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“En el narcotráfico hay historias impresionantes”: José Guarnizo, el biógrafo de Griselda Blanco, revela escabrosos detalles

La historia de “La Madrina” salió del olvido gracias al estreno en Netflix de la serie Griselda.

  • José Guarnizo fue periodista de EL COLOMBIANO. Ahora trabaja en Vorágine, un portal noticioso. Fotos: Cortesía.
    José Guarnizo fue periodista de EL COLOMBIANO. Ahora trabaja en Vorágine, un portal noticioso. Fotos: Cortesía.

Las salas de redacción son un imán para los personajes pintorescos o sugestivos. Fue precisamente en la de EL COLOMBIANO que el periodista José Guarnizo conoció a la fuente que lo puso tras la pista de Griselda Blanco, la narco que puso en jaque a las autoridades gringas a mediados de los ochenta. El resultado de esa investigación —en la que Guarnizo invirtió más de una década— fue La patrona de Pablo Escobar, un libro que cuenta el ascenso y la caída de la madrina del narcotráfico colombiano.

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EL COLOMBIANO conversó con el reportero sobre Griselda, una figura cuya historia ha seducido a medio mundo gracias a la serie protagonizada por Sofía Vergara y estrenada en Netflix con bombos y platillos.

José, se ha dicho que la historia real de Griselda Blanco es tan distinta de la que cuenta la serie como lo son Sofía Vergara y Griselda...

“Yo no creo que sean tan diferentes. La serie retrata un periodo muy concreto de Miami, entre 1980 y 1985. Creo que si bien la serie se da unas licencias para cambiar ciertas cosas —algunas muy importantes—, sí se acerca un poco a lo que fue el paso de Griselda por Miami. De hecho, eso ya está retratado en documentales que se publicaron en los noventas. Tú ves esos documentales y ahí vas a encontrar esa historia. Eso está soportado en la explosión de homicidios que hubo de 1979 a 1980 en Miami. Hay documentos abiertos del FBI y la DEA que cuentan todos los muertos que dejó Griselda. Esos documentos demuestran que los gringos intentaron condenar a Griselda a la silla perpetúa o a cadena perpetua, pero no pudieron.

Hubo un momento en que Griselda vivió una transformación. Se volvió muy violenta. Cuando hablamos de Griselda Blanco, hablamos de una tragedia: hay víctimas y muertos. Los muertos que ha dejado el narcotráfico en Colombia no son una película de acción. Los muertos que dejó Griselda y que dejó Pablo Escobar no son una película de acción”.

¿Hay alguna conexión de su trabajo con la serie de Netflix?

“No. Mi libro, el libro que está próximo a salir, que se llama Griselda, es un trabajo de 12 años de perseguir esta historia. Ese libro recoge uno que salió en 2012. Apenas el libro salió mucha gente se acercó a mi para hablarme de Griselda. Me buscaron porque querían contar su versión de los hechos. Algunos de ellos ya se han ido muriendo. Hablé con los sicarios de Griselda, con su estilista, consulté los archivos del FBI, de la DEA. Esto no tiene ninguna relación con la serie, porque no vendí los derechos para la televisión, ni mucho menos. Pero en la serie sí veo la atmósfera a la que me enfrenté cuando hice la investigación”.

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¿Cómo llegaste a la historia de Griselda?

“Entré por casualidad a la historia de Griselda. Y una cosa ha llevado a la otra y otra cosa ha llevado a la otra. Yo trabajaba en La Chiva, que se convirtió en el Qhubo. A la redacción llegó un personaje que hablaba mucho, llegó con una denuncia, pero nadie le paró bolas. El señor tenía un problema con un rector en Barrio Antioquia y quería poner la denuncia de que ese rector maltrataba a los padres de familia. Le dije: “venga, venga, yo lo escucho, hermano”. Y él me contó, se desahogó, listo. Quedamos en contacto. Y como él era de Barrio Antioquia un día me llamó a ponerme otra denuncia y otra denuncia. Y al final terminé yo sentándome a tomar café con él. Me contaba muchas cosas de lo que ocurría en ese barrio, con un nivel de detalle muy importante: me contaba quién era el jefe de este combo y de este otro. Y luego me empezó a hablar de Griselda Blanco en un momento en que nadie hablaba de ella”.

¿Y qué pasó?

“Un día me mostró un carnet que acreditaba que él había estado en la cárcel de Nueva York. Luego me enteré que él fue jefe de sicarios en Nueva York. Trabajó para Griselda en unas tres oportunidades. En el 2012 yo renuncié a EL COLOMBIANO, después de trabajar allí cinco años. Justo por esos días mataron a Griselda. Por esos días hablé con Alonso Salazar, para entrevistarlo. Él me dijo que no sabía nada, pero que le habían propuesto escribir un artículo ese domingo sobre Griselda en El País, de España. Me preguntó si yo quería escribirlo. Le dije sí de inmediato”.

Todavía hay muchos cabos sueltos en la historia del narcotráfico de los ochenta, hay muchos testigos o protagonistas por ahí...

“Es cierto. En la investigación para este libro conocí muchas historias de gente que te encuentras en cualquier esquina. Son personas que ya tienen sus años y que tuvieron historias impresionantes. Hay un taxista al que tuve que cambiarle el nombre, que hoy en día asiste rigurosamente a Alcohólicos Anónimos. Ese hombre tuvo una guerra tremenda en Miami contra Griselda Blanco. Ese señor se volvió adicto al bazuco, perdió toda la plata y ahora maneja un taxi. También está la historia de Chucho Castro. Él fue el primer escolta que ella encuentra en Miami. Hubo un momento en el que Griselda peleó con Chucho y lo mandó a matar. Pero en el atentado el sicario mató al hijo pequeño de Chucho. En el primer libro esa historia la conté a partir de los archivos del FBI. Después de que salió el primer libro, Chucho me buscó. Me dijo: “Llevo treinta años escondiéndome de Griselda. Lo perdí todo y quiero contar mi historia”. Chucho es el personaje que sostiene una buena parte de la segunda parte de mi libro”.

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