Polo, blancuzco y de cola con punta gris oscura, se fue de El Catfesito. Hasta allá, cuentan los del café, llegó una familia a adoptarlo. La felicidad no podía ser más grande, hasta le sacó lágrimas de emoción porque la esperanza de que adoptaran a “Polito”, como le decían, no era muy alta. Sus ocho años le restaban las probabilidades por considerarlo un gato adulto, pero él era el “melcocha”, tierno y abrazador. Antes de que llegara al Catfesito, donde encontró un hogar, había vivido en un parqueadero, expuesto al sol y al agua,
Johana Vélez, la cocreadora del Catfesito, cuenta la historia. El sueño de ella nunca fue tener una café con gatos, pero sí uno con libros, literario. Sin embargo, un día, viendo fotos que le mandaba su hermana, que estaba de viaje, conoció el catcafé (café para gatos) de Praga y le encantó. Casualmente, en ese momento Johana ayudaba en un hogar de paso en el que, a veces, no alcanzaban a tener lo básico por lo que se les ocurrió la idea de tener un sitio que les permitiera financiar su labor.
Eso fue hace apenas nueve meses. El primer catcafé de Medellín es aún muy joven. Por esos días ya estos sitios eran bastante populares y, aunque en Colombia solo uno se autodenominaba de esa manera (Gatos y Blues), ya muchos conocían los de otros países gracias a las imágenes, noticias y videos que circulaban en internet.
En el caso de La Gatoría Cat Café, el segundo de la ciudad (abrió en febrero de este año), nació de la Fundación Con Pasión Animal. Esta se había vuelto una cafetería informal después de que llevaran meses reuniendo amigos del lugar para hacer un bazar que les permitiera recoger fondos.
El año pasado, “que fue súper duro”, cuenta la directora de la fundación y socia de La Gatoría, María Fernanda Saldarriaga, estuvieron a punto de cerrar. Pero pensar en el futuro de los gatos que tenían los detuvo y los tres socios decidieron juntarse para crear un sitio que les garantizara a los mininos de Con Pasión Animal un techo.
Historias gatunas
La especialidad del Catfesito, dice Johana Vélez, ha sido la de servir de hogar de paso para los gatos en situación de calle o en situaciones de vulnerabilidad rescatados por la Fundación D’ Pelos y la Organización Salvar. Hasta ahora han entregado 17 y en este momento tienen nueve; en La Gatoría hay 45.
Polo fue uno de esos afortunados que encontró hogar. Hace un poco más de un mes también se llevaron a los mellizos, Tommy y Chanelo, quienes “enamoraron loca y perdidamente a una familia”.
Pero allá, en el Catfesito, quedan Vainilla, que es extrovertido y tierno, Orión y su hermano Zeus, Pumba, Sabrina, que es una gata carey (de esas que tienen tres colores) y Grey, que es “travieso, tierno y divertido”.
A los de La Gatoría Cat Café, que pertenecen a la Fundación Con pasión Animal, los llaman gatuestrellas y tienen catmerinos, los lugares donde descansan. La más reciente en llegar fue Rebecca, es blanca con manchas cafés y allí “presumen” que sea prima o hermana de Alegría, otra de esas que se dejan abrazar, porque fueron rescatadas en el mismo lugar y en días cercanos.
En La Gatoría se ocupan de los gatos positivos en leucemia, una población que es bastante difícil de dar en adopción por la desinformación que existe sobre la enfermedad. No obstante, lo cierto es que ellos pueden llevar una vida tan tranquila como un gato negativo.
Entre la población gatuna de este espacio hay dos gatuestrellas víricas transitorias, Paco Antonio y Tomás. Los denominan de esa manera porque después de realizarles pruebas de laboratorio identificaron que son negativos a leucemia felina, pero además, que son inmunes y pueden convivir sin riesgos.
Y hay otros positivos, como Bruno, que llegó hace apenas una semana y está en proceso de adaptación para convertirse en gatuestrella y estar dispuesto a pasearse por las mesas y dejarse acariciar de los visitantes.
De La Gatoría también han surgido historias emotivas de adopción. La de Cristóbal, por ejemplo, es bastante motivadora, pues es un minino que, además de ser positivo tiene diabetes, dos condiciones que harían dudar a un adoptante, pero él encontró un hogar.
Más que vender café
En el Catfesito la zona en la que están los mininos se encuentra delimitada y hay un máximo de personas que puede ingresar. Se hace de esa manera por el bienestar de los gatos. Por supuesto, por ser una tienda de café, hay un menú que incluye una variedad de bebidas hechas con el café que producen pequeños caficultores de la región, que pueden acompañarse con distintos alimentos, pero el visitante no puede antojarse de ofrecerle algo a los gatos que, en caso de que ellos estén de antojados en la mesa, tienen a su disposición galletas especiales para su dieta que sí se les pueden brindar.
En La Gatoría ofrecen alimentos vegetarianos, además, cuenta María Fernanda, el café que ofrecen, llamado Rituales, es cultivado en el barrio La Sierra.
El propósito de estos lugares no es solo ser hogar de paso y servir café para subir una selfie linda a redes sociales. En el Catfesito, por ejemplo, se ocupan de educar sobre vida felina y cultura de adopción. “Aunque en muchos catcafés del mundo los gatos son propios, acá no nos podemos dar ese lujo porque el índice de abandono es muy alto”, dice Johana.
También hay otra clase de eventos, como charlas de adopciones o conversatorios sobre el duelo por las mascotas. En junio estuvieron presentando los partidos de Colombia durante el mundial de Rusia. Adicionalmente, han llegado a hacer noches de tango.
Además de ofrecer café y alimentos, estos catcafés buscan otras alternativas para subsistir. La fundación Con Pasión Animal, por ejemplo, hizo un taller de bufandas para gatos en La Gatoría con el fin de “poder solventar las necesidades” del lugar, señala María Fernanda.
Y lo más importante para ellos, señala, es educar a las personas en los temas de sida y leucemia felina y promover la adopción de los cuatro patas que las portan.
En el Catfesito, además, son petfriendly; como tienen delimitada la zona para interactuar con los gatos, es permitido llevar otras mascotas ya que estas no interferirían en el espacio de los animales rescatados.
Los de La Gatoría tienen el café en el primer piso, y en el segundo están los catmerinos; ahí mismo es el albergue de la fundación con cuartos como lila y limón, donde tienen los gatos negativos y las gatas maternas.
Quien quiera pasarse por estos lugares encontrará el cariño y hasta los mordiscos de estos animales. Como Polo y Cristóbal, Tomás, Alegría, Vainilla, Paco Antonio y muchos más, esperan un hogar, ellos retribuirán a sus adoptantes, seguro, con muchos ronroneos. Y con un café.
Si desea visitarlos, estas son sus direcciones:
El Catfesito: Calle 12 # 43E-25
La Gatoría Cat Café: Transversal 32B # 74C-55