Carlos Jaramillo es médico de la Universidad de La Sabana y especialista en medicina funcional del Institute for Functional Medicine de Estados Unidos. Es muy conocido por sus videos en redes sociales, sus conferencias sobre alimentación y estrés, y por sus libros El milagro metabólico y El milagro antiestrés. Sin embargo, no le gusta que le digan experto, porque para él lo fundamental es lo que sigue aprendiendo. Hace 17 años, por ejemplo, estudió nutrición parental y eso le dio un bagaje importante, pero ya no lo hace, así que le parece más importante la actualidad, lo que está estudiando en este momento, con lo que está actualizando su conocimiento.
Dice que no le gusta que le digan experto, ¿cómo se considera usted?
“No me considero experto en nada. Hace poco le oí decir a alguien que a uno no le deberían preguntar qué ha estudiado, sino que está estudiando, porque el que no se sigue actualizando, pues se queda congelado en un momento en el tiempo”.
¿Qué está estudiando en este momento?
“Estoy muy apasionado por temas de microbiota y por entender y estudiar y conocer el músculo como órgano a mayor profundidad, y también cómo buscar alternativas para estimularlo eficientemente, para que mejore la fuerza y el crecimiento. Y con la misma manera nerd como estudio sobre medicina, estudio sobre los caminos de la conciencia, a eso le dedico mucho tiempo. Digamos que para mí como médico es muy importante el principio de cuidar de mí para cuidar de otros”.
La medicina funcional busca el origen de la enfermedad, no solamente tratar los síntomas, y eso parece estar relacionado con esa personalidad que usted describe, de buscar la raíz de los problemas, que exige una búsqueda permanente...
“Tiene mucho que ver con mi forma de ser. Hace poco me encontré una caja que me trajo mi mamá y tenía las anotaciones de mis profesores de segundo, tercero, cuarto de primaria. De pronto, veo a mi esposa sentada por allá mirando y riéndose sola, y me decía: mira aquí segundo B, dice: ‘Cuestiona todo lo que dicen sus profesores’. Si hoy cuestionar es malo, hace cinco años era peor...”
¿Era causante de indisciplina?
“Claro, claro, y entonces en Tercero B decía: ‘Persiste cuestionando todo lo que dicen sus profesores’. Todos los años salía cuestionando. Y la medicina funcional se trata de eso, de cuestionarse todo: me duele la cabeza ¿por qué?; estoy bruxando, ¿por qué?; tengo la mandíbula luxada, ¿por qué?; estoy crónicamente estresado, ¿por qué?; no estoy sabiendo manejar mis emociones, ¿por qué?; no soy capaz de hacer tal cosa, por qué. Entonces empezamos desde atrás, así vamos a corregir la emoción, a relajar el músculo, a replantear lo que no está funcionando bien, y vamos escalando, corrigiendo la causa para que la manifestación desaparezca”.
En esos cuestionamientos usted encuentra que los medicamentos no resuelven el problema, que hay que ir a la causa de las disfunciones y se da cuenta de que los alimentos son una gran medicina. ¿Cómo fue ese descubrimiento?
“Me he ganado incluso enemistades de muchos colegas, quienes creen que pienso que la farmacología es lo peor, y no hay tal. La farmacología es maravillosa cuando es necesaria, así como la cirugía es maravillosa cuando es necesaria, pero no son las únicas herramientas en el kit de un médico. Están los suplementos, los nutracéuticos, la botánica, la homeopatía, la acupuntura, la medicina ayurveda. Pero definitivamente, y ahí no debería ser una opción, la base de la salud para mí deben ser los hábitos, los hábitos aplicados de manera científica. Una buena nutrición, ejercicio, buen sueño, meditación y un buen manejo de las relaciones, y cuando yo hago eso de manera científica, el tratamiento médico tradicional se vuelve lo adicional, no la regla. Cuando lo entendí y empecé a aplicarlo en mis pacientes de manera científica, y empecé a hacerles modificaciones, correcciones, aplicaciones, me di cuenta de que empezaban a mejorar de una manera que nunca había visto, pero no porque yo fuera un buen médico, sino porque ellos estaban aprendiendo a hacerse dueños de su salud, y eso tampoco me lo habían enseñado a mí”.
A usted le habían enseñado a leer exámenes y a corregir con procedimientos y medicamentos...
“Claro, y es maravilloso. Cuando uno llega a urgencias a uno no le van a decir: ‘te voy a poner una infusión de cúrcuma’, no, hay que ponerle adrenalina, atropina, hay que pasarle una revascularización, tienes que llevarlo a cuidado intensivo, y todo eso se hace con farmacología y está fabulosa. No hay nada mejor que la farmacología para las cosas agudas. Pero los manejos crónicos, hay que bajar un poco las revoluciones y mirarlos de otra manera. Yo empecé enfocándome en la enfermedad cardiovascular, y en el complejo metabólico, que es la causa de la enfermedad cardiovascular, que a su vez es la principal causa de muerte en el mundo, con covid o sin covid”.
¿Qué tipo de pacientes consultan a un médico funcional?
“Por muchos años recibí pacientes con enfermedades crónicas, a quienes nadie les resolvía nada, habían dado muchas vueltas. ‘Llevo con esta gastritis 20 años, y llevo con este sobrepeso de 15 años, y llevo con esto tanto tiempo, y no me mejoro’, me decían. Problemas metabólicos crónicos, gastrointestinales, inmunológicos, hormonales, de toxicidad por metales pesados o alteraciones de la piel y alergias, que han estado a punta de farmacología y no ha funcionado.
Entonces decidió escribir El milagro metabólico para compartir lo que había aprendido...
“Quería escribirlo como una guía para mis pacientes, para cuando los recibiera en consulta poderles decir: ‘Mira, vamos a trabajar sobre esta base, aquí está la explicación de cómo organizo mis ideas, por qué no te había funcionado antes, y por qué creo que podemos trabajar sobre una línea que te puede funcionar’. En la editorial, cuando les entregué el libro, les sorprendió mucho mi forma de escribir, de una manera muy coloquial”.
Hay algo de irreverencia suya en ir atacando mitos populares sobre la alimentación, sobre lo que se debe comer o no, o cómo debemos cuidarnos a nosotros mismos...
“De pronto cuando escribí ‘El milagro metabólico’, sí, todavía tenía muchas irreverencias. Hubo un momento en el que tenía ganas de pelear y de tener la razón. Hoy no tengo ganas de pelear ni de tener la razón, solamente de sumar y de aportar. Ahora estoy revisando el libro para sacar una nueva versión, si hoy volviera a decir esas frases irreverentes, no las habrías dicho así. Atrevido y cuestionador voy a ser siempre, atreverse a pensar diferente si existe la posibilidad. Solamente cuando nos atrevimos a pensar diferente nos dimos cuenta de que la tierra no era plana, de que la tierra no era el centro del universo. Atrevido voy a ser siempre, y cuestionador voy a ser siempre, no me da miedo atreverme ni cuestionar”.
Las personas necesitan otras respuestas, otras interpretaciones...
“En este mundo en el que vivimos la gente dice mucho, ‘uno ya no sabe a quién creerle’, uno te dice que tienes que comer cada tres horas y contar calorías, y el otro dice tienes que comer solo dos o tres veces al día y no contar calorías, y lo mismo con las creencias familiares, de hijito no se vaya sin desayunar que se desmaya... ¿cómo hacían los aborígenes antepasados, que salían a cazar hasta que hubiera comida, y no se desmayaban? Yo les digo, mira, no creas en nadie, cree en ti, en tus capacidades, no creas ni en lo que te dice ni tu mamá ni el médico ni el influencer ni el libro que te leíste, ni nada. Si te genera coherencia, ve y lee a ver qué tal. Entonces, después de que ya te formaste una noción, ve y ponlo en práctica, y lo validas. Para mí eso es muy importante con los pacientes, que la gente no crea en nada ni se llene de creencias ni de mitos ni de tradiciones, sino que diga interesante, validé leyendo y lo puse en práctica. Para mí ese es el camino más bonito”.
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Como influencer, ¿ha sentido en las redes sociales que la información que provee es cuestionada o que sus recomendaciones hayan llevado a que aumentaran los problemas de personas con trastornos alimenticios?, ¿cómo ha enfrentado estas situaciones?
“Para mí hay un principio de la ética médica que dice primum non nocere, primero no hacer daño. Parto de eso en mi vida. Nunca me engancho a hacerle daño a nadie, si no estoy de acuerdo con lo que dijiste, no salgo a decir, miren este tipo no sabe nada, no. Conmigo lo hacen todo el tiempo, y no puedo pretender que la gente sea diferente. Ha sido un camino de aprendizaje, me ha costado trabajo muchas veces hacer lo que hago, me ha traído amenazas personales, contra mi seguridad y la de mi familia. Soy muy consciente de que todo lo que diga, todo lo que haga nunca vaya encaminado en hacer daño ni tampoco hablar de algo que no sé. Y también tengo que entender que si a alguien no le gusta mi trabajo, él o ella tienen derecho a que mi trabajo no les guste. Si alguien dice es que ‘El milagro metabólico’ hizo que esta niña o que este joven se volvieran anoréxicos, pues en ninguna parte invito a que lo leas... Si tú no tienes un problema metabólico y no estás enfermo, no tienes por qué estar aplicando nada de lo que dice ese libro, lo puedes leer como una manera informativa. Uno tiene que estar preparado para esas cosas, trabajo mucho sobre mi crecimiento de conciencia y personal, no tengo ganas de parar de hacer lo que hago, y entre más visibilidad tenga, más voy a estar expuesto a que eso pase, le pasa a todo el mundo”.
Después de El milagro metabólico, publicó El milagro antiestrés, ¿cómo fue ese paso a esta nueva preocupación?
“Entre más estudio el estrés más me doy cuenta de cómo se manifiesta silenciosamente en nuestras vidas, de manera transversal ese ‘no se habla de Bruno’. Es muy difícil que alguien levante la mano y diga ‘yo creo que el estrés me está pasando la factura’, y tengo que hacer algo al respecto. Eso nos hace pensar en que tenemos una enfermedad mental, pero no es así. El estrés se manifiesta impresionantemente en la vida de las personas. Entenderlo de esa manera y empezarlo a aplicar en mis pacientes para hacerles cambios a ellos, ha sido algo muy positivo, muy transformador, no solamente en mi vida, porque pasé por una situación muy estresante que me llevó a estar muy enfermo, sino para la vida de mis pacientes, y eso me permitió además diseñar productos. No solamente el libro como un producto, sino diseñar productos que la gente pueda consumir para mejorar esos estados tanto agudos como crónicos de estrés, aprendiendo a cuidar de mí, para cuidar de otros”.
¿Cuáles son esas maneras en las que más frecuentemente se manifiesta el estrés?
“Vivir cansado todo el tiempo, no poder dormir, despertarse por la noche, sentir que el sueño no lo repara, tener bruxismo, dolor de cabeza, estreñimiento, gastritis, reflujo, que le den gripas y diarreas frecuentes, que le dé una gripa y le dure mucho tiempo, que haga ejercicio y le cueste mucho trabajo recuperarse, que se tome un un poquitico de café y le dé una taquicardia de un momento a otro, que empiece a tener una intolerancia a los químicos, como un olor, que el mismo líquido que usaban para trapear ahora le dé un dolor de cabeza terrible o unas erupciones cutáneas terribles. Son manifestaciones crónicas del estrés, y si seguimos avanzando, problemas tiroideos, fibromialgias, es demasiado amplio”. Hay tres tipos de estrés, el mental, el físico y el químico, y constantemente estamos expuestos a ellos. Yo lo digo en el libro, no sé si a la clase donde explicaban todo lo del estrés, yo no fui”.
¿A la clase de medicina?
“Sí, sí, a la clase de medicina de lo que yo explico en el libro no fui, y quizás todos mis compañeros y todos los médicos del mundo ya lo saben, pero a mí me tocó aprenderlo después. Aprender a integrar todo eso, a entender cómo esas manifestaciones se veían reflejadas en el cuerpo, y cómo el cuerpo crónicamente se enferma y empezarlo a ver en los pacientes. Eso que antes no era capaz de ver, ahora sí soy capaz, como si hubiera limpiado las gafas para darles opciones a los pacientes y que se empiecen a mejorar. Pues bueno, yo tengo que compartir esto”.
Todo viene de la misma fuente, de preguntarse sobre sí mismo...
“Sí, sí, absolutamente, ha sido de verdad un proceso bonito. Después de revisar ‘El milagro metabólico’, voy a revisar ‘El milagro antiestrés’, porque ahí podría gastarme unas buenas páginas más, especialmente dando soluciones sobre el camino de la conciencia, sobre cómo caminar sobre mis decisiones mentales, que es donde está todo”.
En esa búsqueda de autoconocimiento, de cuidarse a sí mismo para cuidar a los demás, qué mensaje final les daría a las personas que buscan mejorar su calidad de vida y siguen sus recomendaciones...
“Trabajo sobre tres pilares en mi vida profesional, amor, ciencia y libertad, y todo lo que hago es con amor. Aplico el método científico y lo entrego con libertad para que cada persona elija lo que quiera hacer con su vida, y lo entrego como una posibilidad para que cualquiera sepa y decida si elige ese camino no. El camino de la jaramillología no, no, el camino de si tú lo eliges te puedes volver el dueño de tu salud, de mi vida, de mis emociones, de mis creencias, de mis pensamientos, de mis iras, de mis angustias, de lo que sea. Por eso trabajo desde esos tres pilares. Creo que eso es, recordarles a las personas que el potencial más grande de salud y de sanación está en cada uno de nosotros”.
El doctor Carlos Jaramillo estará este jueves 8 de septiembre en la charla El milagro antiestrés, en la bodega de papel de El Colombiano, a las 3:00 de la tarde, como parte de la celebración del aniversario 28 de Coosalud. Conversará sobre cómo tener más bienestar llevando un estilo de vida saludable. Cada asistente recibirá el libro del autor y la invitación a un buffet antiestrés.