Está tranquilo tecleando en su puesto, trabajando en un informe que debe entregar en la noche. Tiene tiempo, está concentrado, seguro, su mente está clara. No hay nada que pueda dañar su tarde. Sin embargo, a su lado hay un compañero que está estresado. Levanta la voz y se queja. No tiene tiempo, dice. Usted lo mira y se da cuenta de que hace movimientos nerviosos, suda. Inmediatamente su cuerpo responde igual y ahora también está intranquilo y estresado. No va alcanzar, piensa. ¿Por qué sucede esto?
Desde hace unos años en la década de los 90, el neurólogo italiano Giacomo Rizzolatti descubrió un grupo de neuronas en el cerebro a las que llamó neuronas espejo. Para comprenderlas mejor, las estudió en grupos de animales y se dio cuenta de que ellas se activaban cuando un animal contemplaba a otros ejecutando ciertas actividades así él no las estuviese haciendo.
Al principio pensaron que era un proceso sencillo de imitación, pero luego, con estudios enfocados en ellas, publicados en revistas científicas como Science, la comunidad científica supo que este sistema espejo es mucho más trascendental que la imitación y que con ellas se pueden hacer propias las emociones y acciones de los demás. Eso fue una revelación para los profesionales de la salud y los biólogos que estudian la evolución de los seres vivos.
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“Las neuronas espejo lo que hacen es que de alguna manera leen el contenido que la otra persona tiene y movilizan en uno las mismas emociones. De ahí surge el sentimiento de empatía, ponerse en el lugar de los demás”, explica María Piedad Gil Botero, psicóloga especialista en terapia cognitiva.
Con este descubrimiento notaron que de cierta manera las emociones son “contagiosas” y una persona que está feliz puede hacer que otra, por observación, sienta lo mismo. Igual sucede con otras emociones como la tristeza, la ira, el estrés y la angustia. Esto lo refuerza David Vásquez, biólogo y divulgador del Parque Explora, al decir que en muchos animales con sistemas nerviosos complejos como los primates y los humanos se ha encontrado que el estado emocional de un individuo puede detonar un estado similar en otro. “Es lo que se conoce como contagio emocional. Se cree que en los animales sociales es un mecanismo que aumenta la probabilidad de sobrevivencia del grupo. El contagio emocional amplifica con facilidad una señal de peligro”.
Hay distintas maneras de ponerse en los zapatos del otro, explica Vásquez: está la empatía emocional (“siento lo que estás sintiendo”), empatía cognitiva (“entiendo por lo que estás pasando”) y la empatía solidaria o compasiva (“además de sentir y entender por lo que pasas, actúo para que estés mejor”).
El fenómeno de las emociones que se contagian no solo depende de lo biológico. Para Rodrigo Mazo Zea, director de la Facultad de Psicología de la Universidad Pontificia Bolivariana, es un fenómeno social. “Las emociones se pueden contagiar por el aprendizaje vicario que es observar e imitar al otro. Si veo que alguien está alegre y sonríe me puede producir ese efecto emocional. Pasa con la ira, la tristeza y cualquier otra emoción”.
De hecho, las movilizaciones sociales son una muestra de lo que pueden producir las emociones colectivas en un contexto determinado al compartir un mismo sentimiento con el propósito de cambio. “Las luchas se dan desde la dignidad asociada con la ira y el miedo asociado al imaginar escenarios horribles”, dice la psicóloga Gil Botero. En este sentido, el psicólogo Rodrigo Mazo explica que el entorno motiva a que las personas tengan las mismas emociones. “Por ejemplo, si una persona mira hacia arriba es normal que todos miren hacia arriba. Así se explica el aprendizaje colectivo”.
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Otro ejemplo son los ataques de pánico colectivo en los que incluso las personas empiezan a presentar síntomas físicos similares. La psicóloga Sayra Naranjo de Uniremington dice que las emociones son aprendidas desde la infancia en su círculo más cercano que es la familia. “El individuo aprende una respuesta ante ellas, y cree que esa es la adecuada”. Por eso se encuentran personas que se estresan o angustian más fácil o ser más felices. Todo eso se percibe en el otro y lo puede contagiar. Los líderes de las empresas deben ser personas que gestionan muy bien sus emociones para motivar a sus equipos de trabajo.
Según Sayra Naranjo, una persona dependiente de los demás o insegura puede ser más fácil que se “contagie” para ser aprobada en los grupos sociales.
Que estrés el estrés
Ahora que ya conoce sobre las neuronas espejo, debe saber que cualquier emoción puede “contagiarse”. El estrés empático, por ejemplo, existe y es lo que sucede en la situación planteada al inicio. Si una persona que está cerca se encuentra estresada, sus neuronas recibirán esa información.
Algunos consejos que dan los especialistas para no dejar que se contagie tan fácil son el mindfulness (atención plena), técnicas de respiración, confrontar en el momento lo que está pasando: ¿dónde está la evidencia real de lo que causa el estrés?
Sin embargo, dice María Piedad Gil que las neuronas espejo siempre estarán ahí y son las que hacen que los humanos sean empáticos. No se puede alejar, hacen parte de la evolución biológica de los humanos.
Aunque se debe tener cuidado, porque la empatía no es lo mismo que la simpatía, la última es un fenómeno en el que a la persona se le contagia exactamente la misma emoción, mientras que con la empatía el ser humano entiende por lo que está pasando el otro, pero no atraviesa exactamente lo mismo.
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Las emociones no solo se contagian en humanos. Científicos como David Vásquez y psicólogos como María Piedad afirman que estas pueden ser transmitidas a las mascotas como perros y gatos.
“Estudios demuestran que los gatos vomitan por gastritis cuando sus amos tienen conductas de estrés. Ellos asumen que algo está terrible por los movimientos y conductas de sus humanos que ellos observan”, precisa Gil.
Esto es similar a lo que sucede entre humanos, por eso, hay que aprender a gestionar lo que se siente, tanto las que no le gustan como las que sí. Todas son necesarias