas, por encima de cualquier otro tipo de información.
Los medios estamos invitados a proponer más soluciones para los problemas que señalamos. Ese sería un primer paso. Luego, entre los ciudadanos, podría funcionar como una bola de nieve.