El día cae, la noche empieza y las motos no dejan de rondar, parece que se repiten, dando vueltas como un carrusel, como parece repetirse también la historia en la fonda Tangamandapio en Aranjuez, a media cuadra de la calle 92, sobre la carrera 49b.
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Adentro están Gambeta, Ciri y Popes. Afuera un niño en bicicleta, vecino de la fonda, que va y vienen por la acera y se para en la entrada a mirar a la gente y a escuchar la música, como hace años hicieron Gambeta, Ciri y Popes, porque así fue como ellos conocieron el rap, en el barrio, viendo a los más grandes hacer sus fiestas y cuando estuvieron los suficientemente grandes hicieron también las suyas.
Pero la Farra Aranjuez, como ellos bautizaron su fiesta, es mucho más que una fiesta, es el principio de Alcolirykoz, que fue primero Arnez, un grupo de amigos que empezó con Gambeta, Ciri y Popes, que eran vecinos del barrio y compañeros del colegio, pero al que se fueron sumando otros.
“Nosotros no queríamos hacer solo farras para el desatino y el chirreo, queríamos hacer farras para recoger plata para comprar equipos y las pistas para rapear el Ciri y yo”, dice Gambeta.
La primera fiesta la hicieron en 1997. La entrada valía $1.500 pesos. Como no tenían computadores ni acceso a internet, hacía los flyers a mano, les sacaban fotocopia, los recortaban y los repartían ellos mismos. De mano en mano los regaban por el barrio y dejaban otros en tiendas especializadas de rap como Karioka, en el Paseo de la Playa, en el centro de Medellín, para que otros raperos de otros barrios que visitaran la tienda supieran de la fiesta y fueran.
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Dos años después de esa primera fiesta, empezó a Alcolirykoz, pero casi siete años después las dejaron de hacer, porque con el cambio de siglo llegó el reguetón, y esa se fue volviendo la música oficial de las fiestas y casi que de Medellín.
Aranjuez: la excusa y el propósito
Alcolirykoz empezó con las fiestas, y las fiestas volvieron a empezar con Alcolirykoz, cuando el grupo lanzó el disco Aranjuez, hace dos años.
“Mucha gente que se había alejado nos empezó a preguntar por las fiestas, entonces nosotros empezamos a hablar, a pensar en volver a hacerlas. En esas venía el lanzamiento del disco Aranjuez y todos estábamos muy emocionados, y el Ciri dijo, y vamos a salir del concierto todos iniciados ¿y el remate?, y ese remate fue el principio de las farras”, dice Popes.
Gambeta lo anunció en medio del concierto, dijo que el remate era en la 92. Y allá llegaron más de 300 personas. No cabían en el sitio, tampoco alcanzaba el trago para todos, pero ese día confirmaron que había quorum suficiente para retomar la tradición de las fiestas de rap del barrio, tanto así, que este mes cumplen el segundo aniversario, desde que retomaron la tradición.
“Después de esa fiesta salimos fue a pensar que sería lo siguiente. Y empezamos a trabajar en eso. Empezamos a buscar lugares”, dice Ciri, pero admite que fue difícil encontrar un sitio lo suficientemente grande en el barrio, porque las fiestas, si o si, son en Aranjuez, sino se pierde la tradición y el propósito, que ya no es conseguir plata para hacer la música, sino generar una pequeña economía para los amigos y la gente del barrio.
“Uno de los propósitos fundamentales de este proyecto que nosotros tenemos es devolverle al barrio lo que tuvo. Hay mucha población que adolecía de estos espacios, que no los tenía porque no había lugares de rap, donde sonara esta música de principio a fin, o donde pudieran reunirse, encontrarse con otros raperos y compartir e intercambiar información como nos tocó a nosotros”, dice Ciri.
Un universo de la A a la Z
Entre el rap y el barrio hay un universo que se percibe sobre todo en la música de Alcolirykoz. Allí habitan sus historias y sus personajes. La farra es una forma de entrar en ese universo, de verlos a todos en carne y hueso, de hacer parte de esas historias. En parte por eso la fiesta se ha vuelto tan popular, porque es un espacio donde los fanáticos se confunden con amigos y todos son bienvenidos, así se sienten, por eso la farra ha tenido tanta acogida, ya no solo en el barrio sino en la ciudad.
Las entradas de la fiesta que hicieron el pasado 9 de septiembre se agotaron apenas cuatro horas después de anunciadas. Como la fonda no es tan grande como quisieran, sacan todo –50 sillas y 200 mesas– para que quepan todos, aunque sea parados.
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Al final a nadie le importa, la fiesta es como un concierto. La fonda es larga, en la entrada está la barra, en el fondo una pequeña tarima. Entre la una y la otra se acomodan los 400 asistentes. Todos miran a la tarima, a los Djs, que son varios, primero Z-Kruel, después Fazeta y por último Gambeta, que empieza diciendo “hoy nos emborrachamos de la A a la Z”, y hace sonar La Típica, y la gente grita y se emociona, y baila, porque el rap también se baila.
Y a lo largo de la noche van sonando las infaltables de la fiesta, Noches de humo de Souchi, Cell Terapy de Goodie Mob, Killing me Softly de The Fugges y Reflujo de Alcolirykoz. Y después de tanto rap empieza la salsa, porque esa también es la clave de las fiestas, cada quién tiene su sello, y el sello de las farras de Arnez es la salsa.
Después de la salsa se acaba la fiesta, y de ese remate si pocos saben. Lo que sí se sabe es que las fiestas se van a extender por otras ciudades de Colombia. Allá donde vayan, será Aranjuez.
“Lo que le estamos mostrando a la gente todo el tiempo es lo enamorados que somos de esto. Lo felices que nos hace. Si usted quiere compartir también con otros, bienvenido. No importa usted qué es. No importa qué se crea. Esto es otra temporada. Nosotros somos de la temporada de ser raperos. Si usted ahora no se quiere definir no azara, pero si quiere celebrar con otros como nosotros, bienvenido”, dice Gambeta.