La felicidad es distinta para cada persona. “Nadie encontrará el bienestar en el mismo lugar del otro”, asegura Ricardo Andrade, psicólogo de la Universidad de Antioquia dedicado a estudiar los sujetos posmodernos. Aunque parezca una afirmación obvia, va en contraposición con el discurso de la superación personal, en el que se pretende uniformar el concepto de felicidad.
Los griegos hablaban de la eudaimonía, una especie de felicidad o realización absoluta, pero debido a cambios sociales y políticos en la edad helénica, se interesaron más por la ataraxia, es decir, por el no sufrimiento. Ellos ya sabían que trabajar por la felicidad no es lo mismo que hacerlo por la buena vida.
La preocupación por lo que ahora se llama y se mide como bienestar subjetivo (satisfacción con la vida) es bastante antigua y evidencia que el hombre siempre ha buscado la realización o ha deseado encontrarse en un estado total de goce. Esto, según Andrade, “es psicológicamente imposible si lo pensamos como un estado absoluto de no requerir nada más”.
Históricamente hemos preguntado por el bienestar y el no sufrimiento, sin embargo, según el psicólogo, desde la modernidad se puede evidenciar una obsesión por cuantificar el mundo. “El ser y el tener comienzan a confundirse y la buena vida a ser medida en función de lo que se tiene y se puede contar”, replica.
¿Por qué no somos felices?
Una de las características de la condición humana es la sensación de estar incompletos, la misma que nos lleva a buscar la respuesta por lo que somos y en la que se funda el deseo. “Bien direccionado, este te lleva a querer superarte, pero convertirlo en un objetivo para solo satisfacerse, y nada más, es inadecuado y esto sí nos puede llevar al sufrimiento”.
Según Andrade, durante nuestro proceso educativo construimos valores, ideales y modelos que no siempre son los más personales ni están alineados con nuestra historia.
“El primer paso para el bienestar es la subjetivación, es decir, apropiarse de sí mismo, de su historia, volverse dueño de sí; reconocer qué me ha influenciado, los prejuicios que he construido, las ideas falsas que he ido creando, todo esto a través del arte, las amistades, la estética, la psicoterapia; de estudiar, de viajar... en general, de confrontarse con uno mismo. Esto nos hará más dueños de nosotros y menos esclavos de modelos sociales comunes”, concluye.
El teórico y filósofo francés Michel Foucault, por su parte, asegura que hay que practicar el cuidado de sí como un ideal estético de relación consigo mismo. Volver la vida de cada uno una obra de arte que es bella porque es única, distinta y rompe con lo establecido.
Ocuparse de sí no quiere decir quedarse solo, porque el contacto con el otro es una forma de encontrarse a sí mismo.
Dinero y felicidad
Las personas con mayores ingresos son, en términos generales, más felices que los que se deben esforzar. Se preocupan menos por pagar sus cuentas, tienen una mayor opción de vivienda o de trabajo y pueden proporcionar comodidades para sí mismos y sus seres queridos. Sin embargo, la riqueza por sí sola no es un tiquete de oro.
De hecho, según un estudio del Banco Mundial, qué clase de dinero se tiene y cómo se gasta importa mucho más que un ingreso grande. Si el dinero se utiliza como una herramienta social en lugar de ser sinónimo de abundancia material, tiene un impacto positivo en el bienestar y fomenta la conexión social.
Numerosos estudios realizados en los últimos 10 años y citados por el Banco Mundial han demostrado que las experiencias de vida nos dan un placer más duradero que las cosas materiales.
Resueltas las necesidades básicas como techo y comida, Benjamin P. Hardy, candidato a doctor en psicología organizacional estadounidense, recomienda controlar las emociones en lugar de ser reactivos a lo que está sucediendo alrededor y afirma que hay varias claves que generan más bienestar subjetivo.
Por ejemplo, una vez que este comprometido al 100 % con sus intereses, ya no necesitará confiar en la fuerza de voluntad. Su decisión ya ha sido tomada independientemente de las circunstancias.
Decir no a cualquier cosa fuera de sus ideales más altos se vuelve fácil. Esto es vivir de manera proactiva en lugar de reactiva. Cinco de las propuestas de Hardy son: