En los 45 años de historia que tiene la facultad de Medicina de la Universidad CES sucedió algo inédito: a sus aulas y laboratorios llegó el primer estudiante indígena arhuaco. Se llama Karin Teyze Pérez, está en primer semestre. Tiene 21 años y nació en la Sierra Nevada: es de la comunidad Nabusimake.
—Salí con mucho entusiasmo por conocer algo nuevo, era la primera vez que montaba en avión. A medida que llegaba el momento de alejarme de la tierra, me sentí triste. Encontrarme con esta ciudad que tiene tantas cosas, quedé en paré, no sabía por dónde iniciar. No ha sido fácil, nada es fácil, si fuera fácil todos estuvieran acá.
Fue comenzar a escribir un nuevo capítulo en su vida. Allá quedaron dos hermanos y varios sobrinos, también el papá y los recuerdos de la mamá que murió en 2021. Para Karin fue enfrentarse a una ciudad lejos de su pueblo: los separan 550 kilómetros de distancia. Fue, en definitiva, llegar a una ciudad en la que viven más de dos millones de personas: una Medellín ruidosa, llena de carros y lomas. Todo muy diferente a la tranquilidad en la que él creció.
—¿Por qué estudió Medicina?
—Nosotros culturalmente tenemos algo y es que cada persona que nace lo manda la naturaleza a cumplir una ley, y ese cumplimiento lo va haciendo uno en lo que le gusta, en lo que más quiere y hace tranquilamente en equilibrio. Entonces nosotros nos encargamos de encontrar ese camino que nos da la naturaleza.
Precisamente, esa línea, dice, la encontró a los cuatro años cuando manifestaba su gusto por la sanación: reconocía huesos y músculos. A medida que iba creciendo, ya más adolescente, era capaz de identificar los dolores de la gente de su comunidad. Desde niño cultivó esa vocación. La medicina también fue un “don heredado”: dos de sus hermanos son auxiliares de odontología y su padre es sobandero.
—¿En cuál rama de la medicina se ve en el futuro?
—Quiero ser un médico osteópata, porque tengo ese potencial de reconocer huesos y todo esto. El área que más me gusta es la anatomía, todo comenzó empírico y ahora lo estoy empezando a enlazar.
—¿Qué ha sido lo más duro en su nueva etapa académica?
—La manera de enseñar, porque yo hice mi escuela y mi colegio de una manera totalmente diferente, allá eran cuadernos, libros y el profesor dictando, pero aquí me he tenido que enfrentar a una máquina donde los profesores dicen que ahí está toda la información, queda uno como...
Karin queda en pausa. Karin no encuentra palabras para describir esa sensación tan abrumadora que le ha tocado enfrentar en los últimos meses: cuando llegó no sabía ni siquiera prender un computador. Ahora lo hace con más facilidad. Una situación similar le ocurrió con el celular, sin embargo, ya se comunica con sus compañeros por WhatsApp.
—¿Cómo le ha ido con los demás estudiantes de la universidad?
—Al principio no sabían cómo llegarme, si saludarme o no, no sé si era por la impresión, pero ahora los muchachos me dicen que no se me acercaban por no saber cómo llegar, por ser de otra cultura, yo les digo que tranquilos, que pueden acercarse y hablarme sin ningún problema porque yo hablo bien el español que lo aprendí en la escuela.
Un día normal de este futuro médico arranca a la 1:00 a.m. si tiene que repasar para algún examen, sino el despertador suena a las 4:00 a. m. Después se prepara un café, eso es sagrado para él: café puro que le envía por encomienda su hermana desde la Sierra Nevada. Desayuna y sale a estudiar hasta las 3:00 p. m. Ya en la casa, casi siempre, ve caer las tardes leyendo o tejiendo sus tutusomas (el gorro de los arhuacos).
Cuando Karin sale a la calle la gente curiosa se le acerca y le pregunta que si es de otro país, hay quienes no identifican que hace parte de este resguardo indígena descendiente de los Tayrona. A Karin es común verlo caminar por ahí: muchas veces prefiere caminar que montarse en un bus o en el metro. De su casa a la universidad se tarda 25 minutos, aproximadamente.
—Ya sé montar en el metro después de varias perdidas, pasaba de largo las estaciones, a veces por coger para el sur cogía para el norte, y así. También me he perdido en los centros comerciales, daba vueltas y vueltas, pero ya aprendí.
—¿Qué se sueña cuando termine la carrera?
—Volver a mi tierra a trabajar en el hospital de allá, trabajar con mi gente. Mi madre siempre quiso tener un hijo médico, lo intentó con los hermanos mayores, pero no pudo, entonces me tocó el turno a mí.