La aburrición. No es solo un estado mental más, puede ser un problema que afecta a la persona por distintas razones y que incide en conductas no benéficas.
No es mentira ni un invento de la ciencia. En años recientes científicos se interesan por el tema, al punto de que en mayo se realizó la segunda conferencia sobre la aburrición con participación de investigadores de varios países.
Este estado mental, desagradable, prolongado, en el que no provoca hacer nada, una ausencia de estímulos que pide ayuda, tiene consecuencias comportamentales, médicas y sociales serias.
En estudios sobre consumo excesivo de alimentos, la aburrición es uno de los detonantes más frecuentes. E investigaciones con simuladores han mostrado que quienes son proclives a la aburrición conducen a mayor velocidad y son más arriesgados. Además les es más difícil dejar de fumar y de beber, dice un artículo presentado en Nature.
En él, la consultora Jennifer Vogel-Walcutt indica que la aburrición responde por cerca del 25 por ciento de la variación en el logro escolar, el mismo porcentaje que es atribuido a la inteligencia innata.
Cada día más investigadores desde la genética a la filosofía, la psicología y la sociología se interesan por el tema. Uno de ellos es James Danckert, cuyo hermano tras un accidente automovilístico con trauma cerebral quedó en un estado de aburrición prolongado, cuenta el informe.
Y uno de los primeros problemas que enfrentan los científicos es definir qué es aburrición. De todas maneras argumentan que no se trata de otra forma de depresión ni apatía sino de un estado mental específico.
Otro escollo ha sido descifrar cómo se manifiesta en el cerebro y cómo se relaciona con factores como el autocontrol. Falta mucho por determinarlo, en palabras de Shane Bench, psicóloga que estudia el tema en la Universidad de Texas A&M.