Durante la prehistoria el hombre fue un animal más: no había desarrollado la escritura, era presa y predador. Bajo su aspecto primitivo tuvo que madurar sus instintos básicos (impulsos naturales e irracionales, contenidos en el ADN) para protegerse. La ansiedad es una de esas emociones adscritas al instinto de supervivencia y aún hoy, más de 200.000 años después, sigue protegiéndolo de peligros de todo tipo: le previene un accidente o lo motiva a prepararse para una cita importante.
En los dos últimos años, cuando el mundo transitó por la pandemia, el consumo de ansiolíticos y antidepresivos (los fármacos recetados para tratar la ansiedad) ha aumentado, sobre todo en países desarrollados como España, Portugal y Croacia que ocupan el top 3 en el más reciente informe del Centro Europeo de Monitoreo de Drogas y Adicción.
En un estudio publicado este año por la revista especializada British Medical Journal, en el que se analizaron 154.000 pacientes en EE. UU., positivos para covid entre marzo de 2020 y enero de 2021, se encontró que existe un 35 % más de posibilidades de trastornos de ansiedad al tener covid, y de un 40 % de depresión o estrés. Esto llevó a un aumento del 55 % en el uso de antidepresivos, con un 65 % el aumento de benzodizepinas, que son específicas para la ansiedad.
Estas cifras son coherentes con el incremento en la prevalencia de este tipo de trastornos: según la Organización Mundial de la Salud, el aumento de casos de ansiedad y depresión fue, durante 2020 (primer año de la emergencia sanitaria), de un 25 %.
Trastornos de ansiedad
La ansiedad “no es en sí misma mala, es necesaria para la supervivencia en medio de ambientes hostiles”, señala Antonio Carlos Toro, psiquiatra y docente de la Facultad de Medicina de la U de A. De hecho, es normal que esté más presente en algunos tipos de personalidad, aquellas más dependientes o evitativas, caracterizadas por la inseguridad, la baja autoestima o el miedo al fracaso.
Ahora bien, cuando la emoción se torna de una intensidad física y mental casi incapacitante se habla de trastornos de ansiedad que desencadenan fallas en el pensamiento y afectaciones en la calidad de vida.
Es normal tener respuestas físicas y emocionales ante situaciones que se interpretan como amenazantes. Lo que no es normal es reaccionar de forma no adaptativa, es decir, de forma incontrolable, huyendo o cayendo en ataques de pánico (ver Para saber más). Ahí es cuando la emoción se vuelve nociva, y más si ocurre de forma excesiva y frecuente.
¿En qué se diferencia del miedo? En que este se presenta como respuesta natural ante alarmas ciertas, situaciones que en realidad son amenazantes. Un trastorno de ansiedad, por el contrario, implica estar ante situaciones a las que se les exagera su peligro real. “La persona cree que no cuenta con las suficientes habilidades, recursos o estrategias para responder de manera adecuada, lo que le lleva a una anticipación de mal desempeño, creyendo con firmeza en la posibilidad de fracaso”, explica el docente Rodrigo Mazo, director de la Facultad de Psicología de la UPB.
¿Cómo se manifiesta?
Puede presentarse como una constelación de síntomas cognitivos, emocionales y biológicos. A nivel cognitivo, continúa Mazo, aparecen pensamientos negativos de fracaso, daño, riesgo o peligro, con la convicción de que no se responderá de manera adecuada a las demandas de la situación.
A nivel emocional, la persona siente perturbación, entra en un estado de zozobra o incertidumbre frente a lo que le pueda pasar. Y a nivel biológico, el cuerpo se prepara para responder a una situación amenazante, hay agitación, tensión, sudoración, taquicardia, con el fin de que el organismo reaccione rápidamente con conductas de huida, lucha o sometimiento para superar la dificultad.
Puede identificar si tiene ansiedad, por ejemplo, si presenta ideas recurrentes en torno a la posibilidad de fracasar en un asunto determinado, si hay problemas de sueño con contenidos cognitivos de preocupación, si siente que necesita recurrir a estrategias como el alcohol, la comida o las drogas para controlar los nervios, si se inquieta de manera constante o físicamente es como si no se “hallara”. De igual modo, hay cambios frecuentes de humor, dificultad para relacionarse con los demás y problemas de desempeño (escolar, laboral, sexual, etc).
¿Tiempos más ansiosos?
Más allá de la pandemia, que acarreó sentimientos de temor, desesperanza, estrés y nuevas preocupaciones, el mundo contemporáneo ha traído múltiples cambios, ritmos de vida acelerados y altas demandas a nivel familiar, laboral y social.
Así lo expresa la docente Nadia Moratto Vásquez, de la Facultad de Psicología Universidad CES: “Casi todos los ámbitos de la vida implican competencia y especialización, lo que lleva a que las personas tengan que desplegar habilidades de autonomía, flexibilidad, seguridad en sí mismas y, sobre todo, adaptación”. No obstante, no todos los individuos logran desarrollar esas capacidades, lo que los lleva a estar sometidos a momentos de angustia, incapacidad de autopercibirse adecuadamente y altos niveles de estrés que se desbordan en ansiedad.
En ese sentido está la inmediatez facilitada por la tecnología, añade Toro. La compra de un carro está a la distancia de un clic. Así, cualquier síntoma mínimo de ansiedad busca ser suprimido de inmediato, “incluso aunque sea protectora, ya no se quiere tener, y al sentirla se busca de forma intensa dejarla de lado, aunque sea mediante el consumo de ansiolíticos”.
De esta manera, continúa el experto, se explica el aumento en el consumo de los fármacos, más el incremento en las consultas por salud mental. “Los trastornos se han identificado más, la gente ya ha interiorizado la visita al especialista en salud mental, no hay estigma, hay una mayor aceptación”.
¿Cómo debe ser tratada?
Para darle un manejo a la ansiedad es importante aprender a identificar los estímulos o situaciones que la generan, esto con el fin de anticiparse y tener margen de maniobra. “Hay que desfocalizarse de los pensamientos ansiosos con técnicas de distracción”, señala Mazo, “recurrir a técnicas de respiración, relajación, meditación”.
Los hábitos de vida también deben ser evaluados, dentro de la rutina hay que tener tiempo para el ocio, la familia, los amigos y los pasatiempos.
Finalmente, dice el docente, hay que buscar “personas con quienes hablar de los problemas, tener amigos cercanos, confiar en la familia y desahogarse. Aquello que no se expresa se convierte en un factor de riesgo dentro del cuerpo”.
Si bien estas recomendaciones serán claves para responder a niveles de ansiedad, tener un trastorno (ansiedad incontrolable y que interfiere con la calidad de vida) hace necesario consultar con un profesional. No dude en buscar ayuda si siente que las estrategias de afrontamiento son insuficientes. Probablemente necesite orientación y ser recetado. Ningún fármaco ansiolítico o antidepresivo debe tomarlo sin asesoría médica.