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Papá, mamá, quiero estudiar filología clásica, ¿y qué?

Esta semana en redes un joven español fue viral por decir que quería estudiar esta carrera. Dos reflexiones: las humanidades son importantes y estudiar lo que le gusta igual.

  • Sobre Gabriel Plazas —el mejor puntaje de su generación en una prueba educativa española— cayó un chaparrón de críticas por su decisión de estudiar Filología. Foto: Efe.
    Sobre Gabriel Plazas —el mejor puntaje de su generación en una prueba educativa española— cayó un chaparrón de críticas por su decisión de estudiar Filología. Foto: Efe.
  • Papá, mamá, quiero estudiar filología clásica, ¿y qué?
10 de julio de 2022
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Gabriel Plazas sacó el puntaje casi perfecto en la EvaU, un examen que hacen los estudiantes en España para entrar a la universidad —como las Pruebas Saber, antes Icfes en Colombia—: sacó diez en todas las asignaturas, menos en alemán, 9.75. Solo le faltaron 36 milésimas para el puntaje perfecto. Su calificación es igual en las asignaturas de bachillerato, diez, salvo por educación física, que le quedó en 9. Es el mejor alumno de Madrid este año.

En España lo felicitaron, lo aplaudieron, lo entrevistaron, lo volvieron famoso. Entonces dijo que quería estudiar Filología Clásica, y en Twitter lo acribillaron. “Vaya mierda de carrera” es uno de los miles de comentarios que resumen lo que le dijeron. Tan abrumado se sintió Gabriel, de 18 años, que apagó Twitter por varias horas. Eran tantas las notificaciones, y aunque algunos lo felicitaban, sintió ansiedad. Fueron 48 horas, según El País de España, en el que su nombre estaba en todos lados, cuestionando su decisión.

Pocos escucharon sus razones para querer estudiar Filología Clásica: “Es mejor hacer lo que te gusta. Prefiero la felicidad al éxito seguro”. Pese a todo, no cambió de opinión. Lo citó El País: “¿Qué hay más útil que estudiar lenguas? Nos están poniendo por las nubes las nuevas tecnologías y la productividad, pero eso no puede ser todo en la vida. No todo es el dinero”.

¿Y qué hay de malo pues?

Entre los argumentos que le escribieron a Gabriel en redes están que esa carrera no da plata. El mismo comentario lo han escuchado quienes estudian humanidades: desde filósofos, periodistas, politólogos hasta antropólogos y sociólogos. La lista es larga. Se va a morir de hambre, es la conclusión final.

Irene Vallejo, autora de El infinito en un junco, compartió la noticia de este joven en su Instagram y en los comentarios escribió: “Fuera de las redes sucede lo mismo. Cuando un estudiante, sobre todo con expediente brillante, dice que desea estudiar letras, sufre presión y críticas, se le acusa de falta de ambición y se le augura la precariedad laboral. El de Gabriel no es un caso aislado ni excepcional”. Para la escritora es un dilema cotidiano, y es problemático porque a esa edad, escribe ella, no todo el mundo es fuerte ni carismático. Además, las carreras en letras sí deberían reclamar respeto.

Sonia López, doctora en Humanidades, explica que lo del dinero es el rasgo tipificador negativo que le asignan a estas carreras: de qué va a vivir en el futuro. No les ponen los calificativos de aburridor y difícil, sino que todo se concentra en el dinero, y eso es falta de conocimiento y “de ese pragmatismo que nos está matando”. Es una sociedad en la que lo importante son la práctica, el hacer, lo inmediato, lo que da resultados, pero no el pensar, que es lo que hacen los humanistas: ellos son, expresa Sonia, quienes reflexionan, hacen preguntas, renovaciones.

Para ella hay tres funciones importantes del humanismo en el mundo laboral. Uno, criticar, reflexionar para tomar decisiones y que las personas se hagan cargo de ellas. Dos, provocar la comprensión del mundo y sus transformaciones, y de esa manera incluir al otro, al que es distinto. Tres, proponer salidas y renovar el saber.

En un coloquio en 2020, Vallejo había hablado de esta importancia de las humanidades. “En ellas se encuentra muchas veces la respuesta para la vida, para la ética, para las empresas, para la bioética... El sueño que yo tenía de tener una vida estimulante, de tener alimento para mis inquietudes, lo he logrado gracias a las humanidades”.

Lo que no saben muchos, explica Sonia López, quien hizo el análisis de las organizaciones para su tesis de doctorado, es que el mundo actual requiere humanistas, son fundamentales. Los filósofos están cotizados en las compañías de tecnología porque son importantes para entender al otro, darle lugar a la interacción. Pasa igual con los antropólogos y los historiadores. En el tema del fracking, sigue ella, son los antropólogos quienes ponen el debate, y en las nuevas tecnologías los filólogos y los lingüistas.

El filósofo y autor del ensayo La escuela no es un parque de atracciones, Gregorio Luri, le comentó al periodista Luis Alemany en el artículo de El Mundo, Cultura clásica, fuera de la ley Celaá, útil para la ciencia, de 2020, que el humanismo está en la esencia de las ciencias. “Todos los humanistas, salvo Erasmo, tenían conocimientos científicos muy amplios. Y a cualquier científico que le pregunte le dirá que adelante con las humanidades, que son necesarias”.

Y no es que todos deban ser humanistas, sino que todos los profesionales deberían tener una carga humanística para evitar tanta practicidad y técnica, y que entonces haya más reflexiones. Según López, el humanista es flexible y tiene una autocapacidad de motivación que los profesionales en general deberían tener.

El reto es cómo hacerlo entender en un mundo que va rápido, que no tiene tiempo para pensar, que no quiere ciudadanos informados y capaces, y que prefiere lo que se resuelve prácticamente y sin tanta reflexión o debate, que además toma tiempo.

De hecho, le pasó a Vallejo con su libro El infinito en un junco, un ensayo que habla de los libros, de los clásicos, y que ella misma pensaba que no llegaría a muchos, y hoy es uno de los más leídos: lleva casi 40 ediciones, se ha traducido a más de 30 idiomas y se ha publicado en más de 40 países. Su reto era una escritura más literaria, que fuera para muchos y no solo para filólogos, por ejemplo.

Ella ha explicado que durante mucho tiempo pensó que su vocación, ser filóloga, era excéntrica, y que de veras no sabe qué ha sucedido realmente con su libro, porque puede ser que haya habido un cambio o que existía un público que estaba convocando a los enamorados de los libros y las humanidades. Con lo de Gabriel se desvirtúa un poco lo del cambio. Puede ser solo un éxito editorial.

Ahora bien, a Vallejo le interesa que se entienda por qué son importantes las humanidades. Lo ha explicado varias veces, en su lenguaje sencillo. En una entrevista con El Confidencial lo dijo así: “La crisis de la democracia está muy asociada a la crisis de la palabra y del discurso. Por eso reivindico la importancia de las humanidades y del pensamiento, que son la base del diálogo. Si entre todos tomamos decisiones que nos afectan como sociedad, es muy importante que desarrollemos la capacidad de ponernos en el lugar del otro, y el teatro, la literatura o la filosofía nos dan las herramientas para acertar en esas decisiones. La suerte de la palabra, el lenguaje, el debate, el diálogo y la democracia están muy unidas. Cuando se hiere de muerte a las humanidades y a las normas que rigen las humanidades, se fragmenta la confianza, se extienden los bulos... Si fallan los cimientos esenciales, todo se tambalea”.

¿Nada de plata?

Para Sonia López esto no es real. Ya se dijo que los humanistas tienen su lugar relevante en esta nueva era digital. Para ella depende más de cómo se posiciona el humanista en el entorno. No puede llegar sintiéndose como un sujeto menor, sino hacer entender su conocimiento: proponer negociaciones, pactos, diálogos. Empoderarse.

Da un ejemplo personal: su hijo estudió una maestría en Estética, y sus hermanas se mueren de la risa, ¡estética! Su hijo es profesor, da clases en inglés, está feliz, hace lo que le gusta y está ganando más que sus otros sobrinos.

El tema, entonces, no es solo de dinero, depende de la persona. Jorge Gamboa, líder vocacional de la Universidad CES, explica que el trabajo se encuentra cuando se hace lo que de verdad apasiona, y cada carrera tiene sus inconvenientes por la competencia laboral o la alta o baja demanda, la misma dificultad.

Así que cualquier profesión tendrá sus cosas negativas, por eso es importante estudiar lo que cada quién quiere y le gusta, pues se podrá enfrentar más fácilmente a esas dificultades. “Además, así paguen poco, desde que uno esté tranquilo, va a valer la pena”.

En ello coincide el psicólogo clínico Pablo Monsalve. Cuando se hace lo que a uno le gusta, precisa, y recibe pago por ello, no se siente como una carga, sino que se vuelve parte esencial de la vida.

Luis Eduardo Cuervo, psicólogo y consejero del Ceipa, agrega justamente que el amor y el gusto por la profesión se ve reflejado en el trabajo final. Lo importante más que si una carrera tiene fama de dar más plata o no, es aprovechar las oportunidades. El título, precisa, no da el dinero, sino el buen ejercicio profesional. El gusto además da posibilidades de ser exitoso y no desertar en los primeros semestres. Según Fedesarrollo, la deserción para estudios universitarios es del 46 % y para técnicos y tecnológicos es del 50 %. Es más grave para estratos 1 y 2, que supera el 70 %, y es menor al 10 % para estudiantes de estratos 4, 5 y 6.

Además, hay que considerar otras variables, comenta Monsalve. Si bien hoy hay más ofertas de trabajo para ciertos egresados, el futuro será distinto. Los cambios políticos, sociales, tecnológicos y globales generan cambios. Por eso es mejor decidir por vocación que por obligación.

Un consejo en el que coinciden los especialistas es preguntarles a quienes ya ejercen esa carrera, porque una cosa es lo que se ve desde afuera y otra lo que pasa en el día a día. Incluso es interesante si se encuentra con alguien que haya renunciado, aconseja Cuervo.

Un médico especialista parece muy cómodo en su consultorio, pero para llegar hasta ahí tuvo que estudiar mucho, dormir poco, pasar por muchos momentos difíciles, trabajar muchas horas, ver muchas materias, unas que no le gustaban. Monsalve sugiere investigar realmente de qué se trata, porque parte de la deserción en los primeros semestres es que se dan cuenta de que no era para ellos y que piensan que la van a ejercer inmediatamente, cuando los primeros semestres son las bases, las teorías, los conceptos básicos.

Mejor dicho, no es una decisión ni fácil ni rápida ni de afán. Sus papás y amigos pueden acompañarlo, pero finalmente sí hay que estudiar lo que le gusta. La decisión es personal, porque se tratará de su vida, de lo que seguirá a futuro.

Así que si Gabriel quiere estudiar filología clásica, filología clásica será. Primero porque le gusta y segundo porque las humanidades tienen lo suyo.

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