Aunque el tabaquismo o el consumo de alcohol han sido identificados como uno de los mayores riesgos para la salud, Según el informe del Instituto de Política Energética de la Universidad de Chicago (EPIC), la calidad del aire en todo el planeta está en un estado alarmante, convirtiendo a la contaminación atmosférica en la mayor amenaza externa para la salud humana a nivel global.
La contaminación atmosférica, resultado de la emisión de gases y partículas tóxicas provenientes de fuentes como la industria, el transporte y la quema de combustibles fósiles, tiene múltiples efectos negativos en la salud de las personas. Los efectos perjudiciales de la contaminación del aire van mucho más allá de la simple irritación de los ojos y los pulmones. Las partículas finas (PM2,5) y los compuestos químicos nocivos presentes en el aire contaminado pueden penetrar profundamente en los sistemas respiratorio y cardiovascular, desencadenando una serie de problemas de salud graves.
Las enfermedades respiratorias, como el asma y la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), están estrechamente relacionadas con la exposición a largo plazo a la contaminación atmosférica. Además, se han establecido conexiones preocupantes entre la contaminación del aire y enfermedades cardiovasculares, como ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares.
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Según los datos recopilados por EPIC, si el mundo lograra reducir de manera permanente la contaminación por partículas finas para cumplir con las directrices de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la persona promedio podría añadir 2,3 años a su esperanza de vida. Esto tendría como resultado un total de 17,8 mil millones de años de vida salvados en todo el mundo.
Los grupos más vulnerables, como los niños, los ancianos y las personas con enfermedades preexistentes, son los más afectados por los efectos adversos de la contaminación atmosférica. Además de los riesgos para la salud individual, la contaminación del aire también genera consecuencias económicas y sociales significativas. Los altos costos de atención médica, la disminución de la productividad laboral y la carga sobre los sistemas de salud pública son solo algunas de las ramificaciones tangibles de este problema global.
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Bangladesh, India, Pakistán, China, Nigeria e Indonesia, son los seis países que representan tres cuartas partes del impacto global en la esperanza de vida debido a la contaminación del aire. En estos países, las personas pierden entre uno y más de seis años de vida debido al aire que respiran.
Según datos de EPIC, Colombia se ubica como el sexto país más contaminado de América del Sur, con la contaminación por partículas finas (PM2,5) dejando una marca preocupante en la salud y la esperanza de vida de sus habitantes. La contaminación del aire por PM2,5 acorta en promedio la esperanza de vida de los colombianos por 10 meses.
Abordar la crisis de la contaminación atmosférica requiere un esfuerzo concertado a nivel mundial. Las políticas gubernamentales, la regulación industrial y la inversión en fuentes de energía más limpias son pasos cruciales para mitigar los efectos perjudiciales. La transición hacia la energía renovable, el fomento del transporte público sostenible y la promoción de prácticas industriales responsables son medidas esenciales en esta dirección.
Sin embargo, aquellos países que enfrentan los mayores desafíos relacionados con la contaminación del aire carecen de las herramientas esenciales para abordar el problema. La falta de normativas y regulaciones sólidas para controlar la contaminación es un obstáculo significativo. Por ejemplo, en Asia y África son responsables del 92,7% de los años de vida perdidos debido a la contaminación del aire y solo alrededor del 35,6% y el 4,9% de los países de los continentes, respectivamente, cuentan con regulaciones específicas en relación con este tema.