Edgar Berrío sabe que los salseros son exigentes. Lo sabe porque él lo es. Los salseros —de acero y acera, como dicen en Latina Estéreo— no se conforman con cantar y bailar las canciones que suenan una y otra vez en las emisoras. Más bien, prefieren ir a otros lugares del mundo tras joyas de melodía fina o sintonizar frecuencias radiales en las que escuchen temas desconocidos por el gran público. Esa exigente filosofía es la que dio base a Leyendas Vivas de la Salsa, un concierto anual en el que Edgar trae a Medellín a los cantantes de primer nivel que no llegaron al estrellato de los medios de comunicación.
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La edición de este año de Leyendas –la octava en realizarse– será el 20 de abril en el Centro de Eventos Centauro. Las puertas se abrirán a las siete de la noche para el público que quiera azotar baldosa con los éxitos de Rubby Haddock, David Cedeño, Johnny Colón y Johnny el Bravo, entre otros.
El origen de Leyendas está conectado con la pasión melómana de Edgar. En sus años de adolescencia, vividos en Manrique, descubrió el baile. Al menos eso es lo que cuenta en una de las cabinas de Latina, emisora en la que tiene dos programas. Así, gracias a los conciertos, supo de su habilidad para moverse al ritmo de las descargas de los soneros mayores. Sin embargo, su oído musical no se dedicó en exclusiva a la salsa. También en esos tiempos se hizo conocedor de las baladas y de la música tropical colombo-venezolana. Esos frentes musicales también son los géneros dominantes en su colección personal de vinilos, compuesta por más de diez mil discos.
Luego de ser bailarín y coleccionista, Edgar hizo el tránsito al mundo de las empresas de rumba. Es el fundador de Melodía para dos, bares consagrados a los artistas de la balada en español de los sesenta, setenta y ochenta. Allí los soberanos son Leonardo Favio, Sandro, Palito Ortega, Ruddy Márquez, Tormenta. La lista es casi tan larga como los clientes que asisten a estos sitios. Fue precisamente el primer aniversario de Melodía para dos el pretexto para que Edgar diera el siguiente paso en su trayectoria: el de organizar conciertos. En esa faceta Edgar ha presentado en los escenarios de Medellín a artistas tan distintos entre sí como Bárbara Bourse —del Bárbara y Dick— y la legendaria Orquesta Nárvaez.
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En su calidad de empresario de conciertos Edgar ha aplicado el criterio del salsero diferente, el que no se contenta con la música mainstream. “Si puedo traer a Rubby Haddock, ¿para que traigo a Henry Fiol o al Gran Combo?”, dice Edgar. A simple vista, ese camino de apostar por los cantantes de culto, de nicho, parece una decisión riesgosa. Edgar desmiente esa idea. Dice que sus conciertos han cultivado públicos fieles dentro y fuera de Colombia. Para sostener esa idea menciona que en esta edición de Leyendas vendrán a Medellín más de dos mil extranjeros. “Hay gente que se sube a un avión, viaja más de 24 horas, llega a Medellín, va al concierto y se devuelve, en otro vuelo de más de 24 horas”, dice.
Retomo la frase del inicio: los salseros son exigentes. Y por ese motivo son capaces de viajar al otro extremo del mundo si allí se presenta el cantante casi desconocido que los hizo vibrar en la juventud. De alguna forma, el salsero es un sinónimo de la pasión por la música. Mejor, de la pasión a secas.