Los tiempos cambiantes traen consigo transformaciones que no dejan por fuera los estilos de vida de hombres y mujeres. Lo que antes se concebía como una imposición -formar una familia- ahora es más una decisión que cada ser humano debe tomar para su vida.
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Un análisis de Paul Dolan, experto en ciencias del comportamiento humano y profesor en la London School of Economics, en su libro Happy Ever After: Escaping The Myth of The Perfect Life (Felices para siempre: escapando del mito de la vida perfecta) reveló que las estructuras familiares actuales distan de las tradicionalmente conocidas y asegura que las mujeres solteras y sin hijos son más felices que las que forman una familia.
Esto lleva un tiempo creyéndolo. De hecho, en una conferencia que ofreció en 2019 en el Hay Festival en Gales, Reino Unido, compartió algunas opiniones al respecto.
“Las personas casadas son más felices que otros subgrupos de la población, pero solo cuando su cónyuge está en la habitación. Cuando se les pregunta qué tan felices son, cuando el cónyuge no está presente, la respuesta es: maldito miserable”.
Y resumió el asunto de manera sencilla.
“Tenemos algunos datos longitudinales buenos que siguen a las mismas personas a lo largo del tiempo, pero voy a hacer un gran daño a esa ciencia y solo decir: si eres un hombre, probablemente deberías casarte; si eres mujer, no te molestes”.
Para responder a esta opinión, hay que remitirnos al pasado cuando las mujeres (aunque todavía ocurre en algunos casos) eran las encargadas de los asuntos domésticos y los hombres los que proveían el hogar. En esa dinámica, ellos tenían más oportunidades de autorrealizarse como profesionales y tener más libertades.
El psicólogo Rodrigo Mazo Zea, docente de la Facultad de Psicología de la Universidad Pontificia Bolivariana, explica que ahora formar una familia y dedicarse a las labores del hogar es una decisión y no una imposición, como antes.
Ahora las mujeres podemos dedicarnos a otros asuntos más allá del hogar y experimentar otro tipo de satisfacciones más allá de ser esposas o madres.
“Las mujeres ahora son más autónomas y autosuficientes y reconocen que ellas solas pueden salir adelante si eso desean. De hecho, la soltería en las mujeres se convirtió en factor de protección para la salud mental y de la felicidad, al desarrollar vínculos consigo mismas, tener una vida social más libre y decidida, hacer planes solas y depender, cada vez, menos de los hombres”, dice el psicólogo.
La mirada de Bibiana Catalina Cano Arango, coordinadora del Centro de Estudios de Género de la Universidad de Antioquia, profundiza en la mujer como un sujeto de análisis histórico. No todas las solteras son felices ni todas las casadas son infelices, pero es necesario reconocer los grados de opresión derivados de la posición de la mujer en la clase, edad y etnia.
“Lo que Dolan plantea puede analizarse en dos sentidos. El primero, relacionado a la autonomía de las mujeres, la capacidad de autodeterminar un proyecto de vida de acuerdo con sus deseos. El segundo sentido es la carga del cuidado, un trabajo que al estar feminizado en su mayoría, repercute en la salud mental y física de las mujeres. No tener la carga del cuidado va a posibilitar encargarnos de un proyecto de vida que propenda a la autonomía y tener tiempo para el disfrute, el goce y el ocio”.
Violencia de género
La mujer continúa siendo la mayor víctima de la violencia, en varios casos, por parte de sus parejas. Según datos del Observatorio Nacional de Violencias de Género el 81,1 % de las víctimas de violencia física en el país fueron mujeres. Siendo la cifra mayor en las mujeres en edades entre los 29 a 59 años (37,97 %) seguidas por las de 18 a 28 años (28,27 %).
Esta violencia a la mujer causa sufrimiento y daños irreparables.
“Esta se refiere a todos esos comportamientos dentro de una relación íntima que causa daños físicos, psíquicos, sexual, económico de quien está siendo victimizada por una de las personas que conforma esa relación de pareja”, explica Bibiana Catalina Cano Arango.
Esto es diferente para la mayoría de los hombres. Como lo explica Dolan, al afirmar que el compromiso en los hombres es mejor.
“Para los hombres, casarse o llevar una vida de pareja estable es un factor protector porque por un lado se siente útil al poder ser proveedor y aportar con sus responsabilidades. También, empieza a organizarse mejor porque tiene menos libertades. Controla más su vida y tiene metas más en función de la familia que lo hace comprometerse más consigo mismo y los otros”, dice el psicólogo Mazo Zea.
Estas emociones contrastadas son una evidencia del rol que han ejercido ambos géneros en la sociedad y la posición que tienen frente a la familia. Sin embargo, eso cada vez se transforma más.
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También cambia lo que representa la soltería. Anteriormente se creía que las mujeres que no estaban casadas a más tardar los 25 años -como asegura Rodrigo Mazo Zea- no habían logrado la meta de conseguir un esposo para formar una familia.
“Hoy en día la soltería es una decisión personal consciente y como tal, tiene que ver con las metas y proyectos de vida de cada uno. Igual sucede con los hombres, también pueden decidir estar solteros y no tener hijos, sin embargo, se ha demostrado que aunque para las mujeres esto es un factor protector por la autonomía, para los hombres es un factor para orientar mejor su vida y cumplir otros propósitos”, finaliza el psicólogo.
Por su parte, Bibiana indica que la soltería pasó de ser un castigo para la mujer al, supuestamente, no ser elegida por un hombre a la posibilidad de que ella por sí misma pueda elegir estar con alguien.
“El análisis relacional de la mujer implica el análisis de la dependencia, de la sujeción, de la mujer incompleta cuando no está en relación de pareja. Las mujeres hoy hemos comprendido otras formas de relacionarnos, en el que estar solas no es un castigo sino la posibilidad de otras formas de relacionamiento como la amistad. Ahora, en las relaciones de pareja existe la posibilidad de acordar con mayor equidad sin sacrificar lo que uno es y lo que quiere ser”.