La función del corazón, en conjunto con el resto del sistema cardiovascular, “es la de llevar oxígeno hasta las células más pequeñas del organismo, para que estas absorban los nutrientes de los alimentos, los conviertan en energía y realicen funciones determinadas”, explica el cardiólogo especializado Clímaco de Jesús Pérez.
Es después de recorrer todo el organismo y transportar el oxígeno, que la sangre regresa al corazón y la bombea hacia los pulmones, desde donde se repite el mismo ciclo, una y otra vez.
El tamaño de este órgano, tan vital para cada ser humano, es proporcional al puño de cada persona y depende de la contextura de esta. Generalmente, se ubica en el centro del pecho, inclinado hacia el lado izquierdo, detrás del esternón y se apoya en el diafragma. Una razón de peso para comprender por qué sus latidos se escuchan más fuertes en este lado del cuerpo. La travesía de la sangre
Es así como el corazón necesita para su funcionamiento nutrientes y oxígeno, que obtiene gracias a la sangre que le llega a través de las arterias coronarias y que salen de la aorta (arteria principal del ser humano). Además, las venas cavas (las más grandes del ser humano) y las arterias pulmonares también se conectan de este órgano. El miocardio, por su parte, es el músculo encargado de las contracciones del corazón, alimentándose de grasa, no de azúcares, como el resto de músculos.