Seguramente recuerda que hace unos años el 31 de diciembre a las 12:00 de la noche era tradición quemar, en la esquina de la cuadra, el año viejo. La ropa usada de cualquier vecino daba forma a aquel muñeco relleno de periódico, aserrín y pólvora.
Entre lágrimas y euforia, niños, jóvenes y adultos le hacían corrillo a ese personaje que casi siempre tenía una botella de licor al lado. Las penas y las tristezas del año que se despedía, representadas en él, se incineraban y olvidaban, como quien dice: borrón y cuenta nueva.
Las costumbres han cambiado y la cultura de la No pólvora se hace cada vez más fuerte. Ahora las personas son más conscientes y responsables, evolucionando a una nueva tendencia, los muñecos de año viejo en miniatura.
La quema individual del 31, según la psicóloga Nadia Moratto, es una acción simbólica con la que la gente busca poner punto final a los eventos y actividades negativas. “Es una práctica con varios significados. El primero es más bien espiritual o religioso, hay tanto deseo y fervor, que esta actividad se convierte en una confesión de secretos a Dios. Mientras que el otro es la elaboración de un duelo”.
Sin embargo, quemar una carta o un muñeco sin ningún proceso previo no es suficiente para hacer catarsis. “Lo ideal es estar aislado y en contacto interior con uno mismo para hacer una autoevaluación profunda sobre los 12 meses. Luego debemos poner en evidencia aspectos tanto positivos como negativos, pues los primeros catapultan las metas y los segundos cierran los malos capítulos”, dice la especialista, y señala que también hay que pensar nuevos propósitos.
La invitación de Moratto es a evaluar lo ocurrido en 2016. De hecho, mientras medita, cada quien puede realizar su propio muñeco de año viejo. Acá encuentra el paso a paso de cómo hacerlo.